Literatura y petróleo en Venezuela

La literatura del petróleo en Venezuela indaga entre los límites de un tema escondido. En ella se encaran dolencias las cuales el tiempo se ha encargado de mostrar a quienes explicaron una ausencia de testigos dentro y fuera de los campos petroleros. Es un país sembrado de fortunas, escondido a la realidad de quienes lo han habitado a través de tiempos inundados por riquezas colonizadas que luego fueron nacionalizadas tras comportamientos, gestos, actitudes y conductas implementadas tras cada reventón y a lo cual podemos llamar la cultura del petróleo.

Una nación agraria sorprendida. Conformada entre tradiciones y costumbres en sus alimentos, juegos de palabras, expresiones, colores, pinturas, hábitos, historias, pasatiempos, casas de zaguanes blancos, ventanas y cerrojos, ropas de kaki, maneras y expresiones las cuales fueron creando una primera historia a finales del siglo XIX y tuvo su máximo desarrollo a partir del siglo XX.

Quedamos sorprendidos por un proceso económico que dejó atrás el café, plátano, cacao, añil, tabaco y costumbres, todo cambió por un nuevo proceso cultural conducido tras el petróleo y de allí las nuevas relaciones con el mundo las cuales desde acá improvisaban el torbellino de tener dinero, pero sin saber qué hacer con él.

La vida comenzó a ser radical. Cambió; comportamientos, gestos, actitudes, colores, ropas, palabras, olores, sabores, conductas y hasta la forma de divertirse. Ebrios sobre garitos, bares y reservados formaron la prostitución cotizada.

Con el estallido de cada pozo sin misericordia ni complejos se instalaba una nueva vida, conductas, exigencias y por vez primera se escuchó en boca del venezolano el rechinante modernismo.

Cuando el mundo cambiaba en 1914 con el inicio de la I Guerra Mundial y la inauguración del Canal de Panamá, aquí nadie advertía que ambas se ejecutaban por petróleo. En aquel año se creaba el Heraldo de Maracaibo, el Diario Panorama, Pedro Elías Gutiérrez nos sorprendía con el Alma Llanera y Julio Cortázar nacía.

El imaginario del petróleo creaba su cultura transformando el esfuerzo y la constancia en facilismo y de allí a la viveza criolla, lo que hubo fue un respiro. Malamente se imitó en la cultura de los valores norteamericanos y con ella su decadente subcultura.

Ávidos en bienes materiales y estatus al precio que fuera, el cual fue mantenido desde entonces por un único modelo; la corrupción. La modestia quedó reemplazada por la pantallería. La sencillez y las conductas provincianas fueron burladas. Pero los modernos tiempos tenían sus comportamientos privilegiados en viajes, licores y trapos nuevos, tallando el antes, después y ahora de una nación privilegiada por el petróleo.

En Venezuela su negocio destruyó la agricultura y desde entonces todos los proyectos de grandes empresas y materias primas fracasaron una tras otra. Nunca se construyó tradición ni esfuerzo pues una vez el petróleo arriba en la superficie alcanzaba más valor y de allí al descalabro tras su royalty.

Se vieron habitantes sorprendidos de como prefectos, jefes civiles e intendentes destruyen sus casas para la Compañía. Siguieron con la exterminación de nuestros indígenas y antes de las cinco de la tarde cuando las jornadas descansaban, grupos de hombres se animaban entre sí para ir a "cazar indios". Así fueron acorralados, azotados, encarcelados y asesinados nuestros aborígenes.

Verdaderos abogados mafiosos como gánster acompañaron aquel inmenso y miserable despojo del cual un siglo y tanto después aún no nos reponemos. Inocente gente engañada con el famoso traspaso de tierras a los intereses foráneos. Juegos de palabras, conceptos, oraciones y mentiras traídas por ingleses, holandeses y norteamericanos. El malinche, la creación mexicana también habitó en Venezuela, pero fue reproducida por los arijunas.

Llegó el desarrollo, siempre se habló de él. No fue más que la captura de materias primas y agrícolas ahora impuestas por el progreso de las trasnacionales, que como un demonio surgido del negreo defendieron la propiedad de la tierra como lo hizo el pavoroso debut de la United Fruit quien asesinó campesinos, promovió intervenciones, y ejecutó el más grande laboratorio en golpes de Estado y una habilidad para tramitar masacres de trabajadores.

La extracción de nuestro crudo sirvió para impulsar dictaduras en América Latina aparte de crear la enorme necesidad de consumo de gasolinas y acabar redes de ferrocarriles, así el petróleo ganó cantidad de dinero por su descarada explotación.

Todo regresó refinado, hasta nuestro comportamiento el cual nos sirvió para negarnos y establecer diversas clases sociales. Para 1910 el 50% del presupuesto del Ministerio de Obras Públicas fue encomendado a la construcción de carreteras y de allí vinieron las importaciones de vehículos instaurándose la FORD y General Motors.

Cuando las máquinas llegaron a San Timoteo acompañadas por los Jefes Civiles para derribar casas vendidas a la Compañía, con aquel concepto, nombre, desgracia o suerte siempre lo definieron los amos del petróleo.

Todos se fueron a las orillas de El Lago y al igual que siglos antes lo habían hecho los indígenas, construyeron palafitos y desde estos observaban las ostentosidades y lujos del Campo Petrolero de San Timoteo. Mientras niños pobres caían desde los "Moais" ahogándose en un pantano de petróleo que desde hace un siglo comenzó a matar el Lago de Maracaibo el cual dio nombre a Venezuela por ser el Lago Madre.

Allí, inocentes y empobrecidos padres regalaban a sus hijos a jóvenes parejas de ingenieros para que "La Empresa" les asignará una casa en el Campo Petrolero donde había de todo: vacunas, escuelas, tarjetas para el economato, agua, luz, teléfono, avenidas y alambradas.

A las tres de la madrugada, hombres desesperados levantaban a sus tripones para ir a saltar las alambradas, robar agua, y cuando el guachimán observaba a un carajito agarrando un mango que caía al polvoriento suelo iba preso.

Mientras la riqueza por el negocio del petróleo fue sacada lejos del país y en sustitución entraron todas las marcas. Incipientes Estados tardaron años en impulsar la cancelación de compensaciones tributarias a unas compañías que cada año consumen vorazmente la verdadera riqueza del país.

Hablo que el petróleo cambió la historia y la conciencia nacional. Terminamos importando latas de tomates italianos cuando sus siembras se daban todos los meses del año. Papas fritas inundadas de salsa de tomate importada eran los pasapalos deseados en fiestas y las ramas que hicieron un arbolito de navidad inundado con pasta de jabón blanco simulando nieve fue sustituido por las copas de pinos canadienses.

Así el país que ha tenido las mayores condiciones y potencialidades de América Latina para abandonar el subdesarrollo quedó como un bobo disfrazado con corbata y flux en medio de una acalorada sabana atolondrada por balancines los cuales eran observados con el sueño de sacarnos de la pobreza.

Oficinas y residencias de ejecutivos extranjeros y yanaconas nacionales sirvieron para convertir la floreciente industria petrolera en un Estado dentro del Estado. Como lo escribió en 1960 Efraín Subero en su obra Campo Sur, el de los trabajadores y el Campo Norte solo para los gerentes. Allí se conoció la moderna discriminación porque la vieja mirada que rechazaba a negros e indígenas y ya venía instituida de siglos atrás.

Los pagos a los trabajadores eran misérrimos. La situación obligaba a renunciar porque los permisos no existían para ir a ver la mujer y los tripones, de regreso te achicharras en los portones suplicando una nueva plaza y si te aceptaban trabajabas por la mitad del último salario.

Luego, esposas e hijos huérfanos con los incendios en los campos petroleros y lo más terrible sobre El Lago como el de Lagunillas del año 1939 donde todos se quedaron esperando indemnizaciones.

Juventudes acolchadas de aceites sin perspectivas, desesperados comentaban entre pobres sin comida ni trabajo. Un padre peón tuvo que abandonar la gran hacienda del petróleo pues su familia estaba muy mal y debía producir. Algunos buenos amigos les hacían diligencias en el pueblo con allegados a las transnacionales a ver si conseguían un trabajo en un campo petrolero de Oriente.

El alcoholismo tomó los campos. Era la respuesta a la evasión de la realidad, el desamparo del campesino sujetó las arbitrariedades del dueño de la tierra quien ayer compró terrenos por cualquier moneda, destruyó una ilusión de un mundo agrario e incentivó las irresponsabilidades de una sociedad muy perdida.

Por eso la petronarrativa es triste, desigual, de agallas colindantes desde lo real y lo hipotético. No fue fácil subsistir con un subsuelo tan rico, privilegiado, donde se recompone a cada rato con respecto a los demás mundos productores, pero obedeciendo a sus más particulares reglas.

Conservar su memoria tampoco lo fue frente a quienes lo relataron en medio de las ansias de poder. Conservar la casa del petróleo la cual esconde entre sus frisos fracturas revelan aficiones individuales y olvida las comunitarias.

Como negarse a rescatar el interés de un país mientras se reciben a diario las ilusiones de un trabajo como fe de ilusión prolifera por la ganancia de la negra brea. Esta historia que hoy proponemos advertir está en medio de muchos caminos arriesgados.

A la literatura del petróleo se le une la coincidencia de sus escritores por narrar a una Venezuela con distancia, pero también con cercanía. Unidos al tema los imposibilita separarse en la narrativa la cual se inmiscuye contando, describiendo, relatando cada detalle en los gobiernos de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Mediana Angarita, Rómulo Gallegos, Junta de gobierno, Pérez Jiménez y Edgar Sanabria, hasta allí encontramos detalles importantes.

Imposible evadir la evidente presencia de una Venezuela destruida, pero próspera y metida en cuanta moda pueda apoderarse. Eminente una mirada mientras el agresor de otras tierras arma las ganancias de cada quien.

Pero nada que toque la historia del petróleo en Venezuela puede ignorar el largo periodo de inicio y consolidación de un pensamiento que se aprovechó de sus recursos y a la vez hacer la abstracción del muy largo tiempo en el cual Juan Vicente Gómez estuvo en el poder, instalando el conglomerado de empresas petroleras en el país.

En las primeras novelas como Lilia de Ramón Ayala publicada en New York en 1909 existe un personaje femenino cálido, flexible al igual que en Elvia de Daniel Rojas, pero en la Tierra del Sol Amada de José Rafael Pocaterra en la narración de un intelectual duró en contra del gomecismo.

Relatos descriptivos van cuajando lo mejor de la continuidad del talento literario el cual no tiene fecha de arranque y hoy, aún no termina. Lilia y Elvia son discursos amorosos donde lo político no existe solo se implanta lo romántico.

Haber hecho vivir a personajes como Teófilo Aldana en Mene por parte del prolífico escritor Ramón Díaz Sánchez es una obra de arte para la literatura del petróleo en Venezuela. Un venezolano arrastrado por la indiferencia de las compañías petroleras, allí está el dolor y muestra la famosa lista negra de aquellas corporaciones. Por eso Aldana toma venganza con la posesión de la mujer de quien oprime y desprecia.

En 1947 en Mancha de Aceite del colombiano Carlos Uribe Piedrahita médico de la Shell hechizado por la magia de El Lago de Maracaibo describe hasta el fuerte olor que llega a lo lejos del Mar. En todas está un deseo de fantasía, diríamos hoy pura realidad virtual.

Una mente se escabulle de su mismo instinto concreto, real, es que no hay otra manera de ser feliz en medio de aquello tan rudo y extraño para nuestra gente la cual asume cada orden a punta de gritos y regaños. En los primeros pasos de la industria petrolera se desató el sacrificio de sus vidas.

En 1938 la devoción de una anciana madre entregaba los originales de la novela Eufrosina —una obra aún desconocida para los venezolanos— y fue Guillermo A. Coronado quien reveló con hermosura y realismo la vida de un pueblo serrano expoliado por diversas injusticias en la época sombría del caudillismo. Sobre aquella sombra de atraso social, barbarie y relatos una acción de país discurre en aquel relato sencillo, lineal y sin exuberancias verbales.

Más bien la sobriedad del paisaje como una pintura geográfica en lienzos sociales discurre cronológicamente mientras la incipiente instalación dará lo que será la novela del petróleo. Con esta se destacan vicios y espejismos que proyectaron lejanas poblaciones cuyas costumbres y valores afectarán los límites de la corrupción.

Es el relato de pequeños pueblos donde el intervalo de tres campanadas acompaña la voz de un repiqueo menor de la ennegrecida torre la cual nunca ha dejado de cantar en el sinérgico vaivén de cabrias, complejos y barcos repletos de crudo.

Por eso el disimulo en el llanto frío del niño obsequiado ha desatado el sufrimiento en medio de la vida fácil de una joven que entrando en un Bar pensaba que su vida se iba a salvar en medio del dolor de otro niño que moría abandonado por un desprecio que ha tenido a las mujeres en una desventaja semejante a la de una guerra siendo este un país maleable a los malos momentos.

Hablo de Alicia Mendoza La caraqueña, dueña del Bar Caracas, acusada del gran incendio sobre El Lago en 1939 donde murieron tres mil angelados los cuales fueron sacados entre rolos, pistolas treinta y ocho y famosos culatazos, obligados a construir palafitos que luego ardieron y un día después cuando el fuego los arropó sin escapatoria en la mañana nadie quería que llegara solo los restos de la madera tapadas por el agua fueron los únicos testigos de tanto dolor, gritos y brazos incendiados los cuales por ningún lado se pudieron salvar.

Ese 13 de noviembre de 1939 la Costa Oriental del Lago de Maracaibo —Venezuela— ardió. Mucho se dijo, lo cierto es que el párroco denunciaba un par de meses antes el inusual derrame de petróleo. Todos sabían entre acusaciones que las transnacionales estaban interesadas en echarlos de nuevo para así extraer el crudo que se escondió por siglos en esos lados.

En la mañana las imágenes de ese sitio parecían una guerra y presentaron como culpable a Alicia Mendoza. Ese petróleo que construyó a un país sin memoria maquilló a una nación con mentiras, la verdad se escondió en los Prefectos quienes actuaron a las órdenes de los derrames, pero siempre se hicieron los desentendidos. La estrategia fue correrlos y quedarse con las ricas tierras de la Costa Oriental y Occidental del Lago de Maracaibo.

Por eso la novela del petróleo quedó muda sin poder ver a El Zumaque I en Mene Grande. Posterior a esto la creación de la ciudad de Cabimas donde su principal campo petrolero aún se mantiene con el nombre de "Hollywood". Pero anterior a esto, ocupar los terrenos del pueblo y ver llegar grandes máquinas en complicidad con los Intendentes, Jefes Civiles y Prefectos decidieron que habían comprado todo para la compañía. El desalojado y sus potentes máquinas demolieron los recuerdos en hogares de pescadores.

Obligados a irse a las orillas del Lago y construir palafitos, hicieron sus Muays, caminos que comunicaban a sus casas, pero debajo de sus viviendas iban recibiendo el aceite, era el Mene de tantos conflictos.

Cuando Humboldt y Bonpland hicieron el levantamiento de todos esos sumideros se creía que existían volcanes. Concentraciones vírgenes de gas explotaron de forma natural y ayudados por el calor hacían grandes cortinas de fuego.

Pero en las orillas al lado de los palafitos el aceite se acumulaba produciendo potentes fuegos que devoraban al Lago. En sus alrededores se crearon cordones de bares y prostitución, muchachas lanzadas a ese terrible mundo donde el obrero petrolero ganaba más dinero de lo habitual y al salir de su faena la distracción eran estos garitos, y muchas no tuvieron otra opción que trabajar en esos sitios empujándolas a más niveles de pobreza.

Muchos se vieron sin otra salida que desplazarse hacia aquellos terrenos pues sus casas fueron invadidas salvajemente generando gran malestar a pesar de ser zonas con extensos territorios, sin embargo, el gobierno de Juan Vicente Gómez consideró que había que sacarlos de allí.

Así se desarrollaba aquella vida la cual fue relatada en la novela, crónica, cuentos, historias, ensayo, teatro, poesía y relatos sobre el petróleo, perdiéndose en más de doscientos autores. Quedó reflejado el daño sufrido en aquellas épocas donde sus pobladores se vieron obligados a asilarse a las orillas de El Lago.

Ese Lago, plagado de muertes inútiles donde aún no existe un nombre para narrar lo sucedido. El sonido metálico facilitaba la jornada de la faena y un carretel sonoro de órdenes ensuciaba espacios vírgenes y despertaba a los dioses de la tierra. Subsuelo vivo por donde corría el Mene desplazándose para no ser alcanzado por los porrazos de la Star Machine del Cerro La Estrella donde una tarde del 31 de julio de 1914, Duarte observó como la tierra se movía y sintió el ruido del petróleo. Bramaba la tierra y la torre y la cabria parecían caerse.

Desde entonces los crudos no han perdido su espesor; Merey, Tía Juana, Mesa 30, Santa Barbara todos fueron trasegados y en cabotaje partieron, pero como eran la sangre de la tierra se per colaban por entre el medio de tornillos martillados a punta de fragua.

El llanto llegó hasta México donde la Virgen de Guadalupe lleva en el fondo de sus ojos los campos petroleros de un criollo intruso y de un extranjero familiar. La mancha avanza mientras las torres devoraban casas para construir edificios desbordados por la tragedia del mineral el cual ha traído más odio y división por sobre el planeta; el petróleo mismo, pero si todos lo hacen no hay pecado ni crimen.

Nos tocó un país oculto al petróleo, pero mantenido por él, donde nadie lamenta su explotación, latrocinio ni su administración. Su poder sustituyó al cacao, café, plátano y añil. Los puertos de Hamburgo y los ubicados en la Costa Este de Estados Unidos cambiaron de vapores a cargueros, y fueron ricos con nuestro maléfico "Oro Negro".

Un país agrícola, rural, criado a sacrificio, curado con ramas, quien comenzó a ver a los nuevos jefes; guachimanes, intendentes e ingenieros ordenando sobre botas de cuero cuando el resto andaba descalzo, tomando whisky cuando calentaban su aguamiel, mientras y su jefe comía Corn Flakes de Kellogg´s cuando el resto apenas probaba carabinas con cebollín.

Si con esto no estamos divididos o fracturados, sería negar el cuerpo de la historia el cual no interesaba. Un país inocente pasó a tener malicia y está escondido en la literatura interpretándose las formas puras de ser venezolano.

En el largo poema Oro Rojo, Udón Pérez descarga el fuego de la salvación de la patria donde una doncella al borde de la violación a manos de un extranjero incendió los caminos; Fue el golpe del digno al villano. Del débil al fuerte en abuso. Del manso al soberbio. Del siervo al tirano. Del criollo al intruso.

Piedrahita en Mancha de Aceite continúa el reclamo; abatió las torres, devoró los edificios, y corrió desbordada por las colinas hasta el Lago… Es la huella del hombre levantándose en contra del dolor, abuso e intolerancia de extranjeros muy lejanos.

Rufino Blanco Fombona escritor de La bella y la fiera describe con saña el físico de ese alter ego que era Juan Vicente Gómez reflejado en un personaje inmisericorde, el General Tiberio. Por eso Toro Ramírez en lengua lombrosiana describe en El señor Rasvel sus características corporales; Era Rasvel un hombre todo nariz, sin cuerpo casi, cabeza pequeña y ojos negros de sorprendente viveza. A Rasvel no se le veía sino los ojos y la nariz. La nariz era su cuerpo y los ojos su inteligencia. Allí comienza la pelea contra un monstruo que ha transformado las entrañas de la tierra el cual ha sacado sin permiso; el petróleo.

En fin, más allá de las distancias perforadas por balancines y cabrias de aquella industria, también queda la intención de otros escritos tímidos, escondidos ante el poder del petróleo. Ya no podemos evadir argumentos y es justicia que los personajes criollos de esta actividad sean reconocidos en un tratado moral, ya no se puede tapar después de medio siglo de degradación nacional, estamos obligados a voltear la mudez sobre el imaginario del compromiso espiritual en la conciencia del petróleo hacia una sensible literatura para el venezolano.



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Miguel Jaimes

Politólogo. Magister scientiae en ciencias políticas. Doctor en ciencias gerenciales. Posdoctor ontoepistemología en geopolítica de las energías. Cursando doctorado en letras. Cursando Posdoctorado en literatura del petróleo en Venezuela. Libros: El oculto poder petrolero, apertura petrolera, poder de PDVSA vs. poder del estado. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Primera edición. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Segunda edición. Director del diplomado internacional en geopolítica del petróleo, gas, petroquímica y energías – Venezuela. Director de la web https://www.geopoliticapetrolera.com

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