La fortaleza de Petrocaribe está en que se autogerencia a sí misma y puede gerenciar hacia afuera. En realidad se trata de un solo movimiento. La operación de autogerenciarse surge cuando aparecen las demandas o las exigencias. Se trata de un fenómeno instantáneo. Sin embargo, no debemos tomar las mencionadas demandas o exigencias como datos aislados que se presentan fragmentadas, segmentadas o en realidad empírica. No. Demandas y exigencias constituyen un gran flujo —incluso en forma potencial— en el cual se entrecruzan, enfrentan y aparecen para reaparecer bajo diversas formas, incluso para incrementar su velocidad operativa. Hay que blindar la gerencia petrolera pues puede enlentecerse, ralentizarse.
Sólo un ojo gerencial puede detectar estas infinitas fluctuaciones que acontecen a cada instante en el seno siempre fluyente de Petrocaribe. Ignorar esto es desconocer simplemente la operatoria de esta confluencia en los países que la integran. Enfrentar la paranoia mundial por poner un ejemplo ilustrativo natural reconocidos en los drásticos cambios climáticos, tsunamis, o, sin ir tan lejos en el ecocidio de la Amazonía ecuatoriana producido por la empresa Chevron—Texaco. Hasta llegar al agigantado cinturón de guerras en los países pertenecientes a la OPEP contra quienes están dirigidos los nuevos enfrentamientos planetarios.
Pero un problema capital para la gerencia está basado en las visiones que mantienen diferentes países hacia Petrocaribe. No es lo mismo, ni tiene por qué serlo —al hablar de PDVSA— gerenciar endógenamente, es decir, hacia nuestro país y la región con su filial PDV—Caribe al hacerlo frente a las grandes empresas productoras de petróleo del planeta. Mientras que las negociaciones entre los mismos países de la OPEP confrontan sin lugar a dudas esta problemática que podríamos denominar de consenso. Cada país con el cual negociamos es distinto y complejo. Por lo cual se hace inminente un análisis de las culturas de dichos países. Nos referimos a su propia cultura organizacional.
Este es uno de los principales problemas que deben ser considerados, a la luz del análisis en toda su complejidad. Cultura por definición es todo aquello que el hombre ha hecho y hace. En el seno de la cultura se encuentran imbricadas las creencias religiosas —aún más en el caso nuestro y nuestra cautela hacia los países árabes y persa (Irán), por ejemplo—, con sus modos y modelos de hacer política, ejemplo de ello geográfico, ecológico. Cada país presenta una manera singular de expresar su haber cultural petrolero. Y todo el ensamblaje de las negociaciones se basa y se autoconstituye en el lenguaje, el más alto valor de la cultura.
Por consiguiente, una gerencia centra su desarrollo en la interacción de los fenómenos, debe dar cuenta de la cultura organizacional de las empresas en los diferentes países con los cuales se halla estrechamente vinculada Venezuela. Al mencionar PDVSA estamos asumiendo que Petrocaribe ha nacido de esta, así como Petroamérica, Petrosur, el ALBA—TCP, Celac, Unasur hasta llegar a nuestra incorporación al Mercosur. De manera que al hablar de cultura organizacional PDVSA debe asumirse que su validez incluye a estos grandes bloques.
Esta complejidad cultural de los países productores y demandantes de crudo y, más específicamente de las empresas con las que PDVSA posee fuertes vinculaciones —incluso si estas fueran débiles o poco reconocidas en el mercado planetario— han sido expuestas admirablemente por muchos teóricos de la cultura organizacional.
La cultura, en términos generales, está conformada por nichos o nódulos culturales. Podemos definir a los nichos o nódulos culturales como grupos humanos con intereses y creencias particulares, aunque generalmente compartidas en los ámbitos donde se desenvuelven; ejemplo: el mundo islámico y el cristianismo.
En suma, la cultura petrolera viene a ser la sumatoria de estos nichos culturales en donde se procesa información, nacen nuevos esquemas de intercambio, nuevas maneras de percibirse los seres humanos como la búsqueda de una genuina atmósfera de convivencia, proactividad y sustanciosos beneficios.
Petrocaribe conforma uno de estos nichos, no sin aclarar su existencia como una parte que a su vez es un todo. Una dificultad sin duda ardua consiste en que el Caribe es en sí mismo un crisol donde confluyen varias lenguas. Hablamos del Caribe francófono, anglófono y, por supuesto, del español. Esto de por sí implica una dificultad en el momento de la emisión de comunicaciones y la especificidad idiomática conforma un gigantesco nicho cultural cuyo conocimiento es imperativo.