Para superar lo que se denomina el “Estado burgués” es necesario sustituir las estructuras que le dan forma. Como por ejemplo las leyes que sirven para la protección de relaciones sociales que lo sustentan. Pero sobre todo, es necesario poder vencer aquello que le da sentido, es decir, la protección de la propiedad privada, considerada como más que la propiedad jurídica de los medios de producción.
La propiedad privada, en tanto que fuente de poder social, es parte de la distribución inicua de bienes tangibles e intangibles que toma forma en las dinámicas de estratificación social. Pero más aún, la propiedad privada existe de un modo del que pocas veces somos conscientes. Existe en la manera como nos concebimos como individuos y colectivos, como consideramos nuestra relación con los demás y nuestra actitud hacia todo tipo de hechos presentes. Así, la lógica de la propiedad privada se encuentra en la manera en que damos significado a nuestas acciones y a las de los demás. Incluso podemos hablar de que la lógica de la propiedad privada penetra nuestros proyectos de vida, es decir, la manera en que nos representamos los alcances de nuestras acciones hacia el futuro.
Estas ideas de seguro guardan relación con lo que Ludovico Silva denominaba la plusvalía ideológica: las formas de apoyo psicosocial al sistema capitalista; concepto que permite entender por qué en ocasiones los explotados se cuentan entre los defensores de las desigualdades. Dichos conceptos son valiosos porque nos permiten comprender hasta qué punto el cambio de sistemas no es solamente un cambio de estructuras, sino también un cambio de los contextos que le dan sentido a dichas estructuras. En otras palabras, es posible modificar el régimen jurídico de propiedad (y hasta cierto punto las relaciones sociales de producción) sin tocar el significado social de la producción capitalista. Por esta vía encuentra explicación el surgimiento de grupos sociales enquistados en el control particular de los medios de administración como garantía para el acceso a la propiedad social, en regímenes burocráticos autodenominados “socialistas”.
Entonces, en un momento en el que la propiedad privada ordena y da sentido a las relaciones sociales, es fácil vislumbrar que los grupos de lucha se mueven en torno al contro de la propiedad. Es decir, en último término, cuando no se cuestionan las formas de propiedad, los grupos se alinean o confrontan por el control de los medios que permiten mejor acceso a la propiedad privada.
Se entiende entonces que el cambio cultural que supone la Revolución pasa por lograr la superación del proyecto de vida de la propiedad privada. Si el proyecto de vida de la propiedad privada hace que un sujeto le de significado a su realidad en términos de lograr su acceso a la propiedad (ser propietario de bienes, propietario del trabajo y del valor de otros, e incluso convertirse él mismo en propiedad...), entonces, cómo ¿podemos describir el proyecto de vida de su contrario, la propiedad social? Un proyecto de vida para la propiedad social depende de un sistema social basado en la conciencia social, en el que los bienes tangibles e intangibles, producto del trabajo humano, se distribuyan en atención a las necesidades sociales e individuales. Obviamente esto requiere otro tipo de conciencia, difícil de alcanzar, donde se armonice la relación con la propiedad. Por ello debemos aspirar a otros modos de educación – no formales – en los que, a partir de espacios de construcción socialista, sea posible experimentar lo que significa organizarse en función del deber social.
¿Cómo vincular estos comentarios con nuestra realidad? No es posible competir con la lógica de la propiedad privada en sus propios términos. Si políticos y funcionarios aburguesados, aunque formen parte del Gran Polo Patriótico, compiten contra políticos y funcionarios burgueses de la contrarrevolución dentro de las lógicas del Estado burgués, seguramente serán derrotados. Algo de esto quizá sucedió en las pasadas elecciones. Si entramos en la lógica de elecciones burguesas con un proyecto de apropiación privada de los bienes públicos, pero con un discurso “chavista”, seremos derrotados por los que defienden el discurso opuesto y son apoyados por los medios de comunicación privados, la educación tradicional, la cultura del Estado burgués, etc. En parte por esto se entiende la diferencia entre los resultados de centros urbanos y centros rurales; entre el centro y el interior.
El Polo Patriótico debe ayudar a fundar los escenarios de educación que sirvan para superar el proyecto de vida del capitalismo. Si el proyecto de vida, como abstracción que le da sentido a las acciones de los cuadros, atiende a la lógica de la propiedad privada, dicho proyecto se materializará en multitud de formas que harán imposible el avance de otras formas de socialización. Algo de esto ha sucedido cuando formamos jóvenes para el trabajo social y luego los enviamos a instituciones en las que son rápidamente absorbidos por la lógica burocrática (que envuelve a la lógica de la propiedad privada), o con la criticada fusión de cargos públicos con cargos políticos y que muchas veces termina por debilitar el apoyo popular a la Revolución. En cambio, si intentamos fundar el proyecto de vida de la propiedad social sobre estructuras reales guíadas por la conciencia del deber social, podremos experimentar la manera en que funcionan las relaciones sociales para el Socialismo.
Esta no es una perspectiva utópica, sino pedagógica. Los escenarios de formación no necesitan ser “puros”, basta con que se establezcan reglas claras para organizar la acción colectiva en función del deber social. Esta perspectiva de formación-acción implica, por el otro lado, un cambio en las estructuras formales del Estado actual para que puedan atender los intereses del Poder Popular. Tomemos por caso los Proyectos de Leyes del Poder Popular. Allí se introducen importantes conceptos que precisamente tienen como función ayudar a crear los espacios de prueba del Poder Popular. Pero si las leyes no pueden trascender el aspecto meramente jurídico y convertirse en parte de las dinámicas de la comunidades, y si las estructuras propuestas no logran vencer las resistencias del Estado burgués, seguramente perderán vigencia pronto. Las leyes por sí mismas no lograrán el cambio si no se articulan con actividades de reorganización sociopolítica, jurídica, económica y cultural que permitan desmontar al Estado actual para abrirle paso al Estado Comunal.
De lo contrario, la lógica de la propiedad privada puede llegar a penetrar el proceso de transformación actual hasta el punto de convertir a la Revolución en propiedad de unos pocos. ¿Qué cosas pueden convertirse en “propiedad”? El acceso a los medios de administración pública, los recursos financieros y no financieros, las oportunidades de acción política... todos presos por la lógica de apropiación individual y grupal de los bienes sociales, y proyectando esa lógica a los incipientes escenarios de organización social. Este escenario implica varias amenazas para el futuro de nuestro país, como la exclusión de las mayorías con menos posibilidades de acceder a los códigos de propiedad y la mutación de los servidores públicos en un grupo de interés que pretende el control del Estado rentista-burgués (a través de la búsqueda de la materialización del proyecto de vida de la propiedad privada). Ambas salidas tienen como destino último la derrota del proceso de cambios en manos de sus competidores capitalistas. La alternativa es la socialización de la propiedad material e ideológica a través de procesos educativos que, en la práctica, impliquen profundos cambios en la estructura del Estado actual.
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