Las asociaciones obreras, las agrupaciones políticas, los gremios artesanales, técnicos y profesionales; las relaciones deportivas, de amistad y de confraternidad, ninguna de esas mezclas sociales y “supraestructurales” hacen mella alguna en las cerradas clases sociales “estructurales”, básicas o de producción. No responden al desesperado llamado que les hicieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Son, más bien, simples agrupaciones dentro de la misma clase económica, cuyos objetivos no tienen nada qué ver en la lucha contra el sistema que los oprime. Son uniones inconscientes o, “conciencia en sí”, como las llaman los Sociólogos apologistas del mismo sistema, cuya razón de ser ha sido el combate de las Relaciones Sociales descubiertas por Carlos Marx.
Unos obreros se unen, por ejemplo, según sus especialidades técnicas, sus gustos deportivos, sus intereses hogareños, o políticos y religiosos, pero mal pueden formar un nueva clase sin perder su pertenencia al piso social sobre el que se mueven. No dejarán de ser obreros al servicio de sus patronos por mucho que se asocien en sindicatos, o en partidos políticos de variopintos colores y banderitas.
Por cierto, los partidos políticos montados dentro del sistema “democrático” burgués son, desgraciadamente, parapetos ideológicos supraestructurales en defensa del sistema, y no suficientemente eficaces para combatirlo. La idea de asociaciones políticas y de uniones antipatronales democráticas burguesas ha provocado hasta ahora una gran decepción, directamente leniniana, o una deliberada adecuación burguesa de las ideas comunistas de este connotado líder soviético. (No perdamos de vista que los centros editoriales fueron tradicionalmente penetrados por la rancia y arcana aristocracia feudal que luego se hizo burguesa; igual suerte corrieron los centros académicos y universitarios de las tradicionales y más “brillantes” universidades burguesas). Y hasta podemos buscar en esas formaciones políticas y sindicales, mal adecuadas, la verdadera causa del fracaso de todos los ensayos socialistas vividos hasta ahora.
Las reivindicaciones laborales, por ejemplo, con todos los miles de barriles de sangre derramados por los trabajadores enfrentados a sus patronos ayudados por los gobiernos de turno, son reivindicaciones meramente técnicas en un plano de igualdad con el interés de esos mismos patronos. Es una puja obrero-patronal en favor de un reparto más equitativo del Producto Interno Neto (PIB) entre los contendientes.
Veamos: El precio de una mercancía absorbe los siguientes componentes contables (según la terminología marxiana):
“c”, capital constante, “v”, c. variable, y “pl”, plusvalía = precio real.
En tal caso, cuando suba “v”, baja “pl”, y el precio no debería subir.
Por su parte, esa misma mercancía, bajo condiciones parejas (según la terminología burguesa) se compone de:
Coste primo -insumos directos y mano de obra- energéticos, maquinarias y equipos = precio burgués.
En este caso, cuando suben los salarios, necesariamente sube el precio. Esto significa que las reivindicaciones obreriles terminan siendo contraproducentes a corto y mediano plazos, aunque a largo plazo van acondicionando la verdadera lucha o unión proletaria “consciente” o “conciencia para sí”, según la misma terminología sociológica.
Corolario: 1.- El voto democrático burgués no liquida la opresión del capital sobre el obrero, ni la suaviza. Es un voto en favor de su conservación. 2.- Las luchas sindicales nos acercan al pensamiento burgués, nos aburguesan y envilecen, y 3.- La unión de los proletarios del mundo debe pasar primero por la unión de los proletarios parroquiales, fuera de los centros fabriles, debe pasar por la unión de los obreros estadales, fuera de los centros fabriles, y de los obreros nacionales, fuera de los centros fabriles, antes de que esa unión general salte a la Unión de los Proletarios Mundiales.