Cuando algunos demandantes están dispuestos o son solventes para adquirir sus bienes al precio que sea, no están compitiendo, demandan por ser solventes. La diferenciación[1] de los precios de una misma mercancía descansa precisamente en esa desigualdad de las rentas burguesas.
Así, pues, el monto del capital inicial (D) está sujeto al mercado y sus precios coyunturales. Asimismo, la recuperación del capital final (D’) también queda atada al mercado.
De manera que los valores de los valores de uso comprados por el capitalista (M), y luego los valores de los nuevos valores de uso ya elaborados por los asalariados (M’) pasan necesariamente por el mercadodonde el frecuente desequilibrio oferta-demanda[2] dará cuenta de susprecios de venta que arrojarán una ganancia o diferencia positiva entre el capital inicial y el recuperado, entre D y D’.
Podría decirse, pues, que la ganancia se logra en el mercado, tanto la del vendedor de los factores de la produccion (M) como la del vendedor de los productos elaborados en esta (M’). Sin embargo, esa ganancia debe estar representada por un valor, por una mercancía, y esta sólo se crea en las fábricas o fuera del mercado.
Ahora bien, lo que se ha investigado desde los clásicos de la Economía Política, desde el mismo Aristóteles para acá, es el enigma de la fuente de esa ganancia, habida cuenta de que toda ganancia, lúdica o económica, supone un perdedor.
¿Sobre esa base, la pérdida del capitalista, la que sufre cuando compra los factores de la producción, quedaría compensada con creces con la ganancia que obtiene cuando "revende" dichos factores hechos nuevas mercancías?
Aun así, el consumidor final, el que compra valores de uso para la satisfacción de sus necesidades, no cuenta con esa compensación ya que no revende las mercancías que compra al distribuidor en el mercado. ¿Es acaso, entonces, este consumidor el gran perdedor y la verdadera fuente de la riqueza de los fabricantes y distribuidores?
La teoría del valor trabajo, confirmada y perfeccionada por Carlos Marx, nos dice que todas las compras y ventas deben hacerse al valor, que nadie está dispuesto a recibir menos por más, ni nadie puede ofrecer menos por más, salvedad hecha de los casos de especulación que son atípicos.
Esta teoría del valor trabajo, defendida por Marx, podríamos ajustarla a lo siguiente: no todas las compras ni todas las ventas se hacen al valor. Hay especulación en algunas transacciones, y hay mercancías compradas a menor valor del recibido. Ambas modalidades sólo pueden practicarlas el fabricante y los distribuidores.
[1] La diferenciación de precios es usada como estrategia para vender a precios diferentes la misma mercancía presentada en de manera diferente; por ejemplo, arroz saborizado, vehículos de lujo, coas así.
[2] Esta puja es la que practican los fabricantes y distribuidos entre sí mismos para mantener o/y lograr mejores ganancias relativas: No hay una oferta opuesta a una demanda; sólo hay un desbalance entre sus volúmenes. Los consumidores finales no compiten con sus proveedores ya que no compran mercancías, sino valores de uso para consumo familiar o estatal. Tal puja se lleva a cabo sólo entre oferentes cuando retiran su oferta aquí para lanzarla allá. De acuerdo con esas variaciones en la oferta, todos los capitalistas aprovechan e inducen los desequilibrios de la oferta-demanda para regular sus precios más convenientes de tal manera que las tasas de ganancias se iguales para todos, fabricantes e intermediarios. Ningún demandante de valores de uso está en condiciones de competir oferentes, salvo que sea monopolista (monopsonista).