Reflexión para el debate

   Inicié este documento cuando faltaba solo una semana para las elecciones del 26 de septiembre. Era y sigue siendo a mi juicio el tiempo oportuno para empezar a reflexionar sobre los escenarios que nos depara el futuro inmediato, porque luego del esfuerzo colectivo que significó la última semana de campaña, tendría que abrirse, como efectivamente se ha abierto una etapa de reflexión, no tanto –a mi juicio- para el análisis de unos resultados irreversibles que a estas alturas lucen bastante claros, mas allá de las contorsiones aritméticas de la oposición, cuanto para contribuir al esfuerzo indispensable de consolidar las estructuras del partido, trascendido del rol que hasta ahora ha venido desempeñando bastante bien, como máquina de ganar elecciones.  

        No me parece que valga la pena sostener un debate estéril sobre el tema de si ganamos o perdimos las elecciones del 26-S. Si ellos creen que ganaron o si quieren convencer al mundo de tal cosa, es su problema. El nuestro es otro. Nuestro problema es saber leer con serenidad e inteligencia los resultados y actuar en consecuencia. Nos degrada y ensucia ponernos a polemizar a estas alturas con Ramos Allup o Richard Blanco. 

        Cualquiera sea  la interpretación cuantitativa de esta elección, es evidente que luego del 26-S, se ha modificado sustancialmente la composición de fuerzas en la Asamblea Nacional, al tener que contar con la presencia, así sea minoritaria de una mal llamada oposición (es más bien una resistencia sin discurso), que rectificando sus anteriores errores, viene ahora a por lo menos hacer ruido en el debate público desde un escenario que ya nos habíamos acostumbrado a ocupar de manera exclusiva. Vienen a mi juicio por una tribuna que les permita ampliar las oportunidades para alterar la paz social y desestabilizar las estructuras del Estado, a cualquier precio. 

        En cualquier escenario imaginable, no se vislumbra alternativa a una radicalización inaplazable de nuestro proceso revolucionario, toda vez que tampoco existe posibilidad alguna de que se amortigüen las presiones y amenazas que nos acechan, tanto en lo interno como desde el exterior de nuestras fronteras. Habría que ser más que ingenuos, cretinos, para creer que nosotros, teniendo la primera reserva de petróleo del mundo, vamos a recibir del Imperio un trato más gentil del que se le ha impuesto a Irak o Afganistán, o el que se dará a Irán en cualquier momento. 

        Si los gringos no han terminado de quitarse la máscara frente a nosotros, seguramente se debe entre otros factores, a que aún les queda una pequeña reserva de confianza en los operadores políticos internos que tan bien supieron defender sus intereses durante prácticamente todo el siglo XX, y porque estos operadores, si bien difícilmente van a derrotarnos, si tienen la capacidad de imponernos el desgaste y eventual ablandamiento que siempre produce toda conducta reactiva y que el imperio espera le disminuya el costo de una futura intervención directa. Pero la intervención, directa o por mampuesto –haciendo uso de algún vecino mercenario y narcotraficante- es a mi juicio, solo cuestión de tiempo. Los resultados del próximo 26 de septiembre solo podrán retardar o acelerar este proceso, pero no alterarán los objetivos ya trazados por el imperio de largo tiempo atrás. La Revolución Bolivariana se encuentra acechada, y el Imperio solo espera el momento más propicio para dar el zarpazo final. Por eso, nuestro acercamiento diplomático a Colombia, que algunos no terminan de comprender, es el equivalente de pacto Ribbentrop-Molotov que se firmó en Munich en 19391. Tiene solo el propósito de ganar un tiempo vital para consolidar nuestros recursos de defensa, entre los que destaca la unidad efectiva suramericana, por encima incluso de las profundas divergencias políticas que a veces nos aíslan. Hoy es vital la consolidación de nuestras fortaleza, tanto interna como en el plano regional, donde –como se acaba de evidenciar en Ecuador- el Imperio viene haciendo una labor de zapa muy similar a la que desarrolló contra al Congreso Anfictiónico de Panamá en 18262 

        Frente a este panorama, resulta absolutamente indispensable fortalecer nuestras capacidades de respuesta y entre ellas, es prioritario generar un proceso de reflexión intenso y sincero hacia el interior del PSUV. Un proceso de reflexión que empiece por responder con valentía tres preguntas esenciales:

  • ¿Somos un partido en el sentido tradicional de la palabra o somos por el contrario, solo una “maquinaria” más o menos disciplinada al servicio del Estado?
  • ¿Somos socialistas? Y más allá: ¿Somos marxistas, tal como propone el presidente Chávez?
  • Si somos unidos, ¿qué nos une?

        Intentaré  reflexionar sobre estas tres preguntas como una contribución al debate interno que estimo indispensable en el propósito de hacer crecer nuestra coherencia ideológica, hoy tan dispersa. 

        EL PARTIDO 

              La lucha interior da al partido fuerza y vitalidad; la prueba mas grande de la debilidad de un partido es el amorfismo y la ausencia de fronteras netamente delimitadas; el partido se fortalece depurándose...“ 

              (Extracto de una carta de Lassalle a Marx, 24 de junio de 1852) 

        Para alguien que aprendió a hacer vida en un partido allá por los años cincuenta del siglo pasado, resulta cuando menos novedoso militar en el PSUV.  

        Siempre he creído que un partido nace cuando cierto colectivo establece comunicaciones simétricas y sus miembros comparten, así sea con matices diversos, un conjunto de tesis poliéticas3 a partir de las cuales, deciden intentar su materialización, generalmente mediante el asalto al poder establecido. La suerte de los partidos políticos que han existido hasta el presente ha sido diversa: Unos efectivamente alcanzaron el poder en un momento dado y –guardianes de la rama dorada4- lo conservaron por un tiempo -nada es eterno-. Otros sencillamente languidecieron en una oposición crónica o fueron borrados del mapa por alguna de las múltiples  herramientas de violencia legal que el Estado se reserva según Max Weber.  

        Sobre la naturaleza, la historia y la leyenda de los partidos políticos se han escrito miles de libros, algunos clásicos y con pretensiones científicas como el estudio de Michels5, otros con una clara carga ideológica, como las múltiples versiones sobre la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética que mandó componer el “padrecito Stalin“, y recientemente, en una suerte de sarampión posmoderno, a algunos les dio por decretar la muerte de los partidos políticos y hasta de la Historia.  

        Lo cierto es que invariablemente desde hace al menos siglo y medio, cada partido exitoso, se construyó como herramienta para intentar la toma del poder. 

        Curiosamente, el PSUV es la excepción que confirma la regla. No se conformó  a partir de un colectivo de comunicación simétrica ni nació  para asaltar el poder del Estado. Nuestro partido nació de la convocatoria que un líder carismático –el Comandante Chávez- lanzó  desde el Estado, en un ejercicio de comunicación no simétrica sino unidireccional. 

        El resultado de este modo tan original de construir un partido, todos lo conocemos: A partir del 18 de enero de 2007 se inició un proceso de inscripción al que acudieron 5 millones 722 mil 108 venezolanos y venezolanas, cifra que en ese momento representaba el 35,5% del padrón electoral.  

        El Presidente Chávez, lleno de entusiasmo diría durante el Encuentro Nacional de Voceros y Voceras del Partido Socialista Unido de Venezuela que “El PSUV no va a seguir la misma suerte de otros partidos que aquí nacieron, algunos de ellos con mucha fuerza, pero todos se hundieron en la ineficiencia, en la corrupción, en la falta de democracia interna“... un buen deseo que hoy, más de tres años después, merece cuando menos ser evaluado con ponderación y sinceridad. 

        Sin intentar siquiera una suerte de cacería de brujas, no creo que hoy, tres años después de aquella declaración llena de entusiasmo y fe en el futuro, haya nadie que sostenga seriamente que el PSUV es una organización casi angélica donde, a diferencia de otros partidos, no hay ineficiencia, corrupción o falta de “democracia interna“. 

        Quienes creemos que estos vicios se reproducen hoy en el seno de nuestro partido, creemos también que para luchar contra ellos, no hay más remedio que comenzar por reconocer su existencia. Lo contrario sería caer en una suerte de autismo, en el vicio adictivo de la autocomplacencia. Cabe no obstante preguntarse si acaso las cosas pudieron haber sucedido de manera diferente, Particularmente creo que no. 

        Por fortuna, creo también que algunos hemos asimilado un error grueso cometido en el pasado por algunos partidos revolucionarios que inclusive se sostuvieron largo tiempo en el poder.  Consistió en creer que bastaba con destruir las relaciones sociales de producción capitalistas, para que automáticamente germinara “el hombre nuevo“. Semejante ingenuidad se montó sobre aquel rollo de “la infraestructura y la superestructura“, que detrás de una palabrería seudo científica, escondía un mecanicismo miope, incapaz de comprender el papel relevante de la cultura en toda transformación social.  

        Hoy resulta urgente reconocer que la masa militante de nuestro partido y en general, el pueblo venezolano, dista mucho de haber adquirido una conciencia revolucionaria suficiente para sostener la dinámica de los cambios necesarios sin las muletas paternalistas del Estado. Algo que no debería sorprendernos si solo recordamos que durante cuarenta largos años, el pueblo venezolano fue  llevado ritualmente a las urnas por los partidos del Pacto de Punto Fijo, mediante cualquier dádiva miserable. 

        Basta observar la tendencia del voto en Venezuela desde 1958 hasta 1998 para concluir que de un modo u otro, con dádivas, con garrote o con una combinación virtuosa de ambas recetas, la derecha pudo retener, aún durante el periodo duro de la lucha armada (1963-1973), una mayoría calificada en las urnas, por lo menos hasta 1988. Luego vino el 27-F y los acontecimientos históricos de que hoy somos protagonistas  

        RESULTADOS EN ELECCIONES PRESIDENCIALES

        PERIODO 1958-1998 6 

    AÑO AD COPEI URD SUMA DERECHA IZQUIERDA Y OTROS GRUPOS ABSTENCION
    1958 48,8 16,21 30,67 95,68 4,32 6,58
    1963 32,81 20,19 17,51 70,51 29,49 7,79
    1968 28,24 29,13 11,82 69,19 30,81 3,27
    1973 48,7 36,7 3,07 88,47 11,53 3,48
    1978 43,31 46,64 1,07 91,02 8,98 12,45
    1983 55,65 34,54 1,3 91,49 8,51 12,25
    1988 52,89 40,4 0,69 93,98 6,02 18,08
    1993 23,6 30,46 0,59 54,65 45,35 39,83
    1998 2,82 39,97 0,45 43,24 56,76 36,55

        Ante estos datos, es difícil creer que al menos dos generaciones de venezolanos y venezolanas, auténticamente domesticados por el clientelismo y el terror, accedieron a la liberación de sus conciencias alienadas, gracias a la aparición de un líder carismático. En política, el mito del Mesías ha sido reiteradamente culpable de muchas equivocaciones y nosotros no somos la excepción. 

        No obstante, sería injusto y equivocado creer que aquellos casi seis millones de compatriotas que corrieron a inscribirse en el PSUV el enero de 2007, lo hicieron todos por oportunismo, o para lavar el infortunado desliz que los tenía inscritos en la famosísima lista de Tascón. Mas bien, creo no equivocarme si sostengo que una gran mayoría de ellos se acercaron al partido por el sentimiento de adhesión a un líder que indudablemente ha sabido ganarse el corazón de su pueblo, pero carentes de la experiencia militante, e incluso domesticados muchos de ellos por la Cuarta República en el desprecio a toda forma de participación política, algo que se evidencia simplemente observando en el cuadro anterior, la evolución ascendente de los índices de abstención electoral de 1958 en adelante. 

        Los adecos tuvieron casi sesenta años (a partir de 1945) para convertir a “Juan Bimba“, en un pordiosero. No solo por la injusticia en la distribución de los bienes que nosotros hemos venido corrigiendo en estos últimos diez años, sino porque, cabalgando sobre una economía rentista, naturalizaron la conversión de la voluntad en mercancía.   

        Esta herencia cultural, por incómoda que haya sido, la hubo de asumir forzosamente la Quinta República por la sencilla razón de que el hambre y desamparo del pueblo en 1998 –eso que genéricamente llamamos “deuda social”-no admitía sino la urgente instalación de una política asistencialista. No obstante hubo un momento mágico que evidentemente no supimos o no quisimos sostener en el tiempo. Fueron los tiempos en que el pueblo coreaba aquella consigna hermosa: “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo“. Solo que una vez ocurrido el milagro revolucionario de mitigar el hambre y abatir el desempleo, “lo extraordinario se hizo cotidiano” 

        Después perdimos la senda y llegamos al agotamiento de una clase política en la que conservadores y oportunistas han logrado desplazar a las tendencias revolucionarias que no obstante subsisten de manera precaria dentro de las estructuras del partido, aferradas a la idea de arrebatar las banderas a un enemigo interno que renueva sus fuerzas, precisamente sobre el chantaje asistencialista. Hemos llegado pues a un tema de reflexión y debate insoslayable que requiere a mi juicio desandar el camino y buscar el punto en que el pueblo empezó nuevamente a ser chantajeado con limosnas en lugar de ciertamente permitirle ejercer el poder como tanto proclamamos. Una vez derrotado el golpe de abril del 2002 y el paro petrolero, parece que nuestros dirigentes se atuvieron a las exigencias de la “Realpolitk“7, como vía mas expedita y segura para conservar el poder o dejarse corromper por él.  

        A mi juicio, luego de este diagnóstico, la existencia misma del Partido, pende hoy de los siguientes elementos:   

      1. La formación ideológica de la militancia, que por cierto no es probable que se concrete a partir solo del estudio. No hay ideología revolucionaria, sin praxis revolucionaria. Todo ser humano vive permanentemente obligado a enfrentarse con a una realidad concreta que le impone tomar decisiones o plegarse a las decisiones que otros tomen por él. La libertad individual no es otra cosa que ese ejercicio cotidiano de tomar decisiones. Decisiones que suelen parecernos autónomas pero que invariablemente están condicionadas por nociones ideológicas adquiridas a través de un proceso concreto de socialización. Esto significa que nuestra ideología nunca está condicionada por la lectura de textos sagrados. Estos, por mas orientadores que sean, son más bien producto de una determinada práctica social a la que podemos adscribirnos o no en función de nuestra inserción en las relaciones sociales de producción y nuestro modo de vida cotidiana. Ante los múltiples momentos de contingencia que la vida nos plantea y frente a los que surge la pregunta generadora de toda moral: “¿Qué debo hacer?” se manifiesta nuestra habilidad para tomar decisiones, y esa habilidad se sustenta siempre sobre el conjunto de convicciones que cada quien posee y que constituyen la ideología de esa persona.
 
      1. La voluntad para promover el debate abierto y permanente, para consolidar una coherencia ideológica que el Partido está muy lejos de haber alcanzado. Es obvio que la coherencia ideológica perfecta no solo es un ideal imposible, sino que significaría el infierno del pensamiento único, que como dicen por ahí es mucho más único que pensamiento. Para nosotros, buscar la coherencia equivale a construir una convergencia en la pluralidad del pensamiento revolucionario, hacia el horizonte de la utopía. No puede pedirse identidad total, pero si debe exigirse la derrota del pragmatismo. Esto es particularmente relevante cuando observamos que hay en el partido quienes dicen que debemos limitarnos a ejercer el pragmatismo8. Sin intentar adivinar que es lo que cada quien entiende por tal, y suponiendo que se esté cometiendo la torpeza de confundir pragmatismo con eficacia, resulta indispensable recordar que la eficacia política requiere del concurso simultáneo de al menos tres elementos.
      • Organización
      • Ideología
      • Trabajo de masas

               En todo caso, eso que llaman pragmatismo, se asimila casi siempre al ejercicio de la política bajo las recetas de personajes como Nicolás Maquiavelo y Otto Von Bismark. Es decir, la política concebida como instrumento para asaltar el poder a todo costo. La política como instrumento de dominación. Y a mi entender, nada puede estar más lejos de lo que debe entender por política un revolucionario, particularmente luego de la triste experiencia del Estalinismo.  

      1. La formación cuidadosa de cuadros militantes. No podemos seguir cultivando la ilusión de los seis millones de militantes. Un partido revolucionario no es un partido de masas por la sencilla razón de que requiere de militantes a tiempo completo, formados y probados en la lucha. Al respecto siempre me viene a la memoria el caso ejemplar de Tania, la compañera del Che en Bolivia. Ella, luego de una impecable trayectoria de servicio a la Revolución Cubana en diversos cargos de alta responsabilidad, se unió por último al combate del Che en Bolivia y murió en campaña. Solo entonces, el Partido Comunista de Cuba le otorgó “pos mortem“, la condición de militante. Un partido en el poder no puede darse el lujo de incorporar en sus filas a cualquiera que toque la puerta.
      1. El mantenimiento de una sana distancia respecto del Estado, no para adversarlo pero si para no dejarse cooptar por el funcionariado y para mantener una perspectiva indispensable a la irrenunciable función de juzgar la función pública. Hoy por desgracia, el PSUV es un triste instrumento de las políticas que le dicta el gobierno. La militancia no participa en el diseño e implementación de políticas públicas. Antes bien, se mantiene a la expectativa frente a lo que desde el gobierno se le dicte. Hoy es el funcionariado del gobierno el que acapara todos los cargos de responsabilidad del partido haciendo muchas veces uso de todas las formas del chantaje, cuando debería ser el partido el que vigilara la consecuencia e idoneidad ideológica de las personas que aspiran a cargos administrativos o de elección popular. No es sano para ningún partido ni para ningún gobierno que las mas altas responsabilidades de dirección en el partido estén secuestradas por ministros y gobernadores, aunque solo sea porque tanto la militancia como la función pública, son actividades que reclaman una dedicación a tiempo completo.

        De las reflexiones anteriores se derivan dos necesidades perentorias.:  

      1. Profesionalizar los cargos políticos.
      1. Consolidación de estructuras internas de inteligencia, seguridad y defensa. En el actual momento histórico es perfectamente previsible una escalada en las agresiones a nuestra organización política, tanto desde el exterior como en lo interno, en consecuencia desestimar el importante aspecto de la seguridad y de nuestra capacidad de respuesta, sería irresponsable.

        ¿SOMOS SOCIALISTAS?, ¿SOMOS MARXISTAS? 

        Una opinión sumamente extendida, le otorga una relevancia hipertrofiada a los asuntos de la organización. Se piensa –de algún modo hay que expresarse- que el mero diseño organizativo, la proclamación de estructuras minuciosamente descritas y el reparto de nombramientos rimbombantes, es más que suficiente para que un partido funcione. De este modo nacen, crecen, se reproducen y mueren en el anonimato, promotores, anillos, comités, directorios, patrullas, batallones y un largo etcétera de nombres huecos, “repúblicas aéreas“ diría el Padre Bolívar, que solo sirven para distraer a una militancia ingenua que en ocasiones –como Negro Primero- es capaz de dar la vida a cambio de un uniforme vistoso9. 

        Observando en retrospectiva todo el aparataje estadístico-jerárquico, todo el tinglado que hemos armado en cada elección, al que pomposamente llamamos “maquinaria” en el mas depurado dialecto adeco, tendríamos que reconocer que este impresionante monumento a la burocracia, no es sino la excusa para mantener ocupados a los militantes de base y posponer indefinidamente el reconocimiento de que nuestra fortaleza electoral descansa abrumadoramente sobre un sentimiento y no sobre la razón y la formación ideológica del pueblo.  

        No obstante, algunos tanques de pensamiento del Partido, han tenido la habilidad suficiente para imponer en la práctica, políticas públicas que nunca han sido realmente socialistas. Así vemos cómo se apoya desde el Estado un aparato productivo del que no se ha eliminado en la mayoría de los casos la propiedad privada sobre los medios de producción. 

        Han tenido siempre la habilidad suficiente para envolver en papel celofán las viejas recetas económicas de la CEPAL, una suerte de neokeynesianismo disfrazado en el discurso como Socialismo del S. XXI, cuya única definición precisa es que no se parezca a ninguno de los socialismos anteriores.  

        A lo largo de estos años hemos visto cómo, primero se puso de moda el “desarrollo endógeno”. Era endógeno hasta el café con leche: Ningún proyecto era considerado serio si no incluía la palabra “endógeno”, v.gr. “Beneficio endógeno de ancas de rana”, o “Importación endógena de periquitos chinos”. El mapa de Venezuela se llenó de ovalitos de colores que señalaban cientos de ejes y núcleos endógenos, muchos de los cuales jamás existieron más allá del mapa y del imaginario colectivo. 

        Paralelamente, potenciamos el movimiento cooperativo, pese a que cualquiera medianamente informado sabe que históricamente, las formas de asociación cooperativas, lejos de desmontar las relaciones de producción capitalistas, solo las invisibilizan10. Solo por citar un ejemplo cercano y relevante, las publicitadas cooperativas de construcción promovidas por CORPOVARGAS, fueron solo una manera de “flexibilizar” la fuerza de trabajo al servicio de los mismos contratistas que se enriquecieron a la sombra de aquella corporación, hoy de triste recuerdo. 

        Un buen día la terca realidad material, hizo que los más avispados descubrieran que la propuesta teórica del desarrollo endógeno no era sino otra forma de meternos el contrabando del mismo capitalismo de estado que viene abanderando la CEPAL11 desde que Raúl Priebich andaba por el mundo. Entonces lo endógeno pasó de moda y ya no se volvió a invitar a Osvaldo Sunkel a ningún “Aló Presidente”.  

        Después, por fin nuestro Comandante dio el gran salto cualitativo y nos declaramos socialistas, algo que a muchos que hemos pasado la vida en esa línea nos llenó de entusiasmo, pero a partir de ese momento todos los “endógenos (sic) quiso ser mas socialista que los demás, particularmente los mas sinvergüenzas y los mas ignorantes que solo buscan situarse siempre “a la diestra de Dios Padre Todo Poderoso”. En una ocasión, un camarada, seguramente de buena fe me dijo que no importaba mucho saber de qué va eso que mientan socialismo, porque ya el maestro Simón Rodríguez había dado en el clavo: “inventamos o erramos”.  

        La contaminación ideológica de nuestro pueblo es tal que hoy vemos por ahí carteles que anuncian la existencia de un “Consejo socialista de trabajadores de la economía popular”12. Algo que traducido a buen romance podría definirse como: ”sindicato de buhoneros”. Y no hay ideología más capitalista que la de un buhonero, comerciante tan parásito en esencia como puede serlo el dueño de un gran almacén.  

        Si bien estas cosas vienen arrastrándose a través de la historia misma de la sociedad venezolana, nosotros como partido no podemos desmarcarnos de la responsabilidad que históricamente nos corresponde en contribuir a modelar la conciencia de nuestro pueblo e ir suprimiendo situaciones como las que acabo de poner como ejemplo. 

        La tarea es ardua porque no sembramos sobre un terreno virgen. Está  muy extendido el error de atribuir al pueblo una absoluta orfandad ideológica. Ojala fuera el caso, pero infortunadamente, una buena parte del pueblo está armado con la ideología de su enemigo explotado y, padece de “falsa conciencia”13. Todos los medios de comunicación, todas las fuentes de entretenimiento y todos los juguetes que desde niños nos imponen, están virtuosamente diseñados para reforzar la aceptación de los roles sociales que legitiman y reproducen culturalmente al sistema capitalista. El problema es de tan descomunal magnitud que ni siquiera lo percibimos, está naturalizado en nuestra vida cotidiana y por desgracia ni siquiera nuestro Ministerio de la Cultura, asume este problema más allá del discurso.  

        Nuestro presidente pareciera ser el único que ha transitado una radicalización sin retorno en estos últimos diez años, mientras nos arrastra a todos los demás en calidad de lastre. El tiene tal fuerza, tal convocatoria, tal prestigio que ha logrado avances portentosos pese al pesado fardo de oportunismo y mediocridad con que se ha visto obligado a cargar en este ya largo camino. Creo yo que el Comandante Chávez se decidió a declararse marxista, luego de convencerse de que la palabra socialismo venía siendo resemantizada por el mal uso que muchos hacían de ella. Y aquí se montó la gata sobre la batea, porque mientras que la palabra socialismo se presta para incluir desde Cristo a Proudhon, pasando por Zapatero y Stalin, mientras los socialismos pueden ser utópicos, científicos, del S. XX o del S. XXI, el marxismo constituye un corpus suficientemente sólido de ideas que pese a todos los intentos que históricamente se han hecho por desvirtuarlo, sigue plenamente vigente, de modo tal que quien se declare marxista va a tener que demostrarlo en la práctica. El marxismo no es retórico, por eso ha sido también llamado Filosofía de la Praxis. 

        Es aquí donde si somos sinceros debemos hacernos una pregunta que puede resultar algo incómoda: 

        ¿Es marxista el PSUV, más allá de lo retórico, o es un triste partido policlasista como el que soñó siempre Rómulo Betancourt? 

        Por cierto, no deja de llamar la atención que hasta 1945, el Sr. Betancourt andaba por el mundo con una tremenda fama de comunista “come-candela“, lo que le permitió cultivar discretamente una amistad íntima con Nelson Rockefeller, heredero de la Standard Oil y en consecuencia, de la Creole a quien los adecos mas arrastrados llamaban familiarmente “Mr. Roke”. 

        El uso y la costumbre nos indican que la definición ideológica del PSUV la ha venido dictando el Comandante Chávez y si acaso hay en el seno del partido otros puntos de vista yo no los conozco. Así pues, como nuestro presidente se ha declarado marxista, todos hemos descubierto -¡Oh milagro!- que también lo somos. Pero como marxistas deberíamos ya haber reconocido que la única manera de construir el socialismo transita por el reconocimiento de la lucha de clases. Entre otras cosas, debemos hacer hincapié en que el uso de la voz “pueblo“, y en todo caso, entender que esta tiene solo un valor metafórico y que en ningún caso es una categoría útil para el análisis político, pues introduce un elemento de confusión que entraba el avance de la revolución.  

        Al decir de Ernesto Laclau14, el pueblo puede definirse como la agregación de un conjunto de sujetos sociales que tienen en común ciertas demandas insatisfechas frente al Estado. Generalmente, este conjunto de sujetos sociales se articula a través de algún líder carismático. 

        Como puede verse, esta definición se adapta bastante bien al perfil del Movimiento Bolivariano en los últimos años del siglo XX, lo que le permitió insurgir como la primera fuerza en las elecciones de 1998. Sin embargo, en la misma medida en que desde el Estado, ese mismo movimiento, con su líder carismático al frente, ha venido dando satisfacción a las demandas del pueblo, éste –el pueblo- se ha venido deconstruyeno. Dicho en los términos cínicos y descarnados de Benjamin Disraeli, “el político no debería nunca cumplir todo lo que ha ofrecido si no quiere que la gente lo olvide“. 

        Por supuesto que si esto es así, se debe a mi juicio a que con frecuencia, es el propio Estado el que ha venido implementando políticas populistas muy similares a las que en su momento promovió la Cuarta República, en lugar de estimular la conciencia y la lucha de clases.  

        No se entienda que proponemos la suspensión de las políticas asistencialistas del Estado. Eso sería algo imposible dentro de una sociedad en la que estamos muy lejos de haber saldado la deuda social heredada, mientras hemos sido incapaces de construir la conciencia de clase en un pueblo sumido en la falsa conciencia. Por tanto, sostenemos que esas políticas asistencialistas no deben sustituir el trabajo permanente de formación ideológica empezando por nuestra misma militancia, y deben ser sustituidas progresivamente por una transferencia efectiva de poder al pueblo organizado. Esfuerzo en el que decimos estar comprometidos al presente. 

        ¿QUÈ NOS UNE Y QUE NOS DEBE UNIR? 

        Hace ya más de tres años, se empezó a hablar de la necesidad de consolidar en un solo bloque todas las fuerzas políticas que apoyaban al proceso revolucionario bolivariano. En aquel momento se habló primero de un partido único, algo que despertó inmediatamente la reticencia de mucha gente, particularmente por la historia reciente de sociedades como la soviética, donde semejante experiencia había resultado muy negativa.  

        Tuvo que salir al paso de esta infeliz propuesta, la voz del camarada William Lara que sencillamente, con una claridad afortunada cambió “único”  por “unido”… Y aquí estamos, unidos desde el nombre mismo del partido. Sin embargo ¿Qué es lo que nos une? 

        Pienso que las motivaciones que han congregado a tanta gente en el seno del PSUV son muy diversas y eso es algo que tiene su expresión más clara en la misma Declaración de Principios del partido, documento que a mi juicio se mantiene en un plano de generalidades confusas que no admiten el menor análisis, pero que son ampliamente aceptables por las más diversas corrientes políticas, al recurrir a conceptos polisémicas como “justicia social”, “máxima felicidad posible”, etc.  

        Como ejemplo de lo que estamos señalando, es interesante analizar el siguiente párrafo del documento arriba mencionado: 

        “El partido socialista debe ser el verdadero guía y unificador de la clase y sectores explotados en la batalla por liberar definitivamente a la patria de la pobreza extrema, el atraso y la dependencia; debe ser el propulsor de la conciencia social y de los cambios históricos, promotor de la justicia social, moral y económica. Si hay educación para la conciencia ideológica-socialista de toda la población, se podrá derrotar la pobreza.

        El partido debe asumir el compromiso de luchar contra la injusticia y la exclusión. Impulsar nuevas formas de organización y políticas sociales que mejoren el nivel de vida y garanticen la mayor suma de felicidad posible. Promover el sentido de pertenencia, respeto, igualdad y dignidad, la crítica y autocrítica, para combatir todas las amenazas que confronta la revolución como la guerra de cuarta generación (desarrollada por los medios de comunicación del capitalismo), teniendo presente el carácter socialista revolucionario y antiimperialista del proceso, evitando la transculturización, todo ello aunado al ejercicio de la contraloría social sobre los gobernantes y funcionarios públicos, especialmente sobre los que militen en el partido.” 

    1. Cuando se apela a la “clase”  no se precisa a que clase se está refiriendo
    2. Categorías de análisis como “clase” y “sector” no pueden equipararse sin introducir un elemento de confusión en el discurso
    3. Introducir el concepto de pobreza sin un referente preciso y luego agregarle el adjetivo de ”extrema”, solo adorna el discurso sin aportar información alguna. La pobreza es siempre una percepción que surge frente a la distribución asimétrica de los bienes que produce un grupo social. Nadie se siente pobre por andar en burro hasta que se topa con el primer automóvil. Cabe recordar cómo Marx, para criticar el libro de Prouhdon titulado “Filosofía de la Miseria” redactó uno de sus trabajos más famosos y lo tituló socarronamente “Miseria de la Filosofía”
    4. La noción de “atraso” remite al desarrollismo, doctrina económica que lanzó en el siglo XX a todas las naciones explotadas, a buscar el modo de alcanzar a sus explotadores, sin entender que la lógica centro-periferia es consustancial a la globalización capitalista. El desarrollismo que pregonan incluso algunos de nuestros tecnócratar, está ampliamente demostrado que dentro de una división internacional del trabajo que estamos muy lejos de superar, es solo una quimera
    5. Es cuando menos novedoso el concepto de “Justicia Moral”. Desconozco si en alguna otra parte del documento se define que es la “Justicia Inmoral”
    6. Se proclama que “Si hay educación para la conciencia ideológica-socialista de toda la población, se podrá derrotar la pobreza”. Nos enteramos de que la pobreza es producto de una educación deficiente, se nos informa que a través de ella “toda la población adquirirá conciencia ideológica socialista y toda la población es el conjunto de habitantes del país sin distinción de clase social. Seguramente soy tan anticuado que no me he enterado de que ahora la conciencia y la ideología no tienen nada que ver con las determinaciones de clase en sí y clase para sí.

        Por otra parte, cuando en el documento aludido se enuncian imperativos más concretos, tales como el que le adjudica al Partido el ejercicio de la contraloría social sobre los gobernantes y funcionarios públicos, especialmente sobre los que militen en el partido”, creo que no hace falta decir lo lejos que estamos de poder satisfacerlos.  

        De hecho, es mi percepción que lo que nos une a tanta gente diversa hasta el momento es precisamente una suerte de consenso tácito para no profundizar en temas que como he tratado de mostrar, son bastante polémicos, siempre con el argumento de que “en estos momentos, eso no es prudente”. Solo que a partir del momento en que nos hemos declarado marxistas, el margen de tolerancia a la confusión del discurso se ha limitado notablemente y ya no es posible diferir un debate serio sobre: 

      • Relaciones Sociales de Producción
      • La lucha de clases
 

        La construcción del socialismo requiere trascender sin despreciarlas, todas las declaraciones de amor al prójimo, las protestas de humildad, bondad “justicia moral” (sic) y todo el resto de buenos propósitos que podrían suscribir hasta nuestros enemigos de clase sin ruborizarse. 

        Percibo que en estos momentos el partido se encuentra frente a una bifurcación: 

        Podemos refugiarnos en el regodeo por el triunfo indiscutible del pasado 26-S y “dejar para otro momento más propicio” la discusión de estos temas tan desagradables. Incluso podemos acusar de provocador, quinta columna o cualquier otra etiqueta estalinista, a cualquiera que se atreva a ponerlos sobre el tapete. Con ello más de un sinvergüenza, más de un simulador incrustado a la sombra del poder, podrá suspirar aliviado y empezaremos nuevamente el ciclo electorero, ahora hacia el 2012. Los organizadores seguirán en su papel protagónico inventando patrullas, “ubes” y otros productos de su fantasía gerencial, mientras que el trabajo ideológico podrá seguir durmiendo su calurosa siesta en la casa del partido una vez a la semana. 

        Podemos también enjuagar nuestros errores pasados y tomar en serio el trabajo ideológico, pero en el seno del pueblo, en los sindicatos, en las organizaciones sociales, en los consejos de campesinos y pescadores. Esta es una actividad que seguramente no otorga protagonismo ni da acceso a dignidades burocráticas, pero a nuestro juicio, es el camino para la consolidación del socialismo.

    cajp391130@yahoo.es


     

    29/09/2010 


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Pedro Calzada


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