Históricamente, los estudiosos y hombres de “ciencia” en general, los filósofos, artesanos, campesinos y los trabajadores trabajaban y especulaban a favor de todos. A ellos hoy se les exige una mayor precisión porque los temas y objetos de estudio resultan cada día más abstrusos, más abstractos y su concreción resulta más compleja. Tal es el caso de la Economía Política Marxista.
Interpretar bien los aportes de un genio especializado en asuntos sociales como lo fue Carlos Marx es infinitamente más difícil que hacerlo con los aportes de los científicos que cuentan con laboratorios y objetos esencialmente concretos y sin valerse de mayores e intermedias abstracciones[1].Muchas de las dificultades científicas en el campo de las llamadas ciencias naturales es por causa de limitaciones sensoriales, pero no intelectivas. En Economía Política ocurre todo lo contrario: los fenómenos están allí, a la vista de todos, pero sin que podamos a primera vista penetrar en su compleja esencia.
Cuando apareció la propiedad privada e individual de la tierra y de los medios de producción creados por los trabajadores, aparecieron las llamadas clases sociales[2], o grupos de propietarios con una misma fuente de obtención de sus rentas. En el modo actual, las clases sociales son los burgueses, propiamente dicho, los burgueses terratenientes y los proletarios. Todas ellas fungen de propietarios privados e individuales, los primeros y segundos, de los medios de producción y de la tierra, respectivamente, y los terceros, de fuerza de trabajo que crea toda riqueza material.
En el proceso de trabajo[3] capitalista los burgueses aparecen como capitalistas y rentistas del suelo, y los proletarios como trabajadores. Capitalistas y rentistas, como agentes de producción, y trabajadores como agentes productivos, todos ellos aspiran obtener ganancias, rentas y salarios. Tal es la “fórmula trinitaria”[4] del capital en la concepción burguesa, que, vista por la Economía Marxista, no resiste un análisis científico.
Entre los científicos premarxistas hubo un sano interés por descubrir las leyes de la Economía Política, la fuente de la riqueza material. En esos ensayos destacaron François Quesnay, Adam Smith, David Ricardo y otros que terminaron vulgarizándose tan pronto comprendieron que sus hallazgos podrían resultarles contraproducentes a quienes pagaban sus servicios. Digresión: Hoy ya nadie contraviene los descubrimientos astronómicos de Nicolás Copérnico, como lo hicieron en su época, pero, a Carlos Marx, luego de 163 años, sigue negándosele sus geniales descubrimientos en favor de las sociedades sin clases, o, lo que lo mismo, en contra de los intereses clasistas de la burguesía.
Afortunadamente, los valores científicos reciben ajustes, pero no pueden ser borrados; los aportes económicos marxistas se han convertido en soportes políticos y sus seguidores y apologistas aparecen como alternativa de gobierno frente al liderazgo burgués que se obstina en perpetuarse y en negar que en este sistema se explota a los asalariados y que por esa razón la burguesía se enriquece y le saca partido a la sociedad tanto en condiciones de bonanza como en las peores crisis económicas nacionales y mundiales. Los aportes de Marx tendrán absoluta cabida en la sociedad sin clases, una hipótesis debidamente argumentada, pero, sólo su concreción podrá darle luz verde a los aportes marxistas, independientemente de los esfuerzos políticos de sus mejores y más connotados líderes.
¿En que se apoyan los apologistas burgueses para negar el rigor científico de Carlos Marx en su “Contribución a la Crítica de la Economía Política”?
Detallemos un poco la “fórmula trinitaria”: Es una trilogía compuesta por: Capital-ganancia (beneficio de los empresarios más interés financiero); tierra-renta del suelo, y trabajo-salario. “Esta fórmula comprende todos los secretos del proceso social de producción”. Los economistas burgueses subestiman que esas 3 combinaciones son a primera vista imposibles.
Efectivamente, el apologismo burgués se apoya en ella porque su incongruente contenido implica insalvables contradicciones que amparan los “criterios” subjetivos (especulaciones incomprobables) que caracterizan toda la Economía Política Vulgar.
Por ejemplo, “tierra” es un valor de uso no fabricable por nadie, no es valor, y la “renta” es un valor de cambio; luego, ¿de qué manera o en razón de qué puede cambiarse o exigirse valor trabajo por un valor de uso cuando este no sea valor, no se le produzca, no soporte ningún valor de cambio? Allí hay una inconmensurabilidad porque a los valores de uso se los cuenta por unidades, mientras a los valores de cambio se les mide por la cantidad de trabajo que cuesta su producción. Son variables incompatibles.
Asimismo, el “trabajo” es un valor de uso, porque es aplicación útil de la fuerza de trabajo durante algún tiempo y sobre otros valores de uso transformables en nuevos valores de uso. El trabajo sirve para medir el valor pero no es valor en sí mismo[5]. La cantidad de ese tiempo de trabajo empleado representa el valor añadido por el dueño de la “fuerza de trabajo”. El valor de esta fuerza se corresponde con el de los bienes de la cesta básica del trabajador. Por su parte, en la “fórmula trinitaria” la contrapartida del trabajo es el “salario” en dinero que en sí mismo es un valor de cambio. Luego, el cotejo de un valor de uso (trabajo) con un v. de cambio (salario) es otra incongruencia.
Con el “capital” es más notorio el absurdo: como depósito de valor trabajo representado en dinero, el capital mal puede ser cambiado por más valor representado en el “interés” que es otro valor de cambio de igual naturaleza; 100 no puede ser igual a 110[6]. Entonces, el economista vulgar rechaza el capital como valor de cambio y lo presenta como valores de uso representados en los medios de producción o sustancia material del capital que adquiere como condición para el proceso productivo (materias primas, máquinas, etc.). Pero, así la combinación entre un objeto resulta inconmensurable con la plusvalía, ganancia o interés porque estos son valores de cambio.
Tales incompatibilidades entre capital e interés, tierra y renta, y trabajo y salario, son convertidas en el “núcleo racional” de la Economía Política Burguesa. Por supuesto, ahora se sabe que al capital (medios de producción), a la tierra (fuente de aquellos y “locus” del proceso de trabajo) y al trabajo, a pesar de ser valores de uso, se les asigna valores de cambio como simples relaciones cuantitativas derivadas de la puja entre compradores y vendedores, y no como relaciones sociales fincadas en la propiedad privada e individual sobre esos tres componentes técnicos del proceso productivo de la riqueza material.
De resultas, la ganancia se originaría en el mercado, no en la producción; el trabajador estaría justamente pagado; no habría explotación y la riqueza burguesa quedaría plenamente convalidada.
[1] Carlos Marx, El Capital, Libro I, Prefacio de la Primera Edición Alemana.
[2] Carlos Marx, Obra citada, Libro III, Sección Séptima, Cap. LII.
[3] Obra citada, Libro I, Cap. VII
[4] Obra cit., Libro III, Cap. XLVIII.
[5] Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. XIX.
[6] Obra cit., Libro III, Cap. XLVIII, Subc. III.
[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí, y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.
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