Desde los años 40 del pasado siglo se viene alertando sobre el agotamiento acelerado de este recurso natural. El recordado Arturo Úslar Pietri, afamado escritor y empresario venezolano, sonó las alarmas desde su posición burocrática durante los tiempos del General Medina Angarita[1]. Tal vez porque de la derecha no puede esperarse más que más daños al país donde ella se asiente, por eso, decimos, esas alarmas uslaristas resultaron mudas.
Fueron los años de pleno empuje y desarrollo de las concesiones petroleras que decidió EE UU y así fue como las inauguró por Juan Vicente Gómez en condiciones tan desfavorables para el país que hubo necesidad de reformar las participaciones del Estado venezolano en las fabulosas ganancias de esta industria que sigue siendo una de las más prosperas y enriquecedoras de los grandes burgueses del planeta. Esa riqueza usurpada a países con yacimientos petroleros y de otros minerales produjo Presidentes para ese Estado imperialista, un país plutocrático por excelencia. El caso de Obama ha sido una excepción, quizás, porque los tiempos durante los cuales le ha tocado ser Presidente serán catastróficos para la humanidad con grandes masacres humanas como las que hemos conocido en su fresco mandato enarbolado irónicamente con un Nobel de la Paz. Su escogencia ha sido una variante paradójica del racismo que los caracteriza.
Traemos a colación esta introducción, porque ha sido con el Presidente Hugo Chávez con quien se retoma el proyecto uslarista de sembrar este recurso, o sea, de convertir un recurso no renovable y cuasimineral, agotable, en otro que sea reciclable o renovable, y recurso irrenovable que, de perogrullo, mientras más se extraiga en el menor tiempo posible más manifestará su agotamiento, al margen de los nuevos yacimientos porque estos también adolecen de estas limitaciones, en clara oposición a los renovables recursos agrícolas.
Petróleo que no se venda por ahorita, podrá venderse o autoconsumirse más adelante y, si tenemos que “apretarnos el cinturón”, debemos y podremos hacerlo, habida cuenta de que nuestra condición de gente explotada y marginada de todos los siglos nos ha desarrollado nuestra capacidad para sobrevivir con mínimos recursos, no así los países altamente industrializados cuyas empresas esconden dinosaurios enfermizos siempre presto para su derrumbe, y cuyos trabajadores son contantemente lanzados a las calles para su renovación por otros más inexpertos, menos desarrollados como fuerzas productivas, con lo cual forzosa e inducidamente decae su rentabilidad.
De manera que la irrenovabilidad del petróleo podría entenderse como una invitación a controlar no sólo la economía propia, local, sino la regional. Los países aliados de América Sureña y los de países orientales amigos podrían perfectamente optar por ser los reguladores del mercado en relevación de las potencias convencionales que hasta ahora, no sólo se han servido de este recurso para su personalísimo y egoísta desarrollo, sino que han venido usándolo para aplastar a sus proveedores, tal como coherentemente el capitalista hace con sus trabajadores a quienes no sólo les arranca la plusvalía, sino que los usa como soldadesca, como sirvientes en sus hogares, como policías asesinos, como sicarios, como mercenarios, y, de paso, les “garantiza” pobreza y miseria[2] a fin de que no puedan moverse con sus propios pies, no puedan protestar con éxito por aquello del bozal de arepa que tanto los mantiene divididos e interaliaenados.
[1] Cuando Medina, los ingresos petroleros montaban un 60% de las ganancias de los concesionarios. Con Betancourt descendieron rápidamente a 50% y se inició la ruina de nuestros campos porque la siembra del petróleo estaba por verse, ante su agotabilidad en el tiempo. http://www.aporrea.org/
[2] Eso de que primero entraría un elefante por el ojo de una aguja que un capitalista en el ”reino” de los cielos ya nos huele a falacia obsoleta.