El Ejecutivo Nacional viene dando pasos firmes en la ejecución de una de las tareas pendientes más importantes que tiene la Revolución Bolivariana y sin cuya realización se torna imposible (aunque suene lapidaria la expresión) la concreción de una sociedad distinta de aquella heredada de la IV República. Esa tarea es la de aplicar el currículo educativo bolivariano y desechar aquel que se definió en la década de los ’80 y con el cual se formaron los(as) individuos(as), la familia y la sociedad que exigía el modelo capitalista de desarrollo competitivo, bajo la aquiescencia de los(as) entonces usufructuarios(as) y hoy “viudos(as)” del sistema político puntofijista. No obstante, estos(as) resentidos(as) no cejan en su empeño de conservar el modelo educativo que garantiza la supervivencia de una sociedad de hombres y mujeres egoístas, y para ello utilizan diferentes instrumentos, especialmente los medios de comunicación social, ya que la calle la perdieron, y más recientemente se han propuesto recurrir a instituciones del Estado con responsabilidad en la protección de los derechos de los(as) niños(as) y adolescentes para oponerse a la acción gubernamental.
Es bien sabido que todo modelo de sociedad se dota de un currículo educativo que, en principio, lo justifique, pero, además, que responda a los objetivos económicos que se plantean los sectores dirigentes. De no ser así, la sociedad venezolana seguiría rindiendo pleitesía a los antiguos y actuales monarcas españoles (los bastarditos venezolanos que hoy dan vivas al rey español son pasto para otros fuegos) y formando exclusivamente teólogos, abogados y uno que otro médico “sangrador”. De hecho, a cada periodo trascendental de la historia venezolana le ha correspondido un modelo educativo que ha pretendido formar a la sociedad que le interesa. Los gobiernos guzmancista, gomecista, perejimenista y puntofijistas lo han hecho y para ello han comenzado por presentarse como lo positivo frente a lo negativo del pasado, sin empacho alguno para señalar defectos de sus predecesores y virtudes propias, así como en impregnar de contenido ideológico esos modelos, cuyos valores, a pesar de los cambios, se pernean, como por ósmosis, de una generación a otra, prolongándose en el tiempo, como sucede, por ejemplo, con las ideas de orden y progreso, justificadoras del capitalismo y propias del positivismo imperante en la época del gomezcismo, que aún se mantienen vivas en la mente y discurso de mucha gente, incluso entre quienes se dicen revolucionarios(as).
Luego de casi una década de gobierno revolucionario, se observa la disposición del Ejecutivo para establecer un nuevo currículo, acabando con esa contradicción de pretender avanzar en la construcción de una sociedad bolivariana (de una socialista ni se diga) con el currículo educativo propio del capitalismo neoliberal. Este último se corresponde con el modelo de desarrollo competitivo que sustituyó al modelo de desarrollo hacia adentro, también capitalista; y que pretendió formar (o formó, según los resultados que hoy vemos) al individuo(a) excelente, egoísta y competitivo(a) propio(a) de una sociedad con un modelo económico neoliberal, por lo que resulta imposible lograr una persona y una sociedad distinta si se sigue utilizando, en los planteles oficiales y privados, el currículo neoliberal (disculpen la imagen, pero es algo así como querer hacer una cachapa con harina de trigo; en todo caso se obtendrá una panqueca, que es comestible, pero eso según los hábitos alimentarios).
Y he aquí donde se debe hablar claro. El presidente Hugo Chávez Frías ha manifestado públicamente que el nuevo currículo es ideológico, y es que así debe ser asumido. Los voceros y promotores del mismo deben ser multiplicadores de ese discurso, los educadores revolucionarios también deben hacerlo, sin complejos, sin miedos, sin dubitaciones; las madres y padres revolucionarios(as) deben asumirlo y defenderlo. Sí, afirmémoslo, el nuevo currículo es ideológico, así como también lo es el currículo vigente, heredado de los arquitectos del neoliberalismo, y cuya historia hunde sus raíces en la época de los “Chicago boys” Ugueto y Azpúrua, entre otros, que representaban la corriente neoliberal en el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984), cuando se sentaron las bases para el modelo educativo con la promulgación de la Ley Orgánica de Educación y un nuevo currículo en el cual se eliminó la Historia de Venezuela. El actual es tan ideológico y exitoso en sus objetivos, que los sectores formados con su contenido, hoy, en términos generales, asumen de manera furibunda la defensa del estilo de vida definido por el neoliberalismo, constituyen un amplio sector oposicionista a las políticas del Presidente Chávez, no dudan en buscar emigrar “a donde haya plata” sin importarles un bledo el país, no tienen conciencia de patria (no estudiaron Historia de Venezuela en sus años iniciales), se consideran globalizados(as) y llegan al extremo de sentir vergüenza de ser venezolanos(as) (no todos ni todas, por supuesto); y hasta en muchos revolucionarios(as) se ha incubado ese ideologización y los(as) ha hecho dudar (podría ser una variable que contribuya a explicar el 3-D).
Ese instrumento ideológico, de inculcación de valores propios de una sociedad que antepone los intereses de los más débiles del colectivo frente a las apetencias individuales; de formación de seres solidarios(as), indagadores(as), creadores(as), productivos(as), necesarios(as) para una sociedad que quiere desatar los nudos de la antigua y nueva dependencia; ese currículo bolivariano viene siendo objeto de ataques sistemáticos por parte de la oposición, en razón de la claridad con respecto a la función que ha cumplido el currículo neoliberal, que no es otro que ser el instrumento ideológico eficaz que ha permitido la formación de sujetos que no pueden comprender ni asumir (en términos generales) los cambios que se producen en el país y en nuestra América Latina y del Caribe, y por lo tanto, los rechazan o se movilizan contra ellos. Con la instauración del nuevo currículo, la oposición ve desmoronarse una trinchera fundamental, aunque, es suficientemente claro, los resultados tenderán a verse en el mediano y largo plazo, sin negar que quizá aún en las próximas décadas todavía se hable del orden y progreso, así como de otros valores o conceptos del neoliberalismo que pervivirán en el tiempo.
La oposición, a pesar de que anuncia actividades de calle, ha concentrado sus esfuerzos en los medios de comunicación social, donde se les ofrecen espacios a personajes que defienden severamente el modelo educativo neoliberal vigente junto a otros que critican al neoliberal y al bolivariano, atacando a éste por ser supuestamente ideológico, pero sin cuestionar por la misma razón al neoliberal; y en menor medida se permite la participación de aquellos que proponen y defienden al bolivariano, aunque muy pocas veces se pone de relieve su carácter ideológico. Este es un punto en que se debe tener sumo cuidado, habida cuenta del papel de los medios en socavar la moral y conciencia revolucionarias.
Unida a la acción mediática, la oposición, echando mano a los sindicatos y colegios controlados por ella, y en razón de la debilidad de estas entidades en movilizar a sus afiliados, se ha planteado recurrir a diversas instituciones del Estado comprometidas con la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes (Defensoría del Pueblo, Ministerio Público, Consejos de Derechos y de Protección), para solicitar la interposición de acciones de protección a favor de los niños y contra Ministerio del Poder Popular para la Educación y sus diferentes representaciones locales, por la supuesta suspensión arbitraria de clases para realizar la inducción a los docentes en lo que corresponde al nuevo currículo, lo cual, supuestamente afectaría el derecho a la educación de los niños. Ello no pasaría de significar un acto ridículo e hipócrita de los sindicatos y gremios docentes, principales responsables de la pérdida de clases por las huelgas, muchas de ellas justas y también muchas de ellas traicionadas, que se protagonizaron en la época pre-Chávez; de no ser porque la buena voluntad, el ánimo de cumplir con la misión, la vocación de servicio, la ingenuidad política, de los(as) funcionarios(as) de estas instituciones, y la no descartable mala intención política de alguno(a) de ellos(as), derive en una acción contra el Ejecutivo Nacional.
La oposición que antes rechazaba a la Constitución Bolivariana y a las instituciones derivadas de ella, así como aquellas que consideran aliadas al gobierno, ha entendido que la Carta Magna y los organismos del Estado venezolano pueden ser útiles para sus pretensiones políticas, sabiéndolos utilizar. De allí que representantes sindicales y gremiales oposicionistas hayan anunciado la intención de acudir ante esas entidades, en donde, por supuesto, deben ser recibidos y atendidos como les corresponde como ciudadanos(as), escuchar sus planteamientos y orientarlos; pero sin que descuiden la situación aquellos que dirigen o coordinan esas entidades, ni por quienes tienen la investidura para recibirlas, tramitarlas, sustanciarlas y decidirlas, para evitar incurrir en deslizamientos sobre superficies blandas que conllevan a contribuir en la sustanciación y ampliación de un futuro expediente a ser presentado ante organismos internacionales, como parte de su estrategia mediática nacional e internacional. Si bien resultaría inocua jurídicamente, en materia política afectaría la intención gubernamental de legitimar su accionar en materia educativa.
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