Alerta sobre importación de ganado del Sur
Andrés Avellaneda
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, Núcleo El Cují
andresavellaneda42@yahoo.com. 0414-454-4535
En mi condición de militante de este proceso bolivariano, veo la imperiosa necesidad de hacer algunas reflexiones y alertar acerca de experiencias lamentables, en la producción de carne y leche de origen bovino en Venezuela, que en nada nos enrumban a un proceso de emancipación - liberación.
Quiero comenzar aclarando que lejos de hacer un análisis tecnocrático, tengo plena convicción de la necesidad de profundizar lazos de hermandad e integración con los pueblos de nuestra América, ya que sobran razones históricas, culturales, económicas, sociales, geopolíticas y militares para hacerlo. No obstante estamos obligados a asumir esa integración con una visión emancipadora para nuestros pueblos, rompiendo los lazos de dominación tecnológica que se reproducen aquí, en Uruguay, Argentina, Brasil y hasta en Cuba, caracterizados por ser modelos de producción exógenos, descontextualizados de nuestras condiciones agroecológicas y socioculturales. Es decir debemos integrarnos en un encuentro pueblo – pueblo, contrastando el modelo de dominación institucionalizado versus modelos originarios, acervo de nuestra cultura latinoamericana, que fuera del poder constituido han resistido durante 500 años los embates del desalojo colonial. Integrarnos para ir descubriendo y retomando experiencias originales, revolucionarias, donde se construyan o reproduzcan modelos propios, experiencias autóctonas, locales que contribuyan al proceso de emancipación y liberación. De modo que concibo la integración latinoamericana como un encuentro pueblo - pueblo y no institución – institución, las que lamentablemente en nuestra América, todas se encuentran profundamente infiltradas por el mismo enemigo, el coloniaje intelectual y tecnológico, que repiten modelos generados desde los centros hegemónicos con realidades de otras latitudes, muy diferentes a las nuestras.
Ahora bien los procesos de emancipación y liberación se van construyendo desde la reflexión – acción, no pueden ser decretados ni tampoco se logran en un taller. Es aquí donde radica mi inquietud de generar el debate, de aportar mi punto de vista en el tema de la importación de vaquillonas (en otrora “vaquillas”), decisión tomada desde el poder constituido.
Para estas reflexiones aclaro mi desacuerdo en imponer políticas agrícolas desde conciliábulos “burocráticos o de expertos”, sin tomar en cuenta el poder hacer de nuestro pueblo. Sin embargo, entiendo es un proceso donde debemos generar metodologías y espacios propios de participación del pueblo agrícola, no tutelados desde el estado, ni mediatizados por “gremios sin bases” que buscan solo beneficios para sus juntas directivas y entornos. Ahora bien si partimos de la buena fe de los funcionarios, de su claridad en los objetivos y de la convicción de la transitoriedad del estado, entiendo (por ahora…) lo difícil de tomar decisiones desde el alto gobierno en tiempos de transición. Donde no es fácil asumir planteamientos diferentes a modelos impuestos; instituciones repletas de funcionarios amoldados a otros valores; grandes sectores de la población que aún mantienen sus esperanzas en la repetición de experiencias agotadas, influidas por la ilusoria riqueza. Situaciones como la falta de sistematización y ubicación de experiencias autóctonas y de modelos propios, la diversidad conceptual (endogeneidad, sustentabilidad, seguridad y soberanía agroalimentaria, agroecología, agricultura orgánica); el posible desconocimiento en ciertas áreas, la dinámica demoledora impuesta por la situación política interna y externa, la contradicción entre un estado opresor burgués y las políticas de emancipación popular que inspiran nuestra revolución, son algunos elementos que dificultan la construcción de políticas acertadas. Aunado a estos factores, otros no menos comunes como la asesoría perversa e interesada de cazafortunas; la orientación mayoritaria de académicos y profesionales que reciclan conocimientos y modelos surgidos de realidades muy diferentes a las nuestras, de otras latitudes; universidades, centros de investigación y de extensión, cuya orientación o producto institucional (salvo contadas individualidades o grupos de resistencia) son el auspicio de modelos exógenos; proyectos refritos (repetidos) provenientes de la mayoría de las asociaciones de productores, cooperativas, que reproducen y refuerzan los lazos de dominación y la dependencia tecnológica; ensombrecen el rumbo hacia la consecución de un desarrollo agropecuario constitucionalmente pertinente, surgido de nuestras condiciones históricas, políticas, socioculturales, agroecológicas, económicas.
El tema es amplio y en esta ocasión voy a referirme solo a las razas traídas con las diversas importaciones que se han efectuado, sin profundizar “por ahora” en el problema de fondo, el modelo de producción foráneo o el recetario de otras latitudes para producir leche. Cuando expreso “foráneo”, no solo me refiero al paquete tecnológico importado de los países de clima templado, sino también a los sistemas de producción copiados e impartidos por nuestras universidades, centros de investigación y de extensión; vuelvo y repito, salvando grupos minoritarios de profesores e investigadores.
Para introducirnos en el tema es bueno pasearnos por una información básica acerca de las razas bovinas, para que nuestro pueblo evidencie (lejos de la arrogancia académica), la esencia exógena del asunto y detecte la procedencia del coloniaje intelectual, con la intención de fortalecerlo en el proceso de emancipación y ruptura con los modelos y estructuras de dominación (que nos atan al imperialismo), en la construcción de sus políticas agropecuarias.
Iniciaremos con dos premisas. La primera es que los animales por principios biológicos son expresión o el resultado de largos años de selección por adaptación al medio ambiente, es decir si un animal o rebaño no se adecua al clima, la alimentación, las enfermedades, topografía, etc., de una geografía determinada, tienden a desaparecer. Si por el contrario genéticamente se adapta, sobrevivirá y producirá bajo esas condiciones. De modo que por principio de la naturaleza, los animales se adaptan, sobreviven y producen en un ecosistema determinado y no los ecosistemas se adaptan a los animales. Solo la irracionalidad capitalista depredadora, destruye la ecología para adecuarla a unos animales o crea ambientes artificiales altamente consumidores de energía para mantenerlos, bajo el argumento de la productividad.
La segunda premisa es nuestra ubicación latitudinal como país tropical. Venezuela se caracteriza entonces por presentar condiciones ecológicas tropicales como son: aporte constante de energía solar durante todo el año, presencia de dos períodos climatológicos bien definidos (lluvioso y seco), alta temperatura y humedad relativa, abundante biodiversidad, presencia de endoparásitos (como tripanosomas, babesias, anaplasmas y grastrointestinales) y ectoparásitos (garrapatas, moscas), crecimiento constante de forrajes fibrosos a lo largo del año, gran proporción de suelos ácidos pobres en nutrientes, grandes extensiones de ecosistema llanero, de topografía plana y numerosas fuentes de agua.
Existen diferentes razas de ganado bovino (vacas y toros) que según su origen se agrupan en Bos taurus o Bos indicus. Los animales Bos taurus son de origen europeo, es decir se han formado, adaptado y desarrollado bajo las condiciones agroecológicas de países europeos, nórdicos, templados o de cuatro estaciones. Dentro de las razas taurianas más comunes se encuentran la Holstein, Pardo Suiza, Charolais, Jersey, Chianina, Simmental, Hereford, Angus. Son animales que han sido hoy en día seleccionados por el hombre para la alta producción sea de carne o leche, en condiciones de ambiente controlados, alimentación basada en el uso de concentrados, con un manejo sanitario ajustado a la prevalencia de enfermedades específicas. Los taurinos son susceptibles a tener serios problemas de adaptación a las condiciones tropicales, además de ser manejados con una cultura ganadera muy diferente a la venezolana. No obstante hay las llamadas razas B. taurus tropicalizadas, que como se entiende son animales de origen europeo que se han adaptado por selección natural o por selección controlada a las condiciones tropicales. Un ejemplo de ellas fue y probablemente es (hay que profundizar la indagación) el ganado criollo tan atacado y vilipendiado por mucho tiempo por los “centros del saber y sus expertos” venezolanos. Afortunadamente esto cambió, producto de los debates encabezados por el profesor Dieter Plasse con quién comulgamos en buena parte de sus planteamientos. Ahora bien no solo en el norte se dan las condiciones templadas, sino también en el sur (o sur-norte), es decir la zona tropical se encuentra en la franja media del planeta delimitada por las zonas templadas, en ambas mitades. En el llamado sur (o norte revolucionario) como el caso de Argentina, Uruguay, Chile y buena parte de Brasil, por su ubicación latitudinal y condiciones templadas también trabajan con razas taurinas como Overo Negro y Colorado (tipo de Holstein), Pardo Suizo, Hereford, Simmental, Normando fundamentalmente, que tampoco están adaptadas a las condiciones tropicales.
Por otro lado tenemos las razas Bos indicus originadas en la India y Pakistán, entre ellas los conocidos cebú como Guzerat, Nelore, Gyr, Brahman. Son animales adaptados y resistentes a las condiciones tropicales. Esta resistencia se ha utilizado como característica fundamental para el cruzamiento con razas taurinas, demostrando los mejores comportamientos en los sistemas de producción de carne y leche en nuestro país.
Para tratar de resolver el problema de la producción de carne y leche Venezuela y la ingesta de proteína por parte de la población, desde comienzos del siglo pasado ha sido una práctica de muchos gobiernos, la importación no solo de ganado sino de los sistemas de producción altamente dependientes de insumos foráneos o ensamblados y profundamente consumidores de energía. Solo en la década de los ochenta ingresaron al país alrededor de 120.000 bovinos lecheros de las razas Holstein, Pardo Suizo provenientes de los Estados Unidos y Canadá; y en menor cuantía mestizajes como el Siboney y Mambí de Cuba. De modo que nuestros inconvenientes de producción propendemos a remediarlos “importando la solución” desde otras latitudes. Es decir intentamos resolver el problema con unos inadaptados. Por lo referido es fácil adivinar el destino de esos animales, de las perspectivas de producción, de la dieta del pueblo, las inversiones, las unidades de producción, la infraestructura desarrollada, de los recursos, etc. El país se convirtió en un gran comedero de zamuros de carne importada y se minó de esqueletos de infraestructura costosa regada por doquier.
Según la orientación imperialista-académica en su afán capitalista por el dinero, la productividad y de justificar contra natura su perversa visión, incrustaron animales importados a la Zona Alta de los Andes (Mérida, Táchira y Trujillo), donde los inadaptados si lograrían su “confort” ambiental. La irracionalidad capitalista activó su practica “antinatura” del lucro, sin importarle la destrucción de los bosques de las cuencas altas, nacientes de ríos, fundaron potreros para albergar a los inadaptados e imponer “su negocio, su verdad, su modelo”.Dentro de los daños ecológicos causados se mencionan: merma de la producción de agua, pérdida de zonas aptas para la agricultura cafetalera, pérdida de suelos, vaguadas, derrumbes, que afectan drásticamente a las poblaciones de las zonas bajas de Apure, Barinas, Mérida, Táchira, Sur del Lago, Portuguesa, Lara, Trujillo.
Esa fue la irracionalidad que se impuso en aquellos años. En una revolución humanista, socialista, donde el bienestar colectivo y la preservación del ambiente, debe estar por encima de los intereses de clase, no podemos permitir que se siga imponiendo la irracionalidad. Como revolucionarios estamos llamados a no repetir experiencias exógenas fracasadas; y no nos dejemos arrastrar por la irracionalidad de llevar nuevamente a las cuencas altas andinas, a los inadaptados provenientes del sur.
El desarrollo endógeno desde mi punto de vista, es un constructo social basado en el conocimiento, valoración y utilización de los recursos locales, para la transformación de la realidad sociocultural, política y económica, nutriéndose de la participación de la gente, de sus saberes, de su historia, de su cultura. La construcción de políticas pecuarias bovinas en la revolución, deben emanar de lo profundo del pueblo productor como sujetos, con su realidad y experiencia local, tomando en cuenta sus condiciones agroecológicas, sus saberes, su cultura, partiendo de los aportes de nuestra vilipendiada ganadería llanera, autogestionadas desde los consejos comunales, y no ser una imposición desde el estado o de un conciliábulo de “expertos”.
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, Núcleo El Cují
andresavellaneda42@yahoo.com