Origen y justificación de la ganancia burguesa

De entrada, presentamos unas primeras ideas tendentes a poner fin a la contrariedad reinante entre trabajadores que aspiran reemplazar a los capitalistas, y con estos empeñados en seguir con sus tacañerías que han generado cientos de miles de pobres y miseria generalizada en las sociedades burguesas.

Prima facie, resulta razonable que quien haya adquirido en propiedad privada medios de producción, porque los haya tomado belicosamente, por herencia, por compraventa, etc. y use esos medios de produccion para emplearlos con trabajadores derive de esa gestión una ganancia razonablemente admisible.

Efectivamente, solo los empresarios más tesoneros han sido los sobresalientes y, por supuesto, han acumulado inmensas fortunas privadas que, razonablemente, ahora defienden con más ahínco en función del tamaño de su acumulación de capital.

A los emprendedores se les ha elogiado por esa labor ya que los trabajadores aislados, sin organización ni dirección resultan improductivos y anarquizados: sólo una elevada conciencia ciudadana sería la que los uniría en una gesta comunitaria que, por cierto, sigue siendo una tarea ardua y casi inalcanzable una vez que se ha instalado el sistema capitalista de produccion.

De manera que, tal vez, sólo un acuerdo entre capitalistas y trabajadores podría zanjar esa separación y tirantez permanente que hoy por hoy divide nuestras sociedades en ricos y pobres, genera crisis periódicas inevitables que terminan estancando la sociedad sin mayores mejoras, de la de hoy respecto de las de ayer.

Los ricos, precisamente, serían los primeros en ceder parte de sus fortunas traducidas en mejoras salariales, en dotación de viviendas y servicios comunes complementarios encaminados al bienestar general de los trabajadores, logros que indudablemente les conviene a los capitalistas ya que a mayor confort y bienestar del trabajador mayor es el potencial de plusvalía que ofrecería a los patronos, de manera que todos saldríamos ganando.

Ya está bien que gracias a El Capital de Carlos Marx conozcamos de donde sale la ganancia, pero sigue en pie el hecho de que, una vez establecido el régimen social de propiedad privada sobre los medios de producción sus dueños aspiren una ganancia que, por cierto, se arrebatan los unos a los otros-precios de producción- porque todo capitalista aspira no ganar menos que los demás, lo que resulta menos razonable.

La competencia, pues, no tiene vectores propios, es una derivación de la misma división de clase.

No pude seguirse admitiendo que desaparezcan cientos de siglos bajo régimen burgués sólo para ajustarlos inelásticamente a una mala versión de El Capital, según la cual, si acabáramos con la propiedad privada, todo se resolvería.

De resultas, ni lo económico puede andar por un Aldo y lo político por otro, ni la Política puede dar cuenta drástica ni sin concesiones en una búsqueda común (obreropatronal) de un mejor reparto de la riqueza inmensa generada sólo bajo régimen capitalista.



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Manuel C. Martínez


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