Esto no es un análisis. Es un llamado de atención, a quien pueda interesar.
Es
mucho el daño que el triunfalismo le hace a la revolución bolivariana:
la autocomplacencia, expresada en la difusión por doquier de las
trescientas veintisiete encuestas que dan como ganador a Chávez, de una
vez y sin haber peleado; el autoengaño, que ilustra cierta "interpretación",
según el cual el chavismo superaría por más de cuatro millones de votos
a la oposición el próximo 7 de octubre; la miopía que nos hace tener
ojos sólo para las miserias de la oposición, reina y señora de los
medios privados, cuando tendríamos que dedicarle la mayor parte de los
espacios de nuestros medios a darle voz a quienes no la tienen.
Luego
van y se estrellan de frente contra la realidad y cunde el derrotismo:
se quedan sin habla, sin iniciativa, sin propuestas, sin discurso; o
bien hacen como si nada está pasando, porque aquí no ha votado nadie; o
hacen malabarismos matemáticos, comparando, por ejemplo, los resultados
de las presidenciales de 2006 con los de las primarias; o bien denuncian
“fraude”.
Porque es así: el triunfalismo de ayer es el derrotismo de hoy, y el triunfalismo de hoy anuncia la derrota de mañana.
De
manera que no se trata de cantar "fraude", como se acostumbró a hacerlo
lo más vil del antichavismo durante años, sino de acabar de una vez por
todas con el fraude interpretativo que pretenden imponernos
triunfalistas y derrotistas.
Ya basta.