No se trata de que se roben la gasolina o la compren barata; no se trata de llevarse los productos baratos producidos en Venezuela para llevarlos hacia la frontera colombiana. Nada de eso.
De lo que se trata es que el gobierno colombiano fija esos precios bien caros en esa frontera suya como poderoso estímulo para que sus bachaqueros colombianos y venezolanos hagan lo que están haciendo, todo lo cual agota nuestras existencias en tiempo récord y con ello quede justificada las alzas de precios.
Eso, por una parte, en cuanto a las mercancías. Pero, como estas necesitan ser intercambiadas por dinero, entonces, desde la misma frontera colombiana se dispone la sustracción de la nuestra moneda. La pagan bien caro porque aun así resultará rentable la reventa de esas mercancías en la frontera colombiana.
Como tercera estrategia colombiana y complementaria está el hecho de que esa frontera o aquí mismo la compra de nuestra moneda por encima de su valor nominal es cancelada con transferencia para que el receptor de las mismas se vea obligado conseguir efectivo inclusive a altos descuentos que el usurero impune le aplica aquí ante la mayor impunidad y paciencia del Estado venezolano, tal como se limitó a contemplar la matanza inquisitorial de seres vivos durante 4 meses, cuyas razones tendrá.
Corolario: a buenos entendedores, sobran las palabras, porque no hay ni habrá otra solución.