Hemos perdido Miranda nuevamente. Me suscribo a la necesidad de hacer el análisis de una realidad política que por reiterativa, crónica tal vez, va resultando algo mas que una “piedra en el zapato“ para el propósito de construír el socialismo.
Lo primero que se me ocurre, seguramente por mi mala costumbre de ironizar, es preguntarme que hubiera ocurrido si en 1959 en Cuba, los habitantes de aquel barrio exclusivo de La Habana que se llama Miramar, los dueños Cuba y sus gerentes –en fin, los burgueses-, se hubieran quedado en sus casas en lugar de emigrar en masa a Miami. Mal comienzo hubiera sido si la revolución, en lugar de encontrar despejado el horizonte histórico de la noche a la mañana, hubiera pensado en recomponer el discurso para no ofender las castas orejas de sus enemigos, como parecen estar sugiriendo hoy algunos sedicentes “chavistas“.
Convengo en que resulta muy difícil atraer a esa clase media que es mayoría al Este de Caracas o en los Altos Mirandinos y que ha sido siempre determinante en los resultados electorales que reiteradamente obtenemos en esos espacios, pero lo que se me hace cuesta arriba es creer que con la sola modificación del discurso obtendremos mejores resultados.
En todo caso, creo que los que se empeñan en atraer a la burguesía no tienen mas remedio que aburguesarse, no solo en el discurso sino también en las acciones. Cosa que ya viene intentandose denodadamente –con bastante éxito, por cierto- por parte de algunos y algunas que dicen militar en el chavismo. Validos de aquello de la “unidad en la diversidad“, versión edulcorada del policlasismo adeco, surgen ante nosotros empresarios socialistas y banqueros que “si tienen corazón“.
En tanto que clase “en sí“, la identidad de una persona viene determinada por su particular inserción dentro de las relaciones sociales de producción, pero eso que llamamos “clase media“ lo es como autopercepción es decir, como “clase para sí“. En su mayoría són asalariados y en consecuencia proletarios. Lo que pasa es que ellos no se han enterado ni desean hacerlo. Són esa gente que vocifera cuando un artículo que se puede adquirir en PDVAL, desaparece artificialmente en los anaqueles de Excelsior Gamma y consideran el hecho como una demostración del “infierno comunista al que nos ha conducido Chávez“
Hablar de clase media “en positivo“ no pasa de ser un lamentable despropósito porque quien actúa en positivo o negativo sea cual sea el referente, por definición deja de ser clase media en tanto que se atreve a tomar partido, a ejercer el pensamiento crítico. La clase media es media, se sabe media, porque está o se siente en una suerte de limbo desde el que su actuar –casi siempre disociado de su discurso- se reduce a un tránsito permanente determinado por el miedo a la miseria y la carrera por esa opulencia que contemplan en las vitrinas de cualquier “Mall“. Es la capa social que sustenta y da estabilidad al Estado tal como lo concebía Hobbes, porque es la receptora del miedo y la esperanza cuya administración constituye según Hobbes la principal función de Leviathan: El estado burgués que por supuesto sigue siendo el nuestro mas allá del discurso.
En dos platos, creo que mientras no seamos capaces de radicalizar el proceso que iniciamos hace ya catorce años, no solo seguiremos perdiendo Miranda, sino que en la misma medida en que, con medidas neokeynesianas, incorporemos una mayor cantidad de gente a esa masa informe –“gris, municipal y espesa“ decía Unamuno“- que llamamos clase media, iremos perdiendo otros espacios que por costumbre quiza sigan declarándose “rojos rojitos“ y vocifererantes de lugares comunes “revolucionarios“.
Una revolución, a no ser que la palabreja se haya resemantizado sin yo saberlo, no puede plantearse el éxito o fracaso en los términos formales de la democracia burguesa y mas concretamente, referir la crítica política de forma privilegiada, a las estadísticas electorales.
Creo que la pérdida del espacio de poder que significa una gobernación, en Miranda o en cualquier otra parte del país, solo podrá superarla la revolución concentrándose en la construcción de una nueva geometría del poder a través de comunas auténticas articuladas en distritos motores. Comunas y consejos comunales que a diferencia de lo que hoy acontece con lamentable frecuencia, no tengan solo existencia virtual en las estadísticas de algún burocratizado ministerio burgués de lo comunal.
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