Alguien dijo una vez, que un problema bien planteado es un problema casi resuelto. Sucede a veces, que frente a la posibilidad de afrontar seriamente un problema, optamos centrar los esfuerzos en lo síntomas y de ahí, surge ese comportamiento tan común en nosotros, que nos lleva a colocar pañitos calientes.
La nueva ética socialista como primera línea del Proyecto Nacional Simón Bolívar no fue o no pudo ser una mera casualidad. Fue producto de un diagnóstico que identificaba la enfermedad y su estado. Una sociedad que vivía un capitalismo raquítico y profundamente enferma por los antivalores. Hoy el alto gobierno está como despertando de un largo sueño y se percata que la corrupción está destruyendo la esperanza. El alto gobierno está abocado a la buena y noble tarea de cazar corruptos. Se aplaude ese gesto como un esfuerzo de valentía, pero colocar el énfasis ahora en una lucha con la corrupción implica muchas cosas. Supone entender, que si juntamos esta especie de frenesí anticorrupción con otras situaciones en otros ámbitos de la realidad venezolana, concluimos muy tristemente, que en vez de construir socialismo, hemos estado concentrados en caerle a diente a la renta petrolera y dejar intacta la cultura parasitaria de la IV. Es algo aparentemente más solidario y humanitario, pero que agudiza la crisis de espiritualidad que pretendimos afrontar con la línea de la nueva ética.
Digo “caerle a diente” a la renta, porque ha prevalecido la idea sobre un socialismo que se construye sobre la base de echar dinero a la calle a través de diferentes mecanismos (créditos, aportes, donaciones, misiones) que se sustentan bajo los ingresos petroleros y cuando estos ingresos no son suficientes, se acude luego al expediente de las devaluación que deja la enfermedad en las mismas condiciones. Aunque en eso hemos desarrollado una cierta cultura de “solidaridad” para sacar a mucha gente de la pobreza, este fenómeno (la pobreza) aparece con otro sentido y otras cabezas. Ya no es identificable en un determinado segmento (C y D) de la sociedad. La pobreza material tal vez haya mejorado, pero la pobreza de valores éticos y morales que nos habla de la gran enfermedad, se ha hecho crítica. Hoy es más evidente y todos queremos construir un socialismo con una abundancia petrolera que finalmente no será nada, porque este sistema alimenta la enfermedad que hemos venido padeciendo.
No invento, en el 2007 hablamos y nos propusimos “la refundación ética y moral de la nación venezolana” y hoy estamos fuertemente contaminados por valores contrarios. No es fácil esta refundación, pero si nos atenemos a lo que se oye a muy baja voz sobre los cientos de miles de millones de bolívares que hemos repartido en créditos no pagados para la seguridad alimentaria que no llega y en los aportes al poder popular, cuyos fondos muchos se han esfumados; la radiografía muestra muchos puntos críticos. La esperanza que suponíamos era el Poder Popular, luce contaminada por la enfermedad de falta de valores.
En el 2007 en el Proyecto Nacional Simón Bolívar, se nos dijo que “el modelo productivo [respondería] primordialmente a las necesidades humanas y [estaría] menos subordinada a la reproducción del capital. En ambas cosas no hay los avances que deberían de existir. La refundación ética y moral agoniza y un modelo productivo que atienda a las necesidades está lejos. No es fácil esto, pero deberíamos estar en mejores condiciones.
No fuimos ni hemos ido al fondo de la enfermedad del sistema y producto de esta omisión, hoy se filtra la opción (ilusión más bien) de un capitalismo social y frente a esa alternativa; el reformismo y el cazar corruptos cubre los espacios de decisiones del alto gobierno. Las alcaldías y las gobernaciones son máquinas de reproducción de antivalores y oír lo que se oye abajo, presagia que la enfermedad en su peor momento.