El valor de uso no presenta mayores problemas intelectivos puesto que resulta evidente la utilidad que brindan los productos del trabajo y los de la propia Naturaleza como bienes satisfactorios de nuestras variopintas necesidades materiales y espirituales.
Antes de la introducción del dinero, los productos del trabajo fueron simples valores de uso repartidos comunitariamente. Rota la propiedad comunal primitiva y aparecida la propiedad privada sobre los medios de producción, la misma división técnica del trabajo derivada de la naturaleza material de las materias primas e instrumentos y capacidad laboral de la mano de obra, forzó el intercambio de bienes entre los diferentes productores de campesinos y artesanos. También se intercambiaron valores de uso entre comunidades vecinas y hasta lejanas.
Como valores de uso, a esos intercambios se les llamó “trueque”, y este fue superado con la introducción del dinero como medio de compra; así fue cómo el valor de uso se convirtió en mercancía portadora de determinado valor de cambio. Las mercancías sólo aparecen cuando su intercambio o compra-venta se ve mediado por una “mercancía” especial, universal o única, que funge de dinero [2] para la compra de las “mercancías” particulares sólo diferentes entre sí cualitativamente como valores de uso, y sólo diferentes cuantitativamente como valores de cambio, o sea, según su “valor” a secas.
Tanto el trueque como el comercio sólo aparecieron, pues, con la propiedad privada, por parte de una clase social explotadora y otra expropiada. La división del trabajo entre los campesinos, entre los artesanos, y entre aquellos y estos, obligaba al intercambio directamente o a través de mercaderes o comerciantes. Esta forma de circulación de la producción de valores de uso convertidos en mercancías se desarrolló con más producción, más mercado y más división del trabajo técnico, un desarrollo que ya para el siglo XVI, D.C. promovió la aparición de burgueses y proletarios en reemplazo de artesanos y feudales- explotadores de siervos y aprendices- por arrendatarios capitalistas y asalariados. Los antiguos mercaderes optaron por producir las mercancías en lugar de comprárselas a terceros. Fue así cómo la burguesía comercial se transformó en burguesía industrial, y el artesano y campesino en proletarios.[3]
Inmediatamente antes de la imposición del sistema capitalista, los explotadores esclavistas y medioevales o feudales usaban el dinero como simples medios de compra; ellos dieron valoración preferente a los valores de uso, porque fueron explotadores consuntivos por excelencia.
Los valores de uso son naturalmente intrínsecos de cada mercancía, y precedieron con mucho al valor de cambio, cuya esencia, definición y correcta interpretación apenas data de hace unos 170 años, cuando Carlos Marx se encargó de estudiarlo y desvestirlo de todo ese ropaje esotérico, fetichista y bizantino que se halla en la literatura premarxiana[4], literatura que sigue arrastrándose en las universidades, academias y en el acervo cultural de los economistas burgueses. Marx lo hizo para rebatir el falso origen de la riqueza que se conserva y divulga en esa literatura a fin de negarse la explotación de los asalariados en los centros fabriles, comerciales, financieros y gubernamentales.[5]
Los valores de uso de las mercancías se aprecian por su calidad que las hace diferentes entre sí, de las cuales se puede disponer en ciertas cantidades, sin que una mercancía sea más útil que otra, mientras que los valores de cambio uniformizan a todas las mercancías entre sí, en calidad, y sólo pueden diferenciarse por su cantidad, lo que hace que unas mercancías sean más valiosas que otras. Por ejemplo, no podemos afirmar que el oro sea más útil que el hierro, sino que son de diferentes utilidades, y sólo podríamos decir que haya más cantidad de uno que del otro, como podemos afirmar que el primero tiene un mayor de valor de cambio o es más valioso que el segundo.
La principal “utilidad” que tienen los valores de uso para el capitalista es servir de soportes del valor de cambio canjeable por dinero . Algunas mercancías han sobresalido por su utilidad como medio de cambio, como dinero. El oro ha sido una de ellas, pero su relativa escasez se agotó como tal ante el descomunal desarrollo del mercado. Se hizo necesaria la introducción sustitutiva del dinero fiduciario, papeles carentes de valor intrínseco, con un valor imaginario legalmente coadmitido por compradores y vendedores.
Es durante el sistema capitalista cuando el dinero pasa a ser capital por excelencia. Este se usa para la compraventa de medios de producción, y pago del salario. Los explotados, por su parte, siguen usando el dinero como simples medios de compra de valores de uso tasados a determinados valores de cambio. Y este hecho acarrea otra desventaja contra el trabajador, según iremos detallándolo.
El dinero es una abstracción que debemos concretar. Como quiera que los asalariados fungen de vendedores de su Fuerza de Trabajo, es de inferirse que el dinero recibido como salario no puede tener el mismo valor trabajo que tiene el dinero burgués. Se trata, más bien, de dinero proletario.
Digamos que mientras los explotadores capitalistas optaron por acumular valores de cambio, o dinero burgués, según la fórmula del capital. D-M-D’, para lo cual necesariamente compran valores de uso a fin de capitalizarlos con el trabajo creador de los asalariados, quienes, como tales, siguen siendo simples compradores de valores de uso propios de su cesta básica mediante dinero proletario que recibe como salario y funcionan con la fórmula: M-D-M’. Los proletarios no sólo son explotados, fábrica adentro, sino que el “dinero” que va a sus manos es dinero de metal feble, papel moneda devaluada y sin el respaldo estable que permite sus devaluaciones frecuentes frente a otras mendas imperiales, frente al dinero burgués.
El dinero se acuña en centros fabriles propiedad de capitalistas, o, a lo sumo, es acuñado por gobernantes al servicio indirecto de la clase dominante. He un hecho irrefutable que hasta ahora nadie ha determinado jamás cuánto dinero hace falta para compensar las necesidades monetarias circulatorias del PIB a fin de evitar volúmenes deficitarios y superavitarios.
Establecido el comercio mundial capitalista, cada valor de uso sirve de soporte a determinado valor de cambio[6], inclusive cuando en la elaboración del primero no haya intervenido trabajo alguno, como son los bienes originarios, minerales, hidrocarburos, agua y otros ofrecidos por la Naturaleza listos para servir por su utilidad para el consumidor final o para la producción como materias primas[7]. Sin embargo el poder de compra del dinero recibido por los trabajadores nunca se corresponde con esos valores de cambio aspirados por fabricantes, comerciantes, banqueros y gobernantes.
De tal manera que detrás del dinero proletario o de las monedas nacionales de países no imperiales, y detrás de la paga salarial de todos los países, queda escondida su diferencia clasista con el dinero burgués expresado en monedas fuertes, bien respaldadas o siempre garantizadas a sus tenedores por los gobiernos burgueses (Casos de la reciente crisis financiera de EE UU, cuando ese Estado reintegró dinero perdido por la banca privada, y cuando el Presidente Caldera, en Venezuela, socorrió a los pillos del Banco Latino).
[Desde aquí le sugerimos al Banco Central de Venezuela, a su Dirección de Estadística, y con motivo de la ley que sobre precios se halla en proceso, para que en lo sucesivo calcule índices de precios en dólares y podamos tener una mejor idea del poder adquisitivo de la moneda nacional. Sugerimos que el Estado pague a sus funcionarios públicos en dólares para de esa manera usar el mismo dinero burgués que usan los explotadores. ]
[1] En la edición cubana de El Capital, (Editorial de Ciencias Sociales) reemplazan “acumulación de mercancías” por “arsenal de mercancías”. Dan así una sobreconnotación al poder económico de los fabricantes quienes no sólo son propietarios de ellas, sino que las usan para someter a consumidores, competidores y gobernantes.
[2] Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. II.
[3] Ibídem, Cap. XXIX.
[4] Carlos Marx, El Capital, Cap. Subc. IV.
[5] Hemos estado señalando la explotación de los funcionarios públicos en los Estado modernos. En estos priva la contrata de funcionarios públicos con bajas remuneraciones para el grueso de su personal, razón por la cual buena parte del Presupuesto Nacional de Ingresos Impositivos resiste mil y una malversaciones, y es objeto de hechos de corrupción que hacen de las labores burocráticas de alto rango una fuente segura de enriquecimiento para los gobernantes, diputados, ministros, magistrados y alta jerarquía religiosa, militar y afines. Estos aristócratas de la Cosa Pública terminan endeudando al país para poder medio garantizar una mediana calidad en los onerosos servicios públicos, a cargo de funcionarios mal pagados por causa de su explotación.
[6] Es una perogrullada afirmar que toda mercancía con algún valor de cambio debe satisfacer alguna necesidad, ser de utilidad o tener algún “valor de uso”.
[7] En el mercado suele presentarte casos de bienes cuyo valor de cambio, o valor propiamente dicho, es un valor “imaginario”, fiduciario o indirecto, meramente mercantil (Cónfer: Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Cap. III), habida cuenta de que en su elaboración no interviene el trabajo, pero son bienes útiles que pueden servir como dinero. El oro, la plata, el cobre, son valores de uso prototípicos de dinero, pero también lo son el petróleo, el mineral de hierro y, más recientemente, muchos metales y minerales naturales que han venido cobrando valor en razón de su mera utilidad tecnológica. La fuerza de trabajo del proletario podemos señalarla como el mejor ejemplo de un bien originario que no tiene valor de cambio per se pero puede venderse, como efectivamente lo hace el asalariado. Si su precio (Valor del salario) resulta bajo es porque en su transacción con el patrono capitalista se halla indefenso y clasistamente expropiado de medios de producción donde aplicar esa fuerza de trabajo suya para limitarse a vender mercancías el lugar de su fuerza de trabajo, asimilada una mercancía, para que el capitalista produzca otras mercancías como suyas por el hecho de ser el expropiador originario y permanente de dichos medios de producción, y una baratura que también responde a la abundancia de mano de obra procedente de una masa proletaria que crece sin cesar aun en condiciones de miseria.
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