volcado sobre el mercado. De esta manera, a mayor circulante mayores precios, y de esa forma se termina por ocultar la verdadera fuente del valor, se opera con el mercado y a este se subordina la producción.
Esa teoría es la que suele aplicarse a los efectos del cálculo de la paridad monetaria en cada país que esté colgado a la soga del dólar, vale decir, para cuantificar la paridad de esa divisa, según las diferentes monedas nacionales. Así, si un gobierno acuña mucha moneda, la paridad crece y a ella debe ajustarse la paridad oficial. Esto resultaría marcadamente arbitrario y acientífico.
Sin embargo, el cálculo monetarista de la paridad para el dólar parece lógico, sólo que se trata de un tratamiento desligado del verdadero valor de esta divisa.
Como sabemos, el dólar tiene un uso internacional; su volumen como circulante de los EE UU tiene que determinarse según su acuñación y distribución mundial. Es decir, para que EE UU determine la paridad de su moneda ($) tendría que ajustarse a la misma fórmula monetarista que emplean los países para determinar la paridad que les corresponda.
Para ello, se necesitaría un cálculo estadístico amplio que recoja todos los dólares del mundo emitidos y en circulación, y ese volumen de dólares se haría corresponder con el volumen de todos los circulantes de los países comprometidos con esta divisa, para que, según la fórmula monetarista, determinar una paridad universal, una media mundial y macroeconómica del dólar en cuestión.
Para nadie, salvo para los ingenuos, es un secreto que el dólar vale hoy poco menos que una porción de estiércol, dada la ingente circulación mundial que de ella practica su país de origen.
De manera que los países deberían abandonar esa formulita monetarista, burguesa y vulgar, usada alegremente para determinar la paridad del dólar a nivel local.
Debería mirarse, más bien, el volumen de dólares que respalden la cantidad de monedas locales (sus Reservas Internacionales en dólares), cuando se toma en cuenta la disponibilidad que de esa “moneda” pueda tener cada país, según su propia y particular fuente de obtención.
En el caso venezolano, debe reconocerse (científicamente) que mediante nuestro recurso petrolero seguimos teniendo un auténtico manantial de dólares, no sólo los que tengamos en cartera, sino todos aquellos que a futuro, y perfectamente determinables, podamos disponer en el corto y mediano plazo por concepto de ventas de recursos naturales y de otras exportaciones.
Lo que queremos sugerir y estamos planteando es que, si aplicamos la fórmula monetarista de división de Bs entre dólares, para determinar la paridad de nuestra moneda, entonces debemos conocer la cantidad de dólares que exista en el mundo (su propia paridad) capitalista arropado por esta moneda.
De lo contario, debemos poner a nuestra moneda un valor que no se ajuste rigurosamente a semejante veneno burgués y mercantil, con una paridad ficticia que sólo sirve para inflar nuestra propia Inflación, revalorizar una moneda extranjera, someternos esta, y seguir negando que el valor de los bienes se da en la producción y no en el mercado.
[1] QP = MV, donde Q = oferta en bienes, P = nivel de precios, M = masa de circulante, y V = velocidad de circulación o actividad mercantil. Allí, si M aumenta arbitrariamente, mientras en paralelo la demanda (hábitos de consumo o “V”) y la producción (Q) se mantienen constantes, de perogrullo P crecerá., y lo hace independientemente de que los asalariados sean muy productivos. Esa fórmula es la alcahueta de la emisión de dinero inorgánico, el mismo que sirve para justificar la Inflación como algo derivado del mercado, y de negar que, más bien, responde a las decisiones irresponsables de gobiernos corruptos.
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