Y más grave aún: En materia de recursos naturales, suele minimizarse, interesadamente o no, la mano de obra involucrada, debido a una vieja, sostenida y defendida interpretación metafísica y mecanicista de los procesos productivos en general.
El verdadero y principal componente de todas las mercancías es la mano de obra aplicada, habida cuenta que los demás costes del costo de producción (medios de producción, franquicias, etc.), son valores perfectamente intercambiables, endosables y recuperables en todo momento; no así la mano de obra de sus productores de facto porque, sencillamente, en cada segundo, de toda jornada, parte de nosotros se consume irreversiblemente.
Digamos que la riqueza es la mano de obra que moldea los recursos naturales. Los fisiócratas tenían un concepto invertido, cuando identificaron riqueza con Naturaleza, y al trabajador campesino y artesano, como simples facilitadores y no creadores. Por supuesto, semejante concepción ha pasado limpiamente al régimen vigente capitalista, para el que los recursos naturales son su gran atractivo y fuente aparente de riqueza, como lo puede ser el oro o los metales y piedras preciosas en general.
Cuando los países se guerrean por las posesiones territoriales del suelo y subsuelo, pelean por la tenencia de una riqueza que sólo es potencial sin el imprescindible aporte creativo de la mano de obra.
Y es que el conocimiento que aplicamos, vale decir: nuestro potencial neuromuscular, etc., es lo que finalmente <
En consecuencia, por ejemplo: Las divisas obtenidas por el Estado venezolano, con la venta <
Que dichas transacciones de compraventa de la mano de obra petrolera sea o no ventajista para una de las partes es, si a ver vamos, lo menos importante, puesto que en nuestra sociedad los trabajadores humildes jamás han recibido buena paga. A veces pienso que las pujas por vender a mejor precio nuestro petróleo es una bandera de quienes finalmente recibirán la mejor parte de la torta en cuestión.
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