El aire atmosférico y algunas de sus aplicaciones utilitarias

Conozcamos Algunos Curiosos Valores de Uso

Queremos destacar algunas aplicaciones vulgares que suelen pasar inadvertidas ante nuestros sentidos, pero que no por ello son menos importantes, como valores de uso originarios, aunque sí pecan de chocante desacademicidad.

La lana y el tejido de algodón son los bienes de uso más eficaces contra el frío invernal. Del traje de lino suele decirse que es “friíto” cuando lo palpamos con muestras manos. Intentaremos explicarnos porqué esos bienes impiden que nos enfriemos más de la cuenta.

Ocurre que la lana, por ejemplo, contiene miríadas de pelillos que conforman el pelambre natural y protector de las ovejas. Esos pelillos reciben el impacto del aire a determinada velocidad en un frustrado intento de estos por llevar su baja temperatura hacia los objetos que tropiecen en su errático y eólico camino.

Cuando el aire choca contra dichos pelillos, ocurren dos efectos paralelos: 1.- rebote interactivo de la masa gaseosa contra esos pelillos, lo que se traduce en un bajón de su velocidad, y 2.- roce calentador del aire en cuestión como suma de esas miríadas de aquellos botes y rebotes a lo largo de todos esos finos hilos.

De resultas, la temperatura final de arribo del aire es mucho menor que el que traía antes del choque, y por esa razón la temperatura corporal pierde un mínimo de calor porque la lana se encarga de minimizar la frialdad del flujo gaseoso que de otra manera absorbería buen aparte del calor humano o animal desprotegido.

Otra curiosidad: Los hilos de la telaraña se comportan más resistentes de lo que original y aisladamente considerados lo son. Cada hilo suele quedar sujeto al resto de la red a la que pertenece. Por esa razón, dicha red resulta resistente y elástica a los más fuertes impactos de los insectos que tropiezan con ella o quedan enganchados a uno o varios de aquellos. Cuando ocurre lo segundo, un hilo pendiente queda firmemente sujeto a casi toda la red a través del “delta” de hilos que lo sujeta. Corolario: la unión de esos hilos deltados es portadora de una buena parte de la fuerza de resistencia de los milimétricos hilos de la laboriosa y diligente Epeira.

Otra: Usted se habrá preguntado por qué los mosquitos suelen penetrar nuestra nariz con mucha frecuencia, siempre que estos insectos pululen en nuestra cercanía.

Bueno, ocurre que cuando estamos periódicamente respirando, estamos vaciando el tubo nasal justo durante las fases de inhalación, y consecuencialmente provocamos el llamado “vacío”; es entonces cuando esos molestos animalitos, gracias a su liviandad comprobada son presa fácil del efecto gravitacional ante esa fosa vacía, y se ven así atraídos involuntaria e inevitablemente hacia el interior de nuestra laringe.

Otro valor de uso: El aire circundante cuenta entre sus más arcanas aplicaciones industriales la de servir para hacer botellas de vidrio con una facilidad que deja corta la peladura de mandarinas. El artesano licua la sílice, toma una de sus abrillantadas y candentes gotas con su azadón; hábilmente despliega parte de aquella para adelgazarla adecuadamente y sopla. Las demás fases que va cubriendo el vidrio hasta convertirse en una desequilibrada y porfiada botella corren automáticamente a cargo del recalentado gas que luego de besar la superficie desplegada termina inquieta y explosivamente atrapado en esa concavidad que va formando gracias al pegamentoso contagio de calor propio del infierno en que dantescamente ha caído.

De manera que cuando oigamos decir por allí: *Es más fácil que soplar y hacer botellas*, ya recordaremos que se trata de una labor casi natural y donde menos peso tiene el vidriero, más allá de calentar, sostener y soplar, porque ni siquiera a este pertenece el aire insuflado que finalmente hace la botella, según pasamos a detallar en el siguiente párrafo.

Ocurre que cuando soplamos nos limitamos a presionar direccionalmente una parte del cascarón gaseoso que se halle en nuestra periferia inmediata; como si lo perforáramos o prolongáramoslo en tubular y elástica metamorfosis. Y esa presión va tocando de cerca y sucesivamente cada una de las capas sucesivas, a manera de matrioshka, hasta que finalmente la cobertura gaseosa del objeto hacia el cual hayamos dirigido el soplido toca física y *personalmente* dicho objeto, cosa, persona o animal, momento y fase para la cual creemos que lo hemos movido, calentado o refrescado, según el caso.

Otro: Tampoco nuestros apreciados e infatigables pulmones dan cuenta per se de nuestra oxigenación ni de nuestra desintoxicación gaseocarbónica. Ocurre que justo cuando la partera o partero nos da la primera nalgada nos asustamos tanto que comprimimos por reflejo estos encajonados y neumáticos órganos recién hechecitos. A partir de entonces, y debido al carácter lisomuscular y esponjoso de los lóbulos *respiratorios*, el vacío y ensanchamiento provocado por la descompresión pulmonar (la de la musculatura alveolar) cede inercialmente a su relleno con el corriente y *libertino* y disponible aire que produjimos al momento de nuestro primer alarido. Todo lo demás sigue ocurriendo en fases alternas de vacío-relleno hasta que morimos.

Otra utilidad natural: Algo semejante ocurre con el conocido y colorido bombeador de sangre. Sus contracciones diastolicosistólicas pueden perfectamente explicarse por una alternancia inercial de un órgano que en un primer momento contrajo exógenamente sus paredes interiores y entonces dio pie para que los diminutos y capilares vasitos de sangre penetraran en vasos cada vez más gruesos hasta su desembocadura en las grandes hoyas de nuestro amante y amado corazón.

Ni qué decir de la útil descomposición alimentaria que se desarrolla en las intimidades de nuestro aparato digestivo productor de “aguas mayores”. No sólo desechamos la porción sólida e indigerible de nuestros alimentos, sino también ese importante y comprimido y potenciado volumen gasífero que dirige toda su fuerza hacia el exterior y se lleva a su paso casi todo lo que vaya encontrando.

El peso del gas es otro curioso valor de uso: Como forma parte intrínseca de las referencias paramétricas de pesos y medidas convencionales, sólo comprimido, o sea desprendiéndolo de su estado libre, puede ser objeto de alguna medida. Es así como, por ejemplo, una paca dispersa de copos algodonosos, cargados de gas, difícilmente permiten su medición en una báscula que deje fuera de sí parte de la pesada.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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