Los CLAP necesitan una Demanda Organizada

De poco servirían los denodados esfuerzos que se imprima a la organización de la producción y distribución de los bienes de la​s​ cestas básica​s​ contenidos en los CLAP, sin una demanda debidamente organizada, y no necesariamente estamos hablando de la organización comunal, habida cuenta de que en el seno de la honesta y concienzuda comuna vecinal es muy probable que siga prendiendo y floreciendo ferazmente al semillita del mal burgués, la portada y ofrecida por el contagioso comercio capitalista.

Como sabemos, la sociedad burguesa reproduce diariamente, al lado de la producción de las mercancías, las relaciones clasistas, o sea, la reproducción de burgueses, proletarios, terratenientes y banqueros, vale decir: estresados asalariados y voraces capitalistas de todo rango. Es la cultura burguesa que representa la atmósfera donde respiramos en términos económicos.

La cultura burguesa significa que desde la cuna misma las personas reciben formación comercial con las conversaciones de sus padres, hermanos, vecinos, compañeros de trabajo, de estudio y, particular y enfáticamente, en la radio y televisión modernas, además de las flamantísimas fuentes celulares de las redes que ya conocemos y están proliferando a millón.

He citado en entradas anteriores por este mismo medio cómo la mujer inglesa de mediados del siglo pasado se organizó como consumidora, como demandante, de tal manera que pudo enfrentarse con éxito a la poderosa industria textil que aceleradamente empezaba a remplazar el algodón y la lana por el atrayente ​hilo de NYLON.

Nos referimos al caso de la innovadora "media nylon" de transparencia inmaculada cuya demanda prendió de inmediato y con tal fuerza en las mujeres ya acostumbradas al uso de la media de algodón, que eran de una opacidad indeseable por aquello de la eterna coquetería femenina que tanto caracteriza a las mujeres del mundo, con tal fuerza demandante, decimos, que, por su elevado costo y corta duración, su demanda estaba absorbiendo buena parte del presupuesto familiar, a​l punto de que ellas mismas infirieron que con esas prendas que se veían obligadas a cambiar casi a diario estaban desangrando a sus maridos y que por tal razón debían organizarse para frenar los abusos especulativos que despiadadamente aplicaban los industriales con la encarecida y novedosa media.

Fue un imposible que hubiera una usuaria que se privara de la oportunidad diaria de exhibir sus bajas y encantadoras extremidades. De allí que la mujer inglesa se vio obligada a organizarse casi de inmediato en todos los centros de trabajo, en las peluquerías, en las bodegas, en las visitas a amigas, en los buses, tranvías y en cuanto espacio se cargara de clientes reales o potenciales de las fulanas medias.

Sencillamente, las usuarias de dichas medias de nylon optaron por retomar la media de algodón e ignorar con armoniosa firmeza la sustituta en cuestión. Fue así como las empresas del caso optaron por ir rebajando los precios y mejorando la calidad de sus transparentes mercancías.

De resultas, los CLAP perderían eficacia mientras sigamos comprándole a cuanto comerciante nos siga vendiendo a precios sobrevalorados respecto a los establecimientos que, aunque no menos careros, por lo menos en su mayoría venden a precios regulados ya que con su mayor capital corren más riesgo de grandes pérdidas y embargos si incumplen las regulaciones del caso.

La organización de la demanda no pasa porque sus miembros sean o no simpatizantes del gobierno, chavistas o antichavistas, no vienen al caso semejantes distinciones. Se trata de consumidores, una fuerza social más poderosa actualmente que cualquier organización comunal armable con personas ya chapadas a la cultura burguesa, divisionista y anticomunista desde ñema.



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Manuel C. Martínez


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