Hay una anécdota que cuenta que Simón Bolívar en 1812, cuando el terremoto en Caracas, le zampó un sablazo a un cura que lo hostigaba con que era un hijo del demonio por andar revirtiendo órdenes establecidas por Dios, léase el poder monárquico.
En 1999 (15 de diciembre), cuando el huracán Hugo Chávez promovió e hizo aprobar con el 71% de la votación el segundo referéndum constitucional, ocurrió la Tragedia de Vargas, como se le conoce a la vaguada arrasante.
El 20 de agosto de 2018, justo cuando se implementa oficialmente el Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica, estando Diosdado Cabello hablándole a una concentración de apoyo ante el Palacio de Miraflores, tiembla. Se mueve Caracas. Un sismo lejano en Yaguaraparo, estado Sucre, mueve la corteza terrestre con una medición en escala de Richter superior a 6.
Signos que parecen bautizar cambios, vistos acomodaticiamente por cada posición política como señal del cielo o del infierno, según ideología. ¡Señales, señales! Los idus de marzo para anunciar la muerte de César (entre romanos); el vuelo de un pájaro que presagia buen augurio (entre griegos); una bendición o una simple bendición (entre el pueblo llano).
Las redes sociales enloquecieron. Reverdecieron con sarcasmos, maldiciones, apremios, odios, miedos. Los intelectuales monárquicos hicieron el amago de emigrar hacia estadios nostradámicos para vaticinar el fin de la Venezuela chavista.
Pero… ¡nada más lejos de la verdad!
Los intelectuales de la izquierda, los chavistas, los bolivarianos, los hombres sencillos de corazón socialista, hicieron el amago de tomar el sable de nuevo y buscarse un cura para estamparle un segundo peinillazo, espetándole: ¡Si la Naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca!
¡Ese era Bolívar! Es lo que es el pueblo de hoy. Un hombre de lucha y victoria perseverante. Resistencia. Es lo que es quien escribe, un convencido amante de la Venezuela como se la pinte la derecha enloquecida. Uno que no se irá jamás de su patria mientras la derecha ataque la esperanza de cambiar hacia el hemisferio izquierdo de la vida, del planeta: humanismo, libertad, igualdad, equidad… ¡Qué puede importar que los monárquicos suelten gritos histéricos de burlas, espumas de odio y otras visceralidades!
En efecto: hay un cambio hoy a ser señalado por los indicios de la vida, del mundo, del planeta tierra, no solamente de Venezuela. Es una nueva era, económica y política, social por tanto. Es la muerte del dólar en Venezuela. Su desmontaje. Su velatorio.
Por señales más pequeñas otros países fueron barridos. Gadafi en Libia intentó hacer el dinar lo que completamente acaba de hacer Venezuela con el Petro-Bolívar, y sólo de pensarlo fue barrido con plomo.
Veamos: ¿y qué hizo Venezuela que defenestró al imperante dólar? Lo quitó como referente de conversión y ancló su moneda (el bolívar, el Petro) a lo que más abunda en el país bolivariano: petróleo. ¡Como debe ser! Desde el "Viernes Negro" el bolívar estaba anclado a la moneda invasora. Es el dólar ahora una puta viuda que anda por ahí, si es que esos contrasentidos semánticos son posibles.
El petro fue parido por Hugo Chávez, implementado por Nicolás Maduro y será defendido por el pueblo, el pueblo fiscalizador en la calle. Si cada quien hizo su trabajo, ¿por qué el pueblo organizado no iría a hacer el suyo para defender un programa que lo recupera y reivindica, por más que curas viola-niños pongan sus gritos en el cielo y adversarios políticos de ambiguas sexualidades chillen como innominadas especies en celo? ¡Por más que vates y sesudos de la derecha proclamen el fin del mundo con sus señales de movimientos telúricos!
Blog del autor: Animal político