Desequilibrio
Todo desequilibrio del mercado libre[1] supone una desigualdad entre la oferta y la demanda correspondientes. La escasez puede ser de capital invertido, y la escasez demanda, por falta de renta disponible. Oferta y demanda debe verse como valores macroeconómicos o globales, o sea, todos los productores en juego y todos los potenciales consumidores.
Escasez
La escasez puede verse como faltante de oferta o como faltante de demanda, de manera que se trata de un concepto muy relativo que no puede independizarse de la relación oferta-demanda.
Competencia
La competencia surge por una desigualad entre las tasas de ganancia de todos los oferentes, de los capitalistas productivos. Esta competencia busca el reparto igualitario de la rentabilidad de todo el capital involucrado. Resulta inevitable porque la producción de algunas ofertas implica una mayor proporción de capital constante respecto de la mano de obra empleada, es decir, una mayor composición orgánica de capital que deriva en una mayor producción de plusvalía en algunas empresas, las de menor composición. Tal competencia es la que induce la formación de los precios de producción que garantizan en los mercados libres la igualación de todas las tasas de ganancia de todos los capitales al margen de sus composiciones orgánicas.
Cuando, por alguna razón, por bien intencionada que sea, se impide la libre formación de los precios (impedimento la competencia), la igualación de las tasas de ganancia en favor de quienes operen con mayor composición orgánica debe correr a cargo del Estado. Para esos efectos, el Estado debe incrementar o incentivar la oferta de las mercancías producidas por capitales de menor composición orgánica o más productores de plusvalía. Sólo así se incrementaría su oferta y bajarían los precios con lo cual su tasa de ganancia bajaría al nivel de las que operan con inferiores tasas de ganancia.
En Venezuela está ocurriendo que las ayudas financieras (dólares baratos) a ciertas empresas con miras a incrementar su oferta, y con ello a la baja de los precios, para que las tasas de ganancia se igualen con las de aquellas empresas que operen con precios regulados que les impiden alcanzar precios que les den unas mejores tasas de ganancia, esas empresas ayudadas por el Estado, decimos, no están cumpliendo con sus obligaciones porque tales ayudas, si bien les permite incrementar sus ofertas, a estas desvían hacia otros mercados con lo cual elevan la demanda original y este fenómeno les garantiza seguir vendiendo a los precios viejos y hasta, por el contrario, subirlos. Con esto está resultado contraproducente la regulación de precios de algunas empresas y la ayuda a aquellas que se están burlando del Estado, máxime como, por ahora, son empresarios de hecho impunes o intocables.
La idea es que la oferta de las empresas de mayor composición responde a más costos constantes que mano de obra, y para una misma tasa de plusvalía deben vender a unos precios superiores a esos valores; si el Estado les regula los precios, provoca desabastecimiento porque está induciendo una notoria falta de competencia, único camino para que los precios bajen aquí aunque suban allá. Es ley de la oferta-demanda, tan inviolable como las leyes jurídicas.
Analicemos más detalladamente los efectos de la regulación de los precios:
Con la regulación de precios, el Estado frena la competencia entre aquellas empresas de mayor composición orgánica ya que de poco les serviría desviar su capital hacia otras empresas de menor composición ya que en estas los precios tampoco pueden subir más allá del precio ya regulado.
Sin embargo, tales regulaciones son resultado de la política de subvenciones que ha emprendido el Estado mediante la venta de dólares preferenciales con miras al abaratamiento del costo del capital constante importado, y con ello el Estado induce una mejor tasa de ganancia, para una tasa de plusvalía constante, en favor de la empresa subvencionada.
Digamos que se trata de regulación de precios con baja automática en la composición de su capital y la correspondiente suba en su tasa de ganancia, habida cuenta de que, para una tasa de plusvalía constante, la empresa invierte menos en capital constante y con ello sube su tasa de ganancia.
A su vez, la mejora salarial no altera en absoluto la tasa de plusvalía porque al encarecerse la mano de obra, lo hace para el tiempo necesario de trabajo-horas de reposición del salario-y para el tiempo excedentario, o sea crece el salario y también en el valor de la plusvalía.
El posible error del Estado, estaría en seguir subvencionando aquellas empresas con menor composición orgánica de capital, como las panaderías.
Este tipo de empresas ya de por sí obtienen mejores tasa de ganancia que son las que estimulan la competencia de aquellas de composición mayor, de manera que cuando a ellas se les subvenciona con dólares baratos, pero se les regula el precio, si bien disminuye más todavía su composición y con ello subiría su tasa de ganancia, la regulación de su precio les impide obtener mejores tasas ya que inclusive sin la competencia de las empresa de mayor composición, se verían a vender muy por debajo de del valor de su plusvalía . Aquí estaría la causa de que, por ejemplo, las panaderías desvíen sus materias primas subvencionadas hacia la producción de otras mercancías libres de regulación o a revender la materia la prima que les han vendido más barata, cosas así.
[1] En los mercados intervenidos o de precios regulados por el Estado, éste debe garantizarles a todos los productores una tasa de ganancia igual, al margen de sus composiciones orgánicas de capital, de tal manera que los capitales con menor tasa de ganancia no emigren hacia otros mercados donde haya una tasa superior. Esto es un ley económica y como tal, resulta inviolable, tanto como los son, en principio, las leyes jurídicas.