Ha sido tan desastroso el gobierno de Nicolás Maduro que se está anunciado la impresión de un nuevo billete, es este caso probablemente de cien mil bolívares (Bs. 100.000), que en la praxis, al agregar los tres ceros que fueron suprimidos cuando Hugo Chávez aplicó la llamada reconversión monetaria, la verdad es que estamos en presencia de un billete de un millón de bolívares (Bs. 1.000.000), es decir, recordemos aquel cuento de quienes con su publicidad desde el Banco Central de Venezuela (BCV), nos hablaban de una economía "fuerte", una moneda "fuerte", un país "fuerte", en alusión al fallecido "bolívar fuerte".
Y es que la economía del país, además de estar sometida a la más terrible, perversa y alta inflación del mundo, cuya tasa ronda los cuatro dígitos anuales, ha originado un empobrecimiento colectivo y acelerado de la población, especialmente de su masa trabajadora, es decir, quienes dependemos de un salario como fuente principal de ingresos, además que la constante devaluación que sufre nuestro signo monetario, incluso en una afrenta histórica contra el Libertador, porque se coloca el nombre de quien logró la gesta militar, política e independentista más grande de América Latina, en la más paupérrima e indigente de las posiciones económicas del planeta ¡Qué vergüenza!
Ante tal realidad, el gobierno sólo lanza flechas a ver si logra atinar aunque sea una sola. Así vemos que cuando esta tragedia comenzaba, Maduro nos habló de activar palabras más, palabras menos, de un consejo superior de "economía revolucionaria", cuyo logró se sintetizó en aquella frase cuando dijo que "no quede nada en los anaqueles", en alusión con el llamado al saqueo que indirectamente emplazó el primer mandatario contra una reconocida tienda de electrodomésticos, y como en efecto sucedió, porque nada quedo dentro de tal comercio, al punto que hasta las vidrieras quedaron esparcidas sobre el concreto de las aceras.
Pero si usted quiere analizar hasta qué punto son las distorsiones de nuestra economía, sólo nos bastaría realizar una simple multiplicación de Bs. 1, que es el valor de un litro de gasolina de 91 octanos, por el valor aproximado del dólar en el mercado paralelo, y podrá comprar más de 25 mil litros de gasolina. ¡Claro! El madurismo para intentar ocultar la realidad, como ahora publica el precio del barril del petróleo en "yuanes", pues, entonces, para intentar desmentirnos, ya saldrán sus "economistas" y "voceros", para decirnos que la equivalencia debe hacerse en esa moneda, o sea, como en decimos en criollo, "el mismo musiú con diferente cachimbo".
Demás está decir que sería interesante conocer la opinión de los economistas chinos, tan amigos del madurismo, en el hecho de que próximamente tendremos un billete de 100 mil bolívares en circulación, cuando ellos tienen como impreso de mayor denominación los 100 renminbis (nombre que recibe el signo monetario en su mercado interno); aunque en todo caso, a los chinos poco les importa que los venezolanos estemos comiendo de la basura, porque sí algo les importa, es nuestro petróleo. ¿O ha escuchado alguna propuesta de los chinos en mitigar el hambre de nuestra sociedad, sin nada a cambio?
Así que no me extrañaría, que al paso que vamos, los chinos con muchas historias mitológicas de dragones lanzando fuego, o de esos asiáticos que se introducen sables o espadas por sus bocas, a lo mejor con su ayuda, los venezolanos seamos los primeros quienes comenzaremos a adaptar nuestros estómagos para alimentarnos de gasolina, de manera tal que se logre el milagro o la fantástica historia que cuando tengamos en circulación el billete de Bs. 100.000, podamos comprar 100.000 litros de gasolina, suficientes para hacer una revolución alimentaria hecha por el madurismo. ¿Y por qué lo decimos? Porque cuando tal billete llegue a nuestras manos, pueden escribir, que ni siquiera aquel malogrado cartón de huevos que el actual canciller dijo que costaba Bs. 420, será posible adquirirlo, o tal vez sí, cuando finalmente volvamos a la realidad de que un billete de Bs. 100.000 es realmente un billete de Bs. 1.000.000. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.