Por esa razón, Carlos Marx organiza su obra, El Capital, de tal manera que en sus primeros 3 Libros trata ese aspecto humano de la relación burguesa a través de la Mercancía (Libro Primero), su Circulación (Libro Segundo) y su Tratamiento Macroeconómico (Libro Tercero), y reserva para el Libro Cuarto, de 3 Tomos, todo lo concerniente al plusvalor.
Obsérvese que ambos aspectos, la relación burguesa y la plusvalía, consumen casi un mismo metraje tipográfico, y déjese sentado desde ya que mientras los dos primeros libros han sido más o menos bien digeridos por la burguesía y sus epígonos, no ha ocurrido lo mismo con el Libro Tercero, habida cuenta de que es en este libro donde Marx y Engels dan cuenta del origen no mercantil de la ganancia. (Cónfer: “El problema de la Transformación”, de mi propia autoría: http://www.aporrea.org/actualidad/a37856.html .
Sobre esas bases teóricas, pasemos al mercado para detenernos en los inventarios de mercancías que permanentemente saturan todos los estantes de las empresas del mundo dedicadas al mercadeo mayor y al detalleo de una producción que de partida carece de compradores, por ingente, costosa y sofisticada que sea la publicidad que constantemente fabricantes y comerciantes practican para incentivar, torcer, renovar, ampliar y forzar insatisfactoriamente una demanda que de partida tiene la limitación del salario como rasero adquisitivo.
Tampoco la excelente calidad utilitaria de esas mercancías burguesas logra mayores compradores ya que, a lo sumo, la competencia intraclasita de fabricantes o de comerciantes involucrados logra colocar algunas, pero con cargo al estancamiento de otras.
Ni siquiera los mecanismos alternos del crédito han podido dar cuenta de una oferta sin demanda adecuada. Por el contrario, el crédito al consumidor final y a los comerciantes y fabricantes siempre ha tenido como epílogo las famosas crisis de invendibilidad coyuntural, según apreciación burguesa, pero que en nuestra proletaria apreciación se trata de una crisis crónica.
La carencia de mercado solvente para la plusvalía parte de las propias fábricas, habida cuenta de que el capitalista, si bien logra recapitalizar algunos costes constantes, y todos los salariales, nunca podrá vender por no hallar compradores la parte de los costes constantes empleados en el trabajo excedentario creador la plusvalía impaga.
El fenómeno de la “acumulación” de capital que termina centralizado en las compañías transnacionales, al lado del fenómeno de la injerencia mercantil apoyada en doctrinas librecambistas y demás mecanismos comerciales internacionales , son fenómenos derivados de la propia estructura económica provocado por un sistema que logra fabricar mercancías gracias a unos trabajadores a quienes no les paga, con lo cual tampoco puede recapitalizar los insumos materiales utilizados para fijar el trabajo más allá del tiempo necesario a cambio del caula los trabajadores reciben su salario.
Las guerras interimperialistas, las discrepancias comerciales permanentes y la política gubernamental de todos las economías suelen girar alrededor de la conquista y penetración de un mercado que jamás podrá absorber unos excedentes mercantiles en los cuales el capitalista sólo invierte capital constante, y este por naturaleza es incapaz de ofrecer ganancia sin recibir el trabajo que lo convierte en mercancías. Como esta parte del trabajo asalariado no le cuesta nada al capitalista, resulta lógico que como mercancías terminen saturando unos inventarios que están a la vista de todos.
Desde acá, dado que estructuralmente la plusvalía carece de mercado solvente, sugerimos que los gobiernos empeñados en solucionar el problema del hambre en su amplio sentido pongan cuotas mínimas de realización para todos los comerciantes a fin de que estos vacíen sus inventarios, por ejemplo, a través de remates periódicos, so pena de ser confiscados antes de que sean declarados obsoletos o inutilizables por perecibilidad y daños afines.
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