Profunda indignación sentí cuando observé mediante los diversos medios de comunicación, como se reseñaba lo dicho por el Cardenal Jorge Urosa Savino, durante la homilía pronunciada en la Basílica de Santa Teresa, en las liturgias de la Semana Mayor. El Cardenal, con un doble sentido que confunde y manipula a nuestro sufrido y consecuente pueblo católico, señaló, según el diario El Nacional, que “No se puede sacar a Dios de las escuelas ni del catecismo”.
En mi caso, y estoy seguro que es el caso de muchos de los ciudadanos y ciudadanas de este país, fui formado bajo los principios y los preceptos de la religión católica. Particularmente, estudié toda mi vida en una institución de formación católica. Allí aprendí las cosas buenas del compartir, de la solidaridad y de la hermandad. Recuerdo con particular afecto y admiración a Monseñor Pedro José Porras Cabrera, el querido Padre Porras, quien dio su vida entera a los pobres y consagró su sacerdocio a la educación “incluyendo a los que no podíamos pagar las mensualidades a tiempo”, pero también observé como en torno al misticismo, a la religiosidad, a la generación de valores cristianos, al excesivo dogmatismo, se vulneraban los derechos humanos de quienes por cosas de la vida quedaban embarazadas, o no podían costear sus estudios por problemas de dinero y no pagaban a tiempo las mensualidades, o se castigaban a los alumnos por hablar durante la misa diaria o no cantar “entonadamente” en los coros de la misa de los primeros viernes, o peor aún, en una visión parcelada del mundo, se castigaba moralmente a quienes no eran practicantes de la catolicidad.
Cardenal, ¿con qué moral usted fustiga y reprende al Sistema Educativo Bolivariano, cuando nuestra Constitución consagra el derecho a una educación democrática y que respeta todas las corrientes del pensamiento? ¿Por qué manipula a nuestro pueblo católico cuando señala que no se puede sacar a Dios de las escuelas? Es que Dios no sólo va a la escuela, va a la Mezquita, va a la Sinagoga, va a diversos templos y está en el aire, en el agua y sobre todo, está en los pobres, en la justicia, en la paz, en los necesitados.
Nuestra Constitución y el nuevo Currículo Bolivariano consagran la libertad y plena democracia de las diversas corrientes del pensamiento. No podemos limitar a los padres y representantes en la enseñanza de la religión, debemos permitir que inculquen en sus niños los valores religiosos que consideren pertinentes y el Estado debe salvaguardar, en un pleno ejercicio de la democracia, esa característica de la educación, una educación laica, pero comprometida en la praxis con los derechos humanos, con la justicia y con la paz. ”Vosotros os vendéis por justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que parece sublime a los ojos humanos, a los de Dios es abominable”.
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