Tal y como advertimos en Septiembre’2023, el barril se ha venido debilitando consistentemente durante 2024. Dicha debilidad amenaza con agudizarse y permanecer incluso hacia 2025, dada las menores proyecciones relativas de crecimiento de las principales economías del orbe y considerando la creciente recuperación de los inventarios estratégicos de los EEUU, desde los mínimos históricos registrados durante 2023. Otro factor importante han sido también, las continuas violaciones de las cuotas de recorte [Así será el 2024 para PDVSA - Por: Einstein Millán Arcia @EinsteinMillan (aporrea.org)] acordadas desde el seno de la OPEP, particularmente desde aquellos países miembros cuyo barril fiscal supera con creces el precio del crudo.
Cinco de los principales productores del golfo pérsico controlan 61% de la producción y más de 52% de las reservas actuales del cartel, sin contar con que Irak por si sola posee unas expectativas de reservas probadas de al menos 180% adicionales, a los cerca de 142.000 millones de barriles que hoy posee.
Ese caudal de reservas probadas controladas por esos 5 estados del golfo, que dicho sea de paso corresponden a crudos de bajo costo de levantamiento y excelente calidad comparativa a los crudos criollos, debe asegurar su colocación oportuna en los mercados, antes de que el tiempo de la energía fósil dé ese giro irreversible hacia la desaceleración, desplazada por el avance de las fuentes alternativas y renovables.
KSA, EAU, Irak, Kuwait y Qatar [particularmente gas => LNG] incrementaron vertiginosamente su actividad operacional de manera consistente y sostenida a un promedio de 300% desde 2005, precisamente a medida que se incrementaba la producción de crudo desde norteamérica, mientras que Venezuela permanecía cada vez más rezagada atendiendo la demanda de actividad desde la FPO, encareciendo así sus costos, descuidando y perdiendo producción de crudo premium desde sus áreas tradicionales.
La velocidad a la cual estos extraen sus reservas es entre un 260% y 980% superior a la que actualmente Venezuela produce. En consecuencia, el tiempo de vida de las reservas probadas de los países del golfo promedia menos de 100 años, mientras que las criollas superan los 800 años, a la tasa de extracción vigente.
No es casualidad que los Sauditas haya anunciado la diversificación de su patrón de consumo de energía hacia renovables, así como la salida de una porción de Aramco a los mercados de inversión. Hasta el momento el gobierno saudita ha entregado a los mercados de capital un 18.5% del total de sus acciones, desde que en 2019 ejecutase su primer IPO. Los sauditas están claros de la necesidad de acelerar la colocación de sus reservas en los mercados, así como de convertirlas en capital líquido lo antes posible.
Esa no parece ser esa la visión de quienes tienen hoy el control de las decisiones en Venezuela y PDVSA. Los gobernantes Venezolanos y sus voceros se llenan la boca alardeando sobre las mayores reservas del orbe, sin percatarse de que el petróleo en el subsuelo no es considerado un activo. Las reservas en el subsuelo no son capitalizables de inmediato, al no poseer valor real, sino especulativo. Las reservas solo pueden ser monetizadas una vez sean producidas. Nuestros gobiernos y nuestros ciudadanos, deben estar claros en ello.
Un ministro de petróleo y un presidente de PDVSA con visión y conocimiento, deberían asegurar que PDVSA eleve su actividad, eficiencia y rendimiento, de tal forma que proyecte la meta de producción a una tasa anual de extracción equivalente de al menos 1%, desde el 0.1% en que actualmente se encuentra. La idea es reducir el tiempo de vida de las reservas probadas hacia el umbral de los 100 años, tomando como referencia el 75 percentil y no el total de las mismas. Debe retomarse con seriedad la exploración y búsqueda de crudo liviano-mediano prácticamente abandonada desde 2017 y acelerar su producción, para así reducir la dependencia de las importaciones, maximizando así las ganancias y deben plantearse nuevas estrategias para la rápida colocación de nuestros crudos y productos en los mercados globales.
Todo ello equivale a una labor titánica que elevaría drásticamente el nivel de riesgo asociado al despegue de una actividad operacional que ha estado en retroceso desde 2013, pero conllevaría a la reindustrialización del país y a la necesidad de atraer FFHH calificada a niveles sin precedentes, para acompañar el despegue de nuestro país e industrias. Una fuerza hombre costosa y bien codiciada. El país deberá entender de una vez por todas que el conocimiento, el talento y la experticia, tienen precio y sobre todo deberá entender también, que aquellos que tienen sobre sus hombros la mayor generación de riqueza de la nación, merecen ser los mejores pagados.
Ninguno de estos retos debería frenarnos de apuntar hacia dicho objetivo con la certeza del éxito por delante.
Esto objetivos no pueden ser logrados solo por PDVSA. La nación estaría obligada a liberar hacia los capitales privados, algunos negocios y segmentos de su cadena de valor, pero ello deberá hacerse bajo una nueva óptica de negocios, tal que permita vigilar y exigir desde la industria, tanto las debidas credenciales que acrediten su calificación técnica y financiera, como el estricto cumplimiento del plan de inversión y desarrollo de los distintos activos de parte de esos futuros socios, so pena de penalización o revocación del acuerdo. El buen nombre de la industria debe protegerse y resguardarse de estafadores y oportunistas [ Gustavo Coronel: Tellechea y Alex Saab cocinan un nuevo fraude en Pdvsa (lapatilla.com) ], así como de empresas ce dudosa trayectoria.
El plan siembra petrolera incluyó proyectos, aunque estratégicos, costosos y nocivos para la misma industria, ya que le restaron flexibilidad y autonomía. Ciertamente apuntaban a atender un mercado creciente como el asiático, pero Venezuela no tenía por qué descuidar sus mercados tradicionales, ni su suite de segregaciones.
El plan siembra petrolera de R. Ramírez, E. Del Pino y L. Vierma, incentivó la desaceleración de la producción de crudos Premium de mayor valor comercial y encareció sustancialmente los costos de producción exponiendo innecesariamente a Venezuela, tanto con sus pares regionales, como globales y permitiendo el desarrollo de reservas otrora no comerciales como las de colombia, Brasil y guyana; por ejemplo.
PDVSA desde 2008 ha descendido desde una envidiable producción de 3.26 MMBD producto del esfuerzo post-sabotaje, a un nivel crítico y riesgoso para la sostenibilidad y solvencia financiera de Venezuela de menos de 900 MBD. A medida que aumentaba sus reservas de hidrocarburo desde 2009, PDVSA perdía producción.
La causa principal no fue al principio la baja capacidad de inversión, ni las sanciones, como podrían algunos pensar, sino más bien la mala inversión, la pésima visión, la corrupción, el saqueo y la vertiginosa y creciente ineficiencia. Luego de 2017 se incorpora a lo anterior, la politización y militarización de la industria. Todo ello en su conjunto, terminó de dar el golpe de gracia a PDVSA.
El desplome de producción alcanza hoy día una abismal caída de más de 2.300.000 BPD netos desde 2008. Con cerca de 110.000 empleados, PDVSA hoy día produce alrededor de un 72% menos de lo que producía con 38.500 empleados entre 2004 y 2007, a un costo cerca de 800% superior.
Mientras que, en otras empresas nacionales del mundo, el rendimiento por empleado es superior a 128 B/D por empleado, en PDVSA este se reduce a cerca de 8 B/D por empleado; es decir menos de un 7% de aquellas.
Hoy tenemos las mejores expectativas de un mejor futuro y confiamos en que sin lugar a dudas y con el concurso de los mejores, nuestra industria petrolera saldrá nuevamente adelante.