Lo que le toca capear a Nelson Martínez no es fácil. Le toca luchar contra una pesada herencia y enfrentar un arduo trabajo que debe pasar por la reconstrucción integral de PDVSA desde sus propios cimientos. Le corresponde hacer entender y convencer al dominio político interno y externo de los graves riesgos que hoy por hoy comprometen a nuestra fundamental industria y de la imperante necesidad de ejecutar cambios profundos en su organización y junta directiva. Le incumbe limpiar el nombre de PDVSA, hoy por hoy sumergida en numerosos casos de corrupción.
La pesadilla por la que atraviesa PDVSA es la consecuencia del descuido en que ha estado sumergida, de la rampante penetración política y de la errada visión estratégica del negocio que ha prevalecido allí desde 2008, pero que venia gestándose desde 2005-2006.
No es como algunos han pretendido hacer ver, que ha sido producto de la escasa disponibilidad de capital requerido para poder ejecutar su plan de inversión, como consecuencia derivada de la presión política por obtener mayor suma de divisas. Divisas hubo crecientemente desde 2004 y hasta mediados de 2014, ya que el barril experimento y sostuvo su mayor ímpetu precisamente en ese lapso de tiempo, con una leve excepción hacia el entorno Q2’2008 al Q1’2009, mientras que la perdida de producción y la decadencia tomaron por asalto a PDVSA desde 2008.
La dirección de PDVSA no fue capaz de ejecutar el presupuesto de inversión asignado de manera provechosa entre 2008 y 2013, aun teniendo abundante disponibilidad financiera. Por el contrario, alimentó el despilfarro y castigó la generación de valor, al reducir consistentemente la cantidad de barriles producidos por cada millón de dólares invertidos. Es decir, inversiones no productivas e ineficientes.
La energía fósil tiene sus días contados y Venezuela esta muy lejos de poseer una economía autosuficiente; ni siquiera con un barril a más de US$100. Con más de 400 años de vida de reservas petrolíferas, debemos ampliar las opciones de desarrollo en el menor tiempo posible y pensar como país, en un mañana sin petróleo, pero desde el punto de vista del desarrollo tecnológico, cultural, político y social sustentable y teniendo como norte, la exclusiva conveniencia de nuestra patria y de su gente.
Antes de dar inicio al plan siembra petrolera (dígase faja del Orinoco y costa afuera), el horizonte de producción de nuestra industria se había estabilizado luego del sabotaje de 2002 en alrededor de 3.26 MMBD, con un esfuerzo de unos 81 taladros activos. A raíz de la explosión de la burbuja financiera a mediados de 2008-2009, ocurrió un desplome momentáneo del precio del barril.
El liderazgo de PDVSA para entonces decide reducir el nivel de actividad a 54 taladros activos, cuando en lugar de reducir actividad, debieron haberse asegurado de continuar creciendo en potencial manteniendo el nivel de producción constante, aguardando el rebote del mercado para asegurar colocación y flexibilidad de nuestros crudos y productos, tal y como precisamente lo hicieron sus contrapartes mas prominentes de la OPEP en el GCC.
Por el contrario, promovieron el deterioro de todos los activos de mayor valorización y menor costo de desarrollo, ocasionando con ello el actual descalabro por el que atraviesa la industria.
No contento con haber deprimido la actividad y con ello la producción precisamente en aquellas segregaciones claves, vitales y de mayor demanda, deciden reorientar el esfuerzo exclusivamente hacia la FPO, elevando el número de taladros totales a 122, ocasionando una sustancial elevación de costos y masiva caída de nuestra volumetría. Como consecuencia, entre (F/A) 2008 y cierre de julio’2017 la producción se ha desplomado en cerca de 40% y aun continúa preocupantemente en descenso.
PDVSA nunca debió haber desmovilizado sus taladros propios para desarrollar la FPO y menos en detrimento de una preciada producción de crudo Premium de menor costo de producción y mayor valorización.
Debió haber negociado integralmente hacia fuera su desarrollo bajo un estricto control, pero con condiciones atractivas, valiéndose de la oportunidad y coyuntura de precios reinante para entonces. Procurar un desarrollo 100% con esfuerzo privado, bajo condiciones que asegurasen tanto la inversión cronométrica, con un nivel base de producción por encima del cual reconocer ganancias. Asegurando un margen base de ganancia independiente del precio de mercado.
De esa manera se hubiese conseguido de manera aun más concreta, el mismo propósito político de amalgamar voluntades y apoyo internacional, mientras se salvaguardaba el valor y flexibilidad estratégica de PDVSA.
Todo lo contrario, PDVSA con su estructura de negociación originó el encarecimiento de sus propios costos de producción, mientras subsidiaba a sus socios a expensas del descuido y desvalorización de sus activos más preciados.
El impacto en los costos de producción de PDVSA por parte de las empresas mixtas ha pasado de $0.30 por barril en 2010, a más de $3.00 por barril en 2014, significando ello un incremento del 900% y causando una sobrecarga financiera del orden de $3.000 millones anualizado.
Desde 2008, las decisiones, estrategias de negociación y exacerbada miopía gerencial ocasionaron el derrumbe de la producción nacional desde 3.26 MMBD en 2008, a cerca de 2.00 MMBD en la actualidad. PDVSA ha sufrido un colapso solo comparable con los primeros 10 años de su nacionalización, cuando nuestra naciente industria perdió cerca de 1.3 MMBD en medio de un ambiente de alza del barril.
Todas las segregaciones y activos de crudo de PDVSA se han venido abajo de manera crítica y preocupante. El caso de PDVSA GAS ANACO en más que penoso, doloroso. Cuando recién en 2008 producía 1650 MMPCD, hoy día apenas produce 550 MMPCD.
Esa abrumadora pérdida de producción experimentada desde 2008 le habría costado al país en exceso a los $22.000 millones (RT) solo por producción diferida. Para julio 2017 la producción de occidente habría cedido hacia unos 440 MBD, mientras que la de oriente 550 MBD. Por el otro lado, la producción de la FPO continua desinflándose consistentemente hacia el entorno de 1.05 MMBD.
De seguir ese paso, la producción de crudo y gas proyectada para finales de 2017 estaría rondando 1.8 MMBD (excluye LNG) y 6,550 MMPCD respectivamente, con lo cual la ganancia neta a reportar para el ejercicio 2017 estaría muy cercana pero por debajo del millardo de dólares, siempre y cuando el barril promedio se mantenga al nivel actual.
Luego de casi 10 años, los resultados oficiales demuestran que tanto la gestión imperante desde 2008, como el plan siembra petrolera, solo causaron destrucción de la capacidad de producción y refinación de PDVSA, la entrega de nuestros recursos a precio de remate, el desmantelamiento de nuestra industria petrolera y la pérdida agravada de mercados.
PDVSA esta en la boca del mundo, no como una empresa modelo, sino como una empresa que atraviesa serios y graves problemas. La tarea de rescatar PDVSA no debe ni puede solo reposar sobre su actual presidente. Debe ser más bien una comunión de voluntades. Voluntad política, voluntad gerencial, voluntad técnica y voluntad nacional.
Se debe permitir a Nelson, maniobrabilidad suficiente como para poder procurar los cambios allí necesarios, de manera de poder amalgamar talentos con conocimiento y experticia, con convicción y capacidad para generar cambios significativos y alineados políticamente, antes que sea demasiado tarde.
El Autor: Petróleo y Gas Aguas Arriba (Upstream) y Mercados / Estudios de Especialización a nivel de doctorado en flujo de fluido en medios porosos – The University of Oklahoma, 1991 / Master of Science Petroleum Engineering – The University of Oklahoma, 1990 / Ingeniero de Petróleo Universidad de Oriente, 1979. Ha publicado y presentado en diversas revistas y conferencias internacionales más de 12 trabajos técnicos especializados en materia de Petróleo y Gas. Ha también Publicado más de un centenar de artículos de opinión y sido citado en materia de petróleo y gas en: Soberania.org, aporrea.org, NoticiasVenezuela.org, Plattsblog, Oilpro.com, las armas de coronel, The Slush Pit (Oklahoma Oil & Gas News) Energy Economist y Los Ángeles Times.
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