En Venezuela existe un creciente proceso de desmonetización, es decir de pérdida de uso en el signo monetario nacional, el bolívar. Las razones son varias pero principalmente podemos citar la hiperinflación, la escasez de billetes, los constantes cortes eléctricos y de internet, la alta incertidumbre y por supuesto la enorme volatilidad que se genera por dos causas especificas: la devaluación arbitraria de la moneda que hace que el dólar oficial del Banco Central de Venezuela esté obligadamente siguiéndole los pasos al dólar paralelo y no viceversa, y la propia inacción del banco, que aún cuando ha querido aplicar medidas de política monetaria y cambiaria terminan aisladas, convertidas en verdaderas islas, dada la intensidad de la crisis.
El proceso de desmonetización ha traído consigo, a modo de sustituto, el incremento en la circulación de algunas monedas que anteriormente lo hacían pero en menor medida, casos específicos como el dólar estadounidense (US$) que cubre casi la totalidad del país y el peso colombiano (COP) que transita libremente en el occidente, con especial acentuación en los estados fronterizos. Otro sustituto importante del bolívar han sido las monedas virtuales, principalmente bitcoin (BT) con la cual se hacen gigantescas y voluminosas transacciones a diario. En menor medida y particularmente en el sur-este del territorio nacional circula el oro como medio de intercambio comercial; mientras que de manera no generalizada pero en la amplitud de nuestra vasta geografía, algunas veces producto de procesos de organización popular y otras, obligados, por la apremiante necesidad, se efectúa la complementariedad a través del trueque.
El peso colombiano es hoy más aceptado en ciudades como San Cristóbal que el propio bolívar. En zonas como San Antonio o Ureña en el estado Táchira nuestro signo monetario ha quedado prácticamente desplazado en su totalidad lo que evidentemente representa un pérdida de soberanía que tardará muchos años en recobrarse. Esta sustitución de monedas no ha sido impedimento para el comercio informal que tiende a mutarse de acuerdo a los escenarios; desde hace un buen tiempo el contrabando de productos de primera necesidad desde Venezuela hacia Colombia ha desaparecido, aún sobreviven contadas excepciones en productos que pasan al otro lado de la frontera a granel y son empacados a pocos metros de la linea internacional como “producto colombiano”.
El grueso del contrabando se da ahora desde Colombia hacia Venezuela, a diario miles de ciudadanos no solo del occidente del país, sino de la región capital y hasta del oriente venezolano, calculados en torno a las 50.000 de personas en promedio, cruzan los puentes internacionales en búsqueda de una mayor oferta de productos a precios generalmente más económicos (todo depende del valor de transa del peso con respecto al bolívar).
Precisamente este valor de transa de pesos a bolívares se efectúa a través de la división del valor del dólar en Colombia y el valor del dólar en Venezuela, como el dólar en nuestro país es altamente volátil la relación coloca en un estado de fortaleza al peso con respecto al bolívar.
No obstante en los últimos días el peso colombiano ha venido depreciándose a valores históricos, lo que sin duda alguna traerá implicaciones para los precios no solo del lado colombiano sino también para los precios de los bienes, especialmente de primera necesidad, del lado venezolano. A pesar de que el COP es parte de las monedas más baratas o depreciadas del mundo, junto a un grupo de economías de la periferia (incluyendo Venezuela), es también justo reconocer que en los últimos años había venido gozando de una destacada estabilidad.
Entre 2015 y 2018 el valor promedio anualizado del dólar con respecto al peso varió tan solo + 7,8%, otras monedas latinoamericanas variaron en el mismo período muy por encima de éste valor, así tenemos al peso mexicano + 21,28%, el real brasileño + 10,21%, el peso uruguayo + 12,96% y el peso argentino + 309%. Solo a modo de entender el por qué el bolívar pierde constantemente terreno incluso en su propia casa y con monedas consideradas baratas a nivel mundial (como el caso del peso), durante 2015 y 2018 la variación entre el dólar y nuestro signo monetario fue de 2,83 millones por ciento.
En las últimas dos semanas ha habido una importante devaluación del COP, llegando el dólar a valorizarse con respecto a éste en + 7,98%, lo que evidencia una variación mayor que la registrada durante el período 2015-2018. Esta situación para nada normal en una economía que ha sabido mantener estabilizada la divisa norteamericana en un rango que oscila entre los 2900 y 3200 pesos por dólar, tiene como principal impulsor la llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China. Este acrecentado proteccionismo norteamericano realmente representa una guerra por la hegemonía de los tradicionales Estados-Naciones que conocemos: por un lado la administración Trump tratando de recuperar terreno perdido, cosa que difícilmente conseguirá, y por otro China que desde hace años comienza a desplazar en la supremacía a Washington. Pero, ni lo uno ni lo otro, el mundo que tenemos a la vuelta de la esquina no tendrá supremacía de Estados sino de Corporaciones, para muestra véase a gigantes como Google, solo que esto ya es harina de otro costal.
A pesar que el gobierno colombiano esperaba un incremento en las exportaciones producto de las medidas arancelarias de Trump contra China esto no ha sido así, los últimos reportes oficiales de la Casa de Nariño hablan de caídas en el nivel de exportaciones lo que ha conducido a abaratar la moneda. Más recientemente la Reserva Federal de los EEUU, abiertamente presionada por Trump, decidió bajar por primera vez, desde 2008, las tasas de interés, lo que evidencia un intento por mejorar el aparato productivo, cosa que ha sido respondida inmediatamente por China devaluando el yen y empujando hacia abajo a las monedas de las economías emergentes y de la periferia. Sobre este asunto es importante entender que tanto los unos como los otros (es decir las economías emergentes y la periferia) son peones, con muy poca soberanía, dentro del aparataje mundial.
Esta disminución de la tasa de interés de 2,5 a 2,25% podría conducir a los Estados Unidos, en un intento desesperado por contener a China, a buscar el llamado interés negativo, cosa que aunque pareciese absurda para el común de la población, puesto que implica invertir los papeles (el prestamista le debe pagar intereses al prestatario), ha sido ampliamente usado en países altamente endeudados como Japón y en economías que buscan incentivar a como dé lugar la producción como Alemania, es tal la tendencia que por lo menos 13 billones de dólares (13.000.000.000.000) en bonos, lo que equivale a más del 60% del PIB de los Estados Unidos, se encuentra en este momento con rentabilidades por debajo de cero.
A primera vista la devaluación del peso significaría la revaluación del bolívar, si recordamos que la formula usada para el cálculo del valor de transa entre uno y otro es el costo del dólar en pesos (COP) entre el costo del dólar en bolívares (VEF), es decir:
US$ (Cop) / US$ (Vef)
Se podría llegar fácilmente a esa aseveración. Sin embargo, esto no ha sido así. Como ya dijimos, el dólar en Colombia ha incrementado su valor en las últimas dos semanas en + 7,98%, solo que en ese mismo período el dólar en Venezuela ha aumentado + 24,76%, el retroceso del bolívar frente al peso y el dólar ha continuado, solo que el peso también ha retrocedido, pero en menor medida, ante el dólar.
Esta situación de depreciación del peso colombiano incrementará los niveles de inflación para 2019, estimados por el gobierno de Iván Duque en 3%. En una economía como la colombiana, que en los últimos años ha sabido controlar las variables macroeconómicas la inflación comienza a preocupar puesto que el acumulado en la variación de precios desde enero hasta julio ya superó la barrera de los 3 puntos porcentuales y afecta con especial saña a las clases más desfavorecidas.
El incremento de precios en Colombia también golpeará el bolsillo de los venezolanos, antes de julio ya había un repunte importante en los precios de productos de primera necesidad como arroz, harina y azúcar que gozan de amplia demanda dentro de los miles de venezolanos que bien sea acuden directamente a territorio colombiano a efectuar sus compras o simplemente adquieren estos productos dentro de nuestro país no solo en ciudades del occidente sino hasta en la propia capital a revendedores informales o “bachaqueros”. La misma situación ocurrió con quienes prefieren, por la variedad y precios competitivos, comprar repuestos para los vehículos o aparatos tecnológicos en ciudades como Cúcuta.
Así pues, ante la revaluación del dólar y la caída en el peso y el bolívar, el consumidor venezolano seguirá tratando de surfear el incremento de precios, esta vez no solo evidenciará el aumento en los productos nacionales sino que también estará aprisionado por la subida en los productos traídos desde Colombia.
Si desde nuestro país se supiera sacar provecho a “desventajas” como el tener una moneda hiperdevaluada y unos costos operativos muy por debajo de los promedios de la región, otro gallo cantaría. Lamentablemente el bloqueo internacional que trata de asfixiarnos, el saboteo interno, la indiferencia, la improvisación y la falta de claridad política marchan a un paso mucho más acelerado que los aislados intentos por superar la crisis.