Los mayoristas no son comerciantes qué ofertamos qué demandamos

A manera de epígrafe, reconozcamos que la Economía[1] lucrativa o Crematística es una ciencia social de alta complejidad analítica, aunque en su praxis, cual leyes de la Naturaleza, se halla al alcance de todas las personas habitantes de toda sociedad capitalista. De allí que lo difícil no sea compravender, sino saber qué ofertamos, qué demandamos.[2]

Empecemos sabiendo que toda mercancía se compone de un valor de uso y de un valor de cambio, de un soporte físico útil en la satisfacción de necesidades, y del costo invertido en su fabricación que satisface, ora apetitos colectivos, ora apetitos crematísticos o individuales y dependiendo del modo de producción en juego, sea éste colectivo o clasista, respectivamente.

Así, digamos que el mercado se halla presente en la fábrica, y fuera de él; de allí que la circulación del capital comprenda la circulación de mercancías y la del capital, o sea, la de los valores de uso (M y M’, en lo adelante) y la del dinero (D y D’, así también en lo adelante). Los cierres de esas circulaciones son, respectivamente, M' y D'.

Sigamos aclarando que sólo se comercia cuando se enlaza la producción a su consumidor final, una fase que no cumple, a ojos vistas, ningún mayorista, y ni siquiera lo hace cuando vende al detallista ya que la conversión de D-D’ se termina cuando y sólo cuando M’ llegue al consumidor final quien es finalmente quien cede parte de D[b1] ’.[3] Se comercia, pues, de la fábrica y/o del distribuidor al menudeo al consumidor final.

Ocurre que, a pesar de que ambas circulaciones están subsumidas en el fabricante, este puede ceder la circulación de mercancías a terceros capitalistas o intermediarios, es decir a los capitalistas distribuidores o mayoristas[4] en general.

Así surgen las siguientes fórmulas:

Salvedad hecha del intercambio M-M’-caso de trueque llevado a cabo entre productores y consumidores sin intermediario alguno-, M-D-M’, una ventacompra que recoge la circulación de mercancías y, en caso de compraventa, lo hace la circulación del capital D-M-D’, si los productores de M no van al mercado y se limitan a practicar su distribución directamente al consumidor final-caso imperante en buena parte del Medioevo-

Crecemos oyendo hablar de oferta y de demanda, pero, ¿qué ofrecemos y qué demandamos en cada transacción del mercado?

Detallemos: si por definición toda mercancía es un bien que se ofrece en los mercados-centros de compraventa-ella podría interesarnos como consumidor final, o sea, por su valor de uso. Si la compramos para su reventa, entonces allí cuenta sólo el valor de cambio.

Así, a mí, como comprador o demandante final sólo me intereso por el valor de uso que me ofrece el fabricante o el detallista[5], pero este, entonces, es un oferente de valor de uso, y yo soy un demandante de valor de uso. Se trata, pues, de una oferta-demanda convencional de valores equivalente en todas sus partes.

Obs.: Dada la complejidad del tema, seguiremos más adelante y definiremos qué son los mayoristas en la relación capitalista de producción y distribución del trabajo asalariado.


[1] La economía no crematística, no burguesa, se practicó cuando aquella se reducía a administrar la producción y distribución al valor, al intercambio de valor por el valor de cambio del valor de uso, que es lo que practica todavía el detallista con sus clientes o consumidores a quienes sólo interesa los valores de uso, aunque los adquiera por su valor de cambio, por determinado precio, condicionado a los gustos de sus clientela que los manifiesta con determinados valores de uso. En economía, así entendida, el comercio literalmente cuadra con la definición de comercio al menudeo. La economía, por definición aristotélica, se ocupa de adquirir valores de uso necesarios para el Estado o para la vida familiar y hasta allí marca sus límites de adquisiciones. No así la Crematística que, según el mismo Aristóteles, al parecer se ocupa de adquirir sin límite alguno. La Crematística no agota sus funciones aun después de dejar insatisfecha una parte de la población, la de los necesitados insolventes, por causa de su infinita necesidad de ampliación de su clientela con cada gramo de plusvalía que obtenga en cada segundo de sus actividades fabriles y financieras en general.

[2] No por casualidad Carlos Marx inicia su precipua obra, El Capital, con La Mercancía, Volumen I, Libro I, Cap. I. A propósito: Su volumen II comprende los Libros Segundo y Tercero, y reservó su volumen III, al llamado Libro 4to. Véase Prefacio, Libro I.

[3] Ciertamente que los intermediarios mayoristas ceden parte de D´, pero, sólo el consumidor final entrega enteramente D', en su total con los ajustes que el mercado mismo le imponga al valor credo en la fábrica en respeto a la puja de la oferta-demanda.

[4] Realmente, los mayoristas no comercian, son una extensión del empresario fabricante a quien aquellos le despersonalizan la distribución de sus mercancías, M’. Sólo comercian los detallistas quienes culminan la conversión de D en D’ justo cuando M’ cierra la circulación de las mercancías provenientes de sus fabricantes.

[5] Los llamados supermercados suelen comprar al mayor directamente a las fábricas, pero su capital representa el de muchos mayoristas de menor giro.


[b1]Ciertamente, los intermediarios mayoristas ceden parte de D´, pero, sólo el consumidor final termina de entregar el faltante de D' con los ajustes que el mercado mismo le imponga al valor creado en la fábrica con respeto a la puja de la oferta-demanda que suele escenificarse entre consumidores finales y detallista o detallistas. Son raros los casos de ajustes de mercado praticados entre los mayoristas; son cadenas xon eslabones usualmente rigidoas a nivel nacional...



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Manuel C. Martínez


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