“Decir la verdad al poder no es un idealismo…es sopesar cuidadosamente las alternativas, escoger la correcta, y luego exponerla inteligentemente donde pueda hacer el máximo bien y provocar el cambio adecuado.”
Edward Said
En los últimos 15 días hemos sido testigos de un considerable repunte en el valor del dólar paralelo en Venezuela; al cierre de marzo, la cotización superó la barrera de los 100 bolívares por dólar. De forma similar, aunque en menor proporción, la cotización cambiaria del Banco Central de Venezuela superó también la barrera de los 70 bolívares este 2 de abril.
Muchas son las posibles explicaciones que se han atribuido al mencionado fenómeno; para algunos es una nueva reedición del ataque a la moneda enmarcada en la guerra multiforme y multidimensional contra la economía venezolana. Creo que esta explicación ha sido lo suficientemente referida en medios y portales.
Para otros se trataría de un salto especulativo, propio de una economía volátil y sensible como la venezolana, con respecto a los recientes anuncios del presidente Donald Trump sobre la suspensión de las licencias petroleras a varias empresas trasnacionales que participaban en diversas empresas mixtas del país y a las imposiciones de aranceles del 25% a las exportaciones que provengan de países que hayan comprado crudo venezolano y tengan como destino el mercado estadounidense.
Es menester, antes de cualquier otra cosa, denunciar enérgicamente este tipo de prácticas injerencistas, que afectan severamente nuestro soberano derecho a colocar nuestro petróleo en los mercados globales. Con esto nos sumamos a la exigencia de la mayoría de los venezolanos por el cese de las medidas coercitivas unilaterales actualmente impuestas al país por parte de las autoridades de los EE.UU.
Lo que nos dicen los números
Dicho lo anterior, ahora procedamos con números en mano a intentar discernir los orígenes y características del alza en el tipo de cambio. Para eso haremos un breve examen dirigido a medir el comportamiento del tipo de cambio en el último trimestre del año 2024 y en el primer trimestre de este año 2025.
Basándonos en las estadísticas del BCV, podemos afirmar que para el IV trimestre del año 2024 la variación en el precio del dólar alcanzó el 40,69%, pasando de 36,91 bolívares por dólar a principios de octubre a 51,93 bolívares por dólar al cierre de diciembre.
Por su parte, el llamado dólar paralelo presentó una variación del 48,3% en el mismo periodo de tiempo, pasando de 44,65 bolívares por dólar a 66,25 bolívares por dólar, con una brecha cambiaria entre el dólar cotizado por el BCV y el paralelo de 27,5% para el 30 de diciembre del 2024.
Revisando ahora el I trimestre de 2025, tenemos algunos datos reveladores: la variación cambiaria entre enero y comienzos de abril en la cotización del BCV alcanzó el 33,6%, una variación menor que la presentada en el trimestre anterior, a pesar de la inestabilidad geopolítica ya descrita.
La cotización del dólar paralelo mostró una variación por el orden del 54,9%, pasando de 67,08 bolívares por dólar a comienzos de enero a 103,93 bolívares por dólar para el 2 de abril. Esto representa una variación superior a la del IV trimestre del 2024, aunque inscrita en la línea dinámica y variable que se viene sosteniendo en el mercado paralelo, poco más de 6% mayor.
Por su parte, la brecha cambiaria entre el dólar cotizado en el BCV y el dólar medido en el mecanismo paralelo se ubicó para el 2 de abril en torno al 47,9%, ubicándose la divisa del BCV en 70,24 y en 103,93 el paralelo. Es notorio que la brecha sí presenta un salto fuera de todo parámetro estadístico, por encima de los 20 puntos porcentuales con respecto al trimestre anterior.
Trump y el sistema cambiario
Si cruzamos la cotización de la divisa con los anuncios desarrollados por Trump, para medir la influencia de las medidas en las expectativas de los actores participantes en el mercado de divisas nacional, obtendremos algunos datos interesantes.
Recordemos que los 3 anuncios más importantes referidos a Venezuela por parte de Trump, al menos vinculantes al tema económico, fueron: el realizado el 4 de marzo, referido a la suspensión de la Licencia general 41 que impactara en las actividades petroleras de Chevron en el país; el del 24 de marzo, dedicado a la colocación de aranceles a las exportaciones de los países que compren crudo venezolano; y el del 30 de marzo, declarando la eliminación de las licencias particulares a empresas como Repsol y ENI que venían desarrollando actividades de producción y comercio del crudo venezolano.
Entre el 5 de marzo y el 2 de abril, la variación del sistema cambiario de dólar paralelo fue del 33.5%, lo que representa el 61% de la variación total del trimestre. Esto revela claramente la influencia de los anuncios de Trump en las expectativas alcistas del tipo de cambio.
Por su parte, en la cotización del BCV se presentó una variación del 8.9% en el mismo periodo, lo que representa solo un 26,4% de la variación total del I trimestre del año. Esto podría explicar la ampliación de la brecha cambiaria en el mes de marzo, donde vemos que se enfrentó la dinámica especulativa del sistema paralelo con la variación multicalculada y flotante del sistema de cotización del BCV.
Más números, pero con menos dólares.
Algunos colegas sostienen de forma reiterada la restricción en la oferta que se viene presentando en el mercado de divisas promovido por el BCV como principal problema del mercado cambiario nacional. Si nos ceñimos a los datos, debemos admitir que las inyecciones de divisas del BCV han disminuido claramente entre el IV trimestre del año 2024 (1706 millones de dólares) y el I trimestre del 2025 (679 millones de dólares), representando las inyecciones del I trimestre solo 39,8% de las del IV trimestre del 2025.
Sin embargo, si comparamos la oferta de divisas con la variación en la liquidez monetaria, tenemos un dato llamativo: entre enero y finales de marzo de este año, la liquidez monetaria total (M2) pasó de 173.614 millones de bolívares a poco más de 198.415 millones de bolívares, con una variación de 14,2% en términos porcentuales y de 24.800 millones de bolívares en términos monetarios. Como es sabido por todos, los dólares inyectados por el BCV en las mesas de cambio son comprados con bolívares; por lo tanto, es lógico esperar encontrar una relación entre la liquidez de bolívares y la oferta de divisas.
Aquí es donde inicia el mayor misterio de la economía nacional: si cotizamos los 679 millones de dólares entregados por el BCV a las mesas de cambio privadas al valor del dólar más debajo del año, a saber 52,57 bolívares por dólar, tenemos un volumen de bolívares superior a los 35.491 millones de bolívares, 42,8% mayor que la variación de la liquidez o 10.690 millones de bolívares más que la cantidad de bolívares ofertados por los dólares cotizados.
Creo que esta es una sólida evidencia contra la idea de la estrechez de la oferta de divisas, a menos claro está que mis otros colegas economistas estén dispuestos a demostrar que los venezolanos tienen miles de millones de bolívares debajo de sus camas y que de algunas formas no están registrados en las estadísticas del BCV, de forma tangencial también se demuestra que tampoco existe algo así como una presión inflacionaria fruto de la producción “inorgánica” de bolívares, porque incluso suponiendo que la totalidad de la liquidez desarrollada en el I trimestre del 2025 sea producida solo por el Estado, cosa por demás es absurda y errónea, la inyección de dólares del BCV supera ampliamente el monto de dicha variación. El único misterio por resolver en este punto es saber por qué esa enorme cantidad de bolívares obtenida por las ventas de divisas no tiene mejores fines que simplemente quemarlos en el altar de los santos monetaristas.
Algunas consideraciones sobre el mercado cambiario
Habiendo revisados problemas como la oferta de divisas y la influencia internacional en la cotización de la divisa, es menester meternos propiamente en nuestro mecanismo cambiario. Para muchos ideólogos de la burguesía, el actual mecanismo cambiario estaría llegando o habría llegado a un punto de agotamiento. Quienes sostienen esta afirmación argumentan que el problema del mecanismo subyace en: 1. Su no flotabilidad y 2. El no ser un mecanismo confiable para la colocación de divisas del sector privado en el país.
Ante estos argumentos, la mejor maniobra es analizar de forma más cercana el propio mecanismo cambiario, partiendo de aquella máxima del filósofo Heráclito: no negar ni afirmar, solo señalar.
El gran problema, el árbol torcido llamado mercado cambiario.
Para saber en qué ámbito nos movemos, debemos volver la mirada atrás; esto es muy necesario en un país donde se promueve la amnesia selectiva, especialmente en temas económicos. El actual sistema cambiario tiene oficialmente su fecha de nacimiento el 7 de septiembre del 2018 con la promulgación del Convenio Cambiario N.º 1 en la Gaceta Oficial N.º 6.405 [1].
El documento conocido como Nuevo Marco Cambiario vino a regir el nuevo marco legal del cambio de divisas en el país tras la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios un mes antes [2]. A partir de allí, en la nación existirá un único y fluctuante mercado de divisas, tanto para el sector privado como para el público.
Según se establecía en el artículo 9 del convenio, “El tipo de cambio que ha de regir para la compra y venta de monedas extranjeras fluctuará libremente de acuerdo con la oferta y la demanda de las personas naturales o jurídicas a través del Sistema de Mercado Cambiario”.
Como se deja claro, el mecanismo consideraba la participación y el protagonismo de las personas naturales y jurídicas tanto en la compra como en la oferta de divisas dentro del territorio nacional; hasta allí todo parecía marchar bien; sin embargo, al seguir leyendo encontramos dos cosas claves dentro del marco legal, que en adelante determinarían el futuro del mecanismo.
El primer elemento clave es la exoneración absoluta de la que disfrutan los inversores extranjeros para con el mercado cambiario nacional. El Artículo 56 establece que “los sujetos regulados por la Ley Constitucional de Inversión Extranjera Productiva podrán remitir al exterior las utilidades o dividendos, así como remesar los ingresos monetarios obtenidos”.
Es decir, se libran de colocar sus divisas en el mercado nacional a pesar de lo dispuesto en el artículo 9. Además de lo anterior e inmediatamente después, en el artículo 57, referente a las obligaciones del sector privado exportador, se afirma: “Las personas naturales y jurídicas privadas, dedicadas a la exportación de bienes y servicios, podrán retener y administrar libremente hasta el ochenta por ciento (80%) del ingreso que perciban en divisas, en razón de las exportaciones realizadas, para atender gastos, pagos y cualquier otra erogación que deban realizar con ocasión de sus actividades, incluidas aquellas necesarias para el cumplimiento de las obligaciones tributarias conforme a la normativa que rige la materia”.
Es decir, los dos grandes focos privados para ingresar divisas al país y, por ende, al mercado nacional de divisas están fuertemente exonerados de esa responsabilidad; de hecho, en el mejor de los casos, solo el sector exportador estaría obligado a entregar el 20% de sus ingresos por exportación.
Para poner esto más claramente, lo acompañaremos con algunas cifras. El año pasado, el mercado interno de divisas recibió más de 5500 millones de dólares en inyecciones cambiarias por parte del BCV. Desconocemos la dimensión de la demanda real de este mercado, pero sabemos que el país requirió un estimado de 11 mil millones de dólares por concepto de importaciones en el mismo periodo. Esto quiere decir que la oferta de divisas del BCV representó más del 50% de la demanda total para el flujo de importaciones, siendo de lejos el ofertante principal. Al BCV se sumaron actores como Repsol y otras empresas petroleras que representaron entre el 30% y el 35% del resto de la oferta cambiaria, dejando al resto del sector privado no petrolero poco menos del 15% de la oferta.
Para sustentar esta última afirmación solo hace falta de nuevo ir a los datos. Según datos otorgados por el presidente de la Asociación Venezolana de Exportadores (AVEX), Gustavo González Velutini, el volumen de exportaciones no petroleras que se desarrolla en el sector industrial privado durante el 2024 fue menor a los 3 mil millones de dólares [3]; esto representa tan solo el 27% de la demanda de divisas del sector.
En el mejor de los casos, la capacidad de oferta de divisas por parte del sector privado no petrolero fue poco menos de la mitad de la del BCV. Sin embargo, como veremos a continuación, esto en realidad no fue así, porque la totalidad de los 3 mil millones no llegaron a las mesas de cambio.
Si tomamos los 3 mil millones como referencia y asumimos que el sector privado solo se vio obligado a entregar el 20% de su valor a las mesas de cambio, podemos admitir que, en el mejor de los casos, el sector privado aportó un monto no mayor a los 600 millones de dólares al mecanismo cambiario, poco más del 10% de lo que el BCV inyectó en 2024 y poco más del 5,4% de la demanda total por concepto de importaciones. Esto quiere decir que, en raridad, en Venezuela no existe un mercado cambiario regido por la oferta y la demanda, donde participan distintos actores económicos. Lo que existe es un mecanismo de asignación de divisas manejado por el BCV.
El problema de todo esto es que las intenciones que inicialmente se perseguían, la creación de un mercado fluctuante y libre de ofertantes y demandantes de divisas, se contradijeron al exonerar a los principales poseedores de divisas de la responsabilidad de participar en el mercado cambiario nacional; en tal sentido, el sistema cambiario actual es un mecanismo que nació torcido y hoy, debido a la dinámica de sus dispositivos, resulta difícil de enderezar.
Los salvadores: los empresarios y sus exportaciones
Para verificar correctamente el problema del sistema cambiario, hay que observar con cuidado al sector empresarial, y sobre todo su sector externo, específicamente la relación entre sus exportaciones y sus importaciones. Como hoy resulta mal visto hablar mal de los “patrióticos y revolucionarios empresarios”, me referiré a los datos entregados por el propio sector.
Para el I trimestre del año 2021, el 85 % de las empresas encuestadas por Conindustria confesaban no haber exportado; sin embargo, para el segundo trimestre del 2024, se reconocía un aumento en el porcentaje de empresas que exportan. Sin embargo, el porcentaje de las que no exportan seguía siendo mayoritario, posicionándose en torno al 62 %.
Otro dato resaltante reflejado en estas encuestas es la dinámica que han tomado las importaciones; para el I trimestre de 2021, 60% de las empresas reconocían haber tenido que importar recursos para su funcionamiento; para el segundo trimestre de 2024, este porcentaje asciende a 89%.
Mientras las empresas exportadoras aumentaron en un 27%, las empresas importadoras aumentaron en un 48%, es decir, la necesidad de importación creció más rápido que la velocidad con la cual colocamos productos en el extranjero, lo que demuestra que el crecimiento de nuestro sector manufacturero es estructuralmente dependiente del sector externo y, mientras su capacidad instalada siga activándose, seguirá creciendo la presión sobre la demanda de productos extranjeros y con ello la demanda de divisas para adquirir dichas mercancías.
Entre los sectores que más importaciones tienen está el sector agroalimentario, que, contrario a lo que comúnmente anuncia el gobierno, está lejos de autoabastecerse con la producción nacional. Para mayo del año 2024, la propia Fedeagro reconocía un déficit de por lo menos el 50% [4] de sus requerimientos para alcanzar la soberanía alimentaria tantas veces celebrada.
Para solo citar un ejemplo de este problema, hablemos de un producto cotidiano de nuestra dieta, la pasta; según datos de Ítalo Atencio, presidente de la Asociación Nacional de Supermercados y Autoservicios (ANSA), a nivel nacional existen 94 marcas de pasta a la venta en las cadenas de supermercados del país [5]. Para poder producir o vender este producto, hace falta importar la mezcla de trigo para elaborar la fórmula en el país o directamente importar el producto terminado.
Solo por compra de trigo al extranjero el país gastó en 2024 de 2000 a 3000 millones de dólares [6]. Sería interesante saber de dónde sacó ese dinero la agroindustria que no importa ni produce divisas. Este es solo un ejemplo entre muchos que podría citar en sectores tan importantes como tecnología, movilidad, farmacéutica, petroquímica, etc.
Este tipo de problemas ocurren cuando en la política económica de un país se confunde crecimiento económico con desarrollo económico. Decir que hay más marcas en los supermercados no es igual a decir que hay una diversificación en nuestro aparato industrial, ni que hay un fortalecimiento en nuestras cadenas de valor. Simplemente significa eso, que hay más empaquetadoras que comercializan un producto venido de un sector altamente monopolizado, como es el caso de la harina de maíz, de las cuales existen 42 marcas, pero solo 7 centros industriales de procesamiento, 4 de ellas bajo un único dueño.
Otro problema que afecta severamente al mecanismo cambiario es el problema de las importaciones suntuosas. Es difícil de determinar el % de las divisas que estas importaciones han absorbido hasta ahora; de forma subjetiva uno podría observar la gran cantidad de autos de alta gama y reflexionar desde allí, pero eso podría objetar la opulencia de algunos sectores, y de nuevo hablar mal de los ricos en un tiempo donde eso también está mal visto.
Hay que admitir, sin embargo, que el problema de las importaciones suntuosas es simplemente un síntoma de un problema más estructural del mecanismo cambiario, su hermetismo. Es imposible al día de hoy encontrar un registro público y oficial del destino de las divisas vendidas al BCV.
No sabemos, por ejemplo, cuánto de los más de 16 mil millones de dólares vendidos por el BCV a las mesas de cambio privadas desde 2022 han servido para importar materia prima, tecnología o relojes Rolex. No tenemos formas de evaluar si estos recursos podrían haber tenido un mejor destino en la estabilización de los ingresos en los trabajadores, o en resolver la crisis de servicios básicos o en mejores programas sociales. Es necesario recordar que esos 16 mil millones, casi en su totalidad, tienen su origen en las regalías o dividendos del negocio petrolero, es decir, pertenecen a la nación entera y, como dice el artículo 299 de la Constitución, ameritan para su uso una planificación participativa, protagónica y abierta por parte del pueblo.
Entonces, ¿qué hacer?
La resolución del problema cambiario contempla soluciones multifactoriales que van desde desarrollar una real e incluso draconiana política de sustitución de importaciones hasta la elaboración de mecanismos reales de desconcentración del aparato industrial y del resto de los factores productivos del país, entender que fomentar el emprendimiento solo mitiga, pero no resuelve los desafíos del aparato productivo nacional.
Obviamente, hay una variante importante en la ecuación de la economía nacional; me refiero al problema de las medidas coercitivas y el bloqueo imperial. Sobre esta variante, en principio no podemos hacer nada en lo inmediato y debemos reconocerlo, para no quedarnos de esta variante y obnubilar algunas acciones que sí dependen de nosotros.
Lo primero es admitir que el convenio cambiario como hoy existe ciertamente está agotado, pero no por un problema de oferta necesariamente; el BCV sigue entregando grandes volúmenes de divisas al mercado cambiario privado y es el mayor ofertante individual de lejos. El problema pasa por la poca respuesta del sector industrial privado al llamado a sustituir sus importaciones y fomentar sus exportaciones. Recordemos que esta política es una línea estratégica del consenso estadal-patronal que existe en torno a la arquitectura económica que se viene construyendo en el país desde 2018.
Esta política se ha traducido en múltiples y variantes beneficios fiscales y arancelarios para el sector empresarial. Al margen de las constantes quejas del sector empresarial sobre la carga fiscal que tienen sobre sus espaldas, lo cierto es que, según los propios datos de Conindustria, desde el 2019 esta carga viene reduciéndose sistemáticamente, representando en 2024 solo un 70% de la carga fiscal de 2019.
Si sumamos a lo anterior las recientes exoneraciones de impuestos municipales al sector primario, esto podría bajar entre 7 a 10 puntos porcentuales más. Lamentablemente, a esto no se suma alguna acción vinculante para el sector privado ante este nuevo beneficio; simplemente, los entes públicos asumen que el empresario hará lo que no ha hecho en los últimos 7 años.
En última instancia, el juego cambiario es una disputa por los recursos menguados que aún maneja el estado, es decir, la renta petrolera, que todavía existe, aunque se hable permanentemente de pos-rentismo y cosas más extrañas todavía. Por eso el principal ofertante de las divisas en el país es el estado a través del BCV.
Si queremos ver los enemigos de la política cambiaria, no es necesario que miremos a Miami; revisemos la propia normativa del convenio cambiario. Si ni siquiera tenemos un instrumento legal que obligue a la burguesía exportadora a colocar la mayor parte de sus divisas en el mercado cambiario nacional, cómo esperamos que ésta (quizás solo gracias al patriotismo que no tiene) las coloque. No podemos caer en la insensatez, en la locura, en la ingenuidad y en la inmadurez de asumir que la burguesía hará lo que nosotros esperamos que ella haga sin presión alguna. Esto no es un problema de que el pueblo no hace auditoría mediante el referente cambiario elaborado por el BCV, es un problema de no entender la lucha de clases dentro de la sociedad venezolana.
De igual forma, es necesario reformar la Ley de Inversiones Extranjeras para exigir que por lo menos un porcentaje sensato de las ganancias de las mismas se quede en Venezuela y fortalezca el sistema cambiario. También se debe crear alguna auditoría sobre los convenios amparados en el artículo 18 de la Ley Antibloqueo; el hecho de que este mecanismo legal dé pie al registro secreto de divisas al margen de su participación en el mecanismo cambiario es ante todo preocupante.
Por último, es necesaria mayor transparencia en la información del sistema cambiario, saber el volumen de inyección, quiénes las compran y con qué periodicidad las mismas vuelven al mercado o no. Todo esto es importante saberlo y es plena responsabilidad del BCV, que tiene toda la capacidad para revelar esta información.
Por ahora, el sistema cambiario venezolano sigue siendo otro ejemplo más de un mecanismo no democrático que permite la concentración y saqueo de la riqueza pública, con fuertes rémoras que promueven la desigualdad y que legitiman el predominio financiero de una clase sobre otra.
[1] https://www.bcv.org.ve/marco/convenio-cambiario-ndeg1-nuevo-marco-cambiario
[2]https://www.bcv.org.ve/notas-de-prensa/en-gaceta-oficial-derogatoria-de-ley-de-ilicitos-cambiarios
[4]https://www.radiofeyalegrianoticias.com/celso-fantinel-soberania-alimentaria-ronda-cerca-del-50/
[5] https://www.youtube.com/watch?v=_nubug10eNw&t=1279s