Muy buena nos parece la fiebre del momento. De pronto la oposición, seguramente tocada por algún Dios del Olimpo, reconoce el debate como herramienta efectiva a la hora de resolver diferencias con el contrario. El mismo que han tenido tanto tiempo ante sus ojos como si fuera invisible, amanece legitimado de la noche a la mañana en una mesa bien servida para saldar discrepancias civilizadamente.
Quienes vienen promoviendo pacíficamente el asalto a las instituciones, de pronto detienen el golpe en marcha y se sientan a debatir. Mmmj.
Están jadeantes, como buscando aliento tras haber recibido un “gancho” noble al hígado; sus rostros tensos disimulan en vano el reciente fracaso del llamado a la violencia, factor indispensable para activar la conspiración tutelada de turno. Quedaron entre la espada y la pared y se sentaron a tomar aire. No es necesario desconfiar demasiado, pensando que ganan tiempo en el vaivén mientras reagrupan fuerzas, sobre todo si consideramos que más temprano que tarde darán un golpe al debate retomando el manoseado plan que les conduce con estoica recurrencia a la derrota.
La tímida apertura a la confrontación ideológica, por más insincera que sea, deja al desnudo la debilidad argumental de una oposición que ha quemado todas sus naves tras la obsesión de tumbar a Chávez.
Cualquier similitud con la famosa mesa de negociación, es pura coincidencia. Tampoco se notó en aquella ocasión que los negociadores de la oligarquía habían acordado de antemano con el interés trasnacional la entrega de nuestra soberanía a cambio de la salida del presidente.
Pero Gaviria quedó atrás y sería malintencionado pensar que el arroz del pabellón que preparaban a la OEA quedó insulso por no cocinarlo en el caldo de la carne mechada.
La discusión confrontará propuestas mostrando sus respectivos pesos específicos, más allá, se desvanecen nuestras expectativas porque se trata de un adversario tocado por la fijación única de patear la mesa. Pero igualmente celebramos el “reencuentro” mientras dure, por la saludable calistenia aeróbica que representa mover simultáneamente más de un centenar de músculos faciales en cada intervención; invalorable aporte, sin duda, al correcto funcionamiento del sistema circulatorio.
De nuevo subestiman al pueblo con una charada que termina instruyéndolo; el invalorable entrenamiento calienta el bate que sacará la bola de cuadrangular, para acabar con el partido y dejarles en el campo, de un solo golpe.
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