De cómo una fortaleza nacional (la producción alimentaria), se hace debilidad

De cómo una fortaleza nacional, (la producción alimentaria), se hace debilidad

Luis Brito García y Pascualina Curcio en sus últimas publicaciones han tocado el tema de la producción alimentaria, de importancia capital para Venezuela en la situación presente de bloqueo y guerra económica. Pascualina ha presentado cifras en verdad inquietantes sobre la realidad nacional, casi todas ellas revelando al país en porcentajes de dependencia exterior que superan el número 50.

De acuerdo a sus investigaciones, Venezuela importa el 64% de los medicamentos que requiere, un tercio de ellos desde los EE.UU.; revela, también, que el país importa el 48% de la maquinaria, tecnología y repuestos que precisa para la producción interna, incluyéndose acá el sector transporte y la tuerca e insumos necesarios para su movimiento [1].

Pero, volviendo con el tema alimentario y trayendo a lugar la autoridad de Luis Brito, ambos concuerdan en que Venezuela apenas importa el 12% de lo que come, según cálculos ofrecidos por las Hojas de Balance de Alimentos, del Instituto Nacional de Nutrición [2]. Una precisión en verdad pasmosa, como aprecia el ensayista venezolano. Significa, pues, que el país produce, casi en su totalidad, lo que se come y que otros han de constituir los factores causantes de la actual carestía alimentaria que vive el país.

Luis Brito concluye, sin mucho rodeo, que la carestía tendría que ser inducida, necesariamente, y enuncia como causal del problema al "oligopolio de los comercializadores y distribuidores [que] fija los precios que producimos en el interior de acuerdo con una falsa cotización de divisas fijadas en el exterior" [3].

Significa también, más allá de la buena noticia que el hecho representa en cuanto a seguridad alimentaria, que el enemigo ha convertido una fortaleza en una debilidad, entendiendo por enemigo al imperialismo estadounidense y a la guerra económica como su herramienta de ataque de cuarta generación (guerra asimétrica, guerra de baja intensidad). No tendría que sorprender que sobre la base de una debilidad (como de hecho lo es la situación de los medicamentos, que se importan casi en un 70%) se profundice una crisis, ¡pero que se haga a partir del hecho alimentario, que ronda los niveles de autonomía, es un mérito que habría que atribuir al adversario!

Que el país importe apenas el 12% de lo que come coloca a Venezuela en una situación esperanzadora, una vez se sofoquen los ruidos que impiden la consolidación de lo que de facto tendría que estar consolidado: una estable producción de alimentos que tendría que rondar en 2018 los 50 millones de toneladas métricas de cereales, azúcar, miel, carne, según proyecciones, tanto más si ni el maíz, ni el arroz ni la caña de azúcar, como sostiene Brito, se sostienen con subsidios dolarizados.

Con un breve esfuerzo el país coronaría la suficiencia en materia alimentaria e ingresaría a los grupos selectos de países que se pueden llenar la boca proclamando que producen lo que se comen. Países en verdad soberanos, independientes, autónomos, dueños de su destino, no chantajeables con mendrugos de pan. Porque producir el alimento propio ha de ser prelación de independencia y libertad. Nadie puede ser potente económicamente si primero no resuelve, sosteniblemente, su suministro alimentario. Y ello conduce a ensalzar a la agricultura (cultivo de la tierra: producción de vegetales y cría de ganados) como la bandera de salvación a escala planetaria, Al problema de la distribución, evidenciado porcentualmente, habría que sumar una situación deseada de actitud y motivación para cubrir ese "breve esfuerzo" necesario: amor por la tierra y por el milagro de la germinación, comprensión de la coyuntura política-bélica creada, nacionalismo sano y percepción de la invulnerabilidad potencial que se lograría con una sostenibilidad agraria.

¿Se ha preguntado usted por qué un país como Siria, asediado, bajo guerra, no ha terminado de complacer a las potencias occidentales cayendo rendida sobre el terreno? FAO: "La agricultura […] era la principal fuente de sustento para los hogares rurales antes de la crisis [guerra] y todavía continúa produciendo, en cierta medida" [4]. ¿Se ha preguntado por qué un país como Libia, vendedor de petróleo, tuvo una resistencia mínima antes de caer de rodillas frente la jauría imperial? Investigue.

Puede decir el poeta: Bloquéame, ciérrame la puerta al mundo y, si tu quieres, déjame conmigo mismo, solitario entre estrellas, pero seré yo eternamente, al final de los finales, el pábulo y alma que prevalezca sobre cualquier insidia cósmica.

Referencias.

Curcio, Pascualina. "Sanciones económicas de Trump contra Venezuela [en línea]: características y estimaciones". Aporrea. 16 mar 2018. [ca. 5 pantallas]. https://www.aporrea.org/tiburon/a250989.html [Consulta: 2 abr 2018].

Brito García, Luis. "Sí producimos lo que comemos" [en línea]. Última Noticias. 25 mar 2018. [ca. 3 pantallas]. http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/producimos-lo-comemos/ [Consulta: 4 abr 2018].

Brito: Op. Cit., [ca. Pantalla 4].

FAO. "La producción alimentaria de Siria, en su mínimo histórico" [en línea]. [Noticias FAO]. 15 nov 2016. [ca. 4 pantallas]. http://www.fao.org/news/story/es/item/452280/icode/ [Consulta: 4 abr 2018].



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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

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