Revolución Industrial, Mercado, Estafa Capitalista, Precio y Ganancia Burguesa[i]

“El producto total de la sociedad ((PIB)), y por lo tanto el conjunto de su producción, se divide en dos grandes sectores:

I) Medios de producción, mercancías que por su forma deben, o por lo menos deben entrar en el consumo productivo.

II) Medios de consumo, mercancías que por su forma entran en el consumo individual de la clase capitalista  y de la clase obrera.

En cada uno de estos dos sectores, todas las distintas ramas de producción que forman parte de él son una gran rama única de producción: los medios de producción para las unas, las de consumo para las otras. El conjunto del capital invertido  en cada una es  un gran sector especial  del capital social.

En cada uno de estos dos sectores, el capital se divide en dos partes:

 1) Capital variable. En valor, es igual al de la fuerza de trabajo social empleada en esta rama de producción, y por consiguiente, a la suma de los salarios pagados  por ella. Desde el punto de vista material, está compuesto por la propia fuerza  de trabajo en acción, es decir, por el trabajo vivo que pone en movimiento este valor-capital.

 2) Capital constante, o sea, el valor de todos los medios utilizados  para la producción en esta rama. Éstos se subdividen a su vez en capital fijo: maquinarias, instrumentos de trabajo, edificios, ganado de labor, etc., y capital constante circulante: materiales de producción (materias primas y auxiliares, artículos semielaborados, etc.).

El valor del producto anual total ((PIB)) fabricado con la ayuda de este capital, en cada uno de los dos sectores, se divide  en un elemento de valor  que representa el capital constante  c  consumido en la producción,  y -cuyo valor se limita a trasladarse al producto-; y otro elemento de valor agregado a este  por todo el trabajo del año. Este segundo elemento  se subdivide a su vez en dos partes: la que repone el capital variable v  anticipado, y el excedente de este capital que constituye  la plusvalía pl.

Como el valor de cualquier mercancía en especial, el del producto anual ((PIB)),  entonces, también se descompone, en cada sector, en c + v+ pl.

 El elemento de valor c, que representa el capital constate consumido en la producción, no coincide con el valor del capital  constante empleado en la producción.  Por cierto que los materiales de producción se consumen  en su totalidad, y por lo tanto todo su valor pasa al producto. -Pero sólo un parte del capital fijo empleado se consume por completo, y por ende su valor pasa al producto-. Otra parte del capital fijo, máquinas, edificios, etc., sigue existiendo y funcionando  como antes, aunque con un valor disminuido por el desgaste sufrido durante el año. Esta parte del capital fijo, que sigue funcionando, no existe para nosotros  cuando examinamos el valor del producto. Es una parte del valor-capital, distinta e independiente del  nuevo valor-mercancía producido, y existe al lado de él. Tomado de Carlos Marx, El Capital. Libro II, Cap. XX, Subc. II. Los guiones me pertenecen, así  como los paréntesis dobles. 

En esos epígrafes se puede observar cómo ha venido imperando, dentro del apologismo capitalista, la  taxatividad textual de las afirmaciones de Carlos Marx, a tal punto de que estas  han sido asumidas por todos los calculistas de la Contabilidad Burguesa con el amparo de   los economistas vulgares. Y han respetado, entonces, al pie de la letra, la teoría crítica de Marx sobre la Economía Política, a pesar de que, en paralelo, han matado, denigrado, ignorado, perseguido, silenciado, excomulgado, etc., a quienes nos hemos sumado fielmente a la ortodoxia marxista por considerarla una ciencia con todas de la ley. Nos consideran carteros que debemos morir porque traemos malas noticias epistolares.

Y así es cómo dan por hecho, con rigor científico aunque paradójicamente  marxista, que el valor del uso consumido de los medios de trabajo debe cargarse al costo de producción,   al Producto Interno Bruto (PIB), por así decirlo, y con ello al precio de venta.

Veamos este nuevo epígrafe, tomado de la obra citada, Libro I, Cap. XV, Subc. II:

“…si bien a primera vista, resulta evidente   que la industria mecánica, al incorporarse la ciencia y las poderosas fuerzas naturales, aumenta de manera maravillosa  la productividad del trabajo, es posible preguntarse  si lo que gana por un lado no se pierde por el otro, si el empleo de máquinas  economiza más trabajo de lo que cuestan  su construcción y mantenimiento. Como cualquier otro elemento del capital constante, la máquina no produce valor, sino que sencillamente transmite el suyo  al artículo al que  sirve para fabricarlo. Así,  su propio valor entra en el producto. En lugar de abaratarlo, lo encarece en proporción de lo que vale. Y resulta fácil ver que  ese medio de trabajo  característico de la gran industria es muy costoso en comparación con los empleados por el oficio manual y la manufactura.”. Las negrillas me pertenecen.

Por supuesto, la mayor durabilidad de las máquinas,  en comparación con las herramientas de mayor sencillez, hace pensar que las alícuotas por concepto de depreciación cargadas al costo medio de producción son ínfimas, casi “gratis”[1], pero el  hecho es que al final de la vida útil de esas costosas máquinas, todo su valor ha sido cargado a los consumidores en el precio de sus compras. Valga la siguiente digresión:

Los capitalistas del sector II, de bienes de consumo, reciben esos recargos y se limitan a trasladarlos a su  respectiva clientela, con lo cual,  sin embargo, ven achicada su verdadera tasa de ganancia ya que su capital desembolsado se incrementa exactamente en el monto de dichos recargos.

Por cierto, ya el Economista clásico J. B. Say se dio cuenta de que las   máquinas  prestan el “servicio”  de crear un  valor que forma parte de la ganancia del capitalista,  una afirmación que el clásico David Ricardo  pretendió descalificar y que desafortunadamente Carlos Marx aprobaría [2].  Inferimos que Say se refería a un valor de cambio comercial en la medida que venía siendo cargado como costo al precio de venta.

Bien, venimos insistiendo que una cosa es que el valor de cambio de los medios de trabajo deba imputarse al monto de la inversión necesaria para determinada producción de  mercancías, y hacerlo independientemente de que  su valor de uso vaya siendo consumido por el trabajador en funciones, e ir agotando su valor de cambio, y otra cosa es comprender que, ciertamente, ese valor de cambio reaparece sólo en la plusvalía, habida cuenta de que con la ayuda de esos medios de trabajo el tiempo necesario se acorta y en consecuencia se alarga el trabajo excedente que equivale a una mayor plusvalía[3], y con ello, a una mayor ganancia concretable en el mercado. De aquí la importancia de  las “revoluciones industriales” con su ingente carga de medios de producción con grandes valores de cambio.

Ha habido una pesada confusión, reinante hasta ahora, que ha permitido al empresario imputar como parte del precio de venta el valor de cabio el de los medios de trabajo, en lugar de descontarlo de sus ganancias.

Observemos ahora cómo el propio Marx hace depender la tasa de ganancia de todo el capital fijo, además del resto del capital complementario: circulante y variable:

En nuestro trabajo recogido por “aporrea.org”, 

http://www.aporrea.org/ideologia/a120875.html,

vemos que la tasa de ganancia está calculada “convencionalmente”, es decir, capitalistamente. De esa manera  esta  se achica porque la plusvalía o ganancia queda relacionada con todo el capital inicial (c + v), aunque el precio de producción (y así, el precio de venta) de la producción del año sólo reciba el monto de las depreciaciones a que hubiere lugar. Digamos que al capitalista le ha sido muy provechoso declarar márgenes de ganancia mermados. Aduce que se carga al costo de producción sólo una parte del valor de la maquinaria empleada, y que  como    el valor de uso original  de ella se mantiene  mientras tenga vida útil, entonces, el valor íntegro con que ese medio de producción entra a comienzo del año   representa un capital inmovilizado que merecería (según criterio burgoapologista) derivar  una  ganancia como le asiste al  resto del capital empleado y consumido en la producción del caso.  

De semejantes aducciones se desprende una duda razonable: ¿cómo  se justifica una misma tasa de ganancia para una capital funcionando   a full capacidad que a media máquina o a un tercio de su capacidad?  Si la ganancia procediera de la simple compraventa del capital inicial, no podría regir una misma tasa para un capital fijo plenamente usado que para otro apenas usado parcialmente.  En el despejo de esta    duda  está presente la   plusvalía que es independiente de un  mayor o menor capital constante. Este capital sólo sirve para encarecer los costes de producción y, por supuesto, para que el trabajador use su fuerza de trabajo de la menor manera, productivamente hablando. En ese encarecimiento del valor medio de las mercancías (venimos deduciendo) le ha ido al capitalista buen aparte de su gigantesca riqueza acumulada hasta ahora, y riqueza que perfectamente, como vislumbró Say, procede del mercado y no del plusvalor que es sólo otra fuente alterna de ganancia.

La contabilidad burguesa considera consumido el capital variable v, a pesar de que este el trabajador lo produce y reintegra con creces, con plusvalor, mientras el resto de c de los medios de trabajo no participarían en la producción, sino en la parte de su desgaste como valor de uso, pero sí en la inversión como valor de cambio. Digamos que el sólo planteamiento del problema se halla tan viciado de contradicciones que ni el propio Carlos Marx pudo zanjarlas en su oportunidad, salvo que sí lo haya hecho en versiones literarias no llegadas a América y a las cuales  desconocemos.

Pero hay más: el capitalista bien podría haber comprado más de una máquina necesaria para llevar a cabo el proceso productivo; que, por ejemplo, una de ellas  la tiene como  repuesto para emergencias. En este caso, mal podría considerar este repuesto como parte de su inversión, como mal puede seguir comprando máquinas con una sobrecapacidad productiva en cada año. Sin embargo lo viene haciendo, a sabiendas de que sus depreciaciones serán cargadas al precio de venta, o sea, que serían los clientes los que comprarían esos medios de producción, sin adquirirlos en valor alguno ya que, si bien son usados para producir determinadas mercancías, el capitalista no podría, sin ellos, aumentar su plusvalía relativa ni procesar tanto capital circulante como lo hace con su ayuda.

http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net



[1] Carlos Marx, Ibídem

[2] Ibídem.

[3] http://www.aporrea.org/ideologia/a126899.html

marmac@cantv.net 


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Manuel C. Martínez M.


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