Siento
en lo personal que desde hace siglos he vivido dentro de un sistema dominador
que lo abarca todo, que lo impone todo, que todo lo condiciona.
Desde
que fui desarrollando mis sensibilidades y comencé a sentir el mundo con la
conciencia, lo he percibido así.
Siento
que habito dentro de una cáscara hipócrita, estúpido artificio, cruel esfera,
que aunque cuelga de su cielo raso la palabra libertad sobre un anuncio
luminoso, en realidad se comporta como un sistema esencialmente opresor.
Y
con seguridad lo es. Todo lo más que acepta es regalarte un tenue aroma de
libertad, pequeña farsa banal, siempre y cuando puedas cumplirle dos
condiciones obligatorias.
La
primera, es que logres sobrevivir, al precio que sea, en la dura competencia
social. Si no lo logras, es decir, si lo incumples, formarás parte de la vasta
legión de los pobres del mundo. Y tu apreciada libertad será un mito legal,
apenas nada.
La
segunda, es que sumisamente aceptes sus exigencias y normas sin oponerte a
ellas y, menos, rebelándote.
Ni
lo cuestiones. Pues si lo incumples serás un execrado, un excluido, un
perseguido, o un muerto.
Repito:
así lo vivo en mi humanidad pensante, que es la que tengo. No tengo otra.
Y
no lo vivo en aislamiento. No. Me acompañan cientos de millones de seres
humanos que le están aprendiendo a decir ¡basta! al capitalismo (pues de él
estoy hablando en esta nota vespertina).
Así
lo vivo, hoy, en la Venezuela Bolivariana, con esforzadas multitudes que alegremente
intentan construirse un mejor vivir, un digno respirar, un latido común que sea
piadosamente entrañable.
Pero
que comprenden conmigo que, para hacerlo, hay que refundar la existencia.
Salir
de un mundo y crear otro más completo.
Salir
de un imaginario e inventar otro más acogedor.
Darle
la vuelta al pensamiento, desmontando lo establecido, cuando es injusto, cuando
es feroz, cuando es implacablemente absurdo para la vida en común.
De eso se trata la revolución: de un cambio de sistema.
El autor es: Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas
ggastello@gmail.com