A propósito del comienzo del proceso del Congreso del PSUV, me interesa comenzar a dejar dejar algunos criterios expresados en una serie de artículos sueltos.
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de lucha de clases…” nos dice Carlos Marx en el Manifiesto que escribiera junto a su inseparable camarada Federico Engels.
Sirva la cita para recordar que, a menos que ya no tengamos historia, la premisa sigue siendo válida para quienes modestamente tomamos el marxismo como filosofía y método de análisis.
De otro de sus trabajos, La ideología alemana, extraigo este otro texto, que bien pudiera servir para la reflexión que más abajo hago en este texto: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época… las ideas dominantes no on otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas¨.
¿Y a qué viene tanta citadera? Podría preguntarse el lector.
Respondo: sencillamente a recordar que detrás de cada acción, política en este contexto, está la ideologia, los valores de clase (terca expresión “demodé”, de acuerdo a algunos). En otras palabras, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Pongamos por ejemplo lo electoral.
La creencia nacional que trata de establecerse es que en este año no hay elecciones por tanto podremos desarrollar los planes establecidos y derivados del Programa de la Patria (II Plan Socialista de la Nación) y aquellos pendientes de la Constitución y las leyes del poder popular sin otras atenciones que aquellas que se desprendan del “normal” desenvolvimiento de los actores de la sociedad venezolana.
La contrarrevolución internacional en lo que aparentemente es una coyuntura nos recuerda que no está dispuesta a dejarnos solos en nuestras decisiones y, aunque saliendo aporreada en su insurgencia política militar de esta parte del año, se refugiará, para lamer sus heridas y reordenar fuerzas, en una táctica de resistencia que servirá para mantenerse en operaciones de desgaste mientras deciden pasar a otra etapa de su estrategia política militar del momento. Las correctas orientaciones de nuestro Gobierno son de olbligatorio estudio. Es este un elemento político de gran monta a considerar para el diseño de una estrategia y táctica nuestra basada en la realidad para continuar enfrentando esa coyuntura.
La estrategia del poder popular no puede ser concebida, en consecuencia, sólo como la movilización física, territorial, de contingentes en escenarios de demostraciones de fuerza, muestras de músculo, pues. Importantes, como lo son, creo que el movimiento es algo más que los movimientos de rotación y traslación.
El verdadero desarrollo del poder popular como una expresión cuantitativa y cualitativa de capacidad y decisión política ideológica del pueblo organizado, como verdadero demonio político territorial requiere de la ejecución sistemática de planes y proyectos en los que se demuestre la participación protagónica del pueblo, y lo más importante de esto no su expresión como operativo mediático. Lo mediático es importantísimo, si, pero no puede ser lo central. Lo mediático es eso: un medio. Lo fundamental, para los objetivos superiores de la revolución, es la unidad, organización y conciencia del pueblo como sujeto del poder. Lo más importante es que, Lara, por ejemplo, que tiene un nivel amplio y extendido de organización popular también exprese un profundo y extenso nivel de incidencia política ideológica de la organización de ese pueblo. Puede haber cualquier argumentación frente a casos como ese, que no son pocos, pero es una obligación revolucionaria reflexionar descarnada, seriamente porqué suceden esas cosas y como pueden cambiar. Eso no podrá resolverse mediante un acto de entrega de nada en un acto en lo que predomina es la alegría natural de quienes reciben lo que les corresponda. Lo que hay que resolver es la interrogante que expresa una situación acerca de la contradicción entre la existencia de un pueblo organizado y registrado en todos los registros formales necesarios para el desenvolvimiento social e institucional pero con una situación extraña en el registro político revolucionaria. El saldo en el libro de la contabilidad revolucionaria.
Las dirigencias de las organizaciones del PSUV están obligadas a afinar el conocimiento de los objetivos, estrategias y tácticas de la revolución y la conrarrevolución, y las situaciones políticas que se desenvuelven en esos procesos en sus realidades concretas.
Uno de los temas que nuestro Congreso deberá discutir es esa relación entre práctica y “teoría”. Quizás se encuentre allí un riquísimo filón para aprender acerca de cómo se entrelaza la acción política y organizativa con la ideología y al desarrollo y fortaleza de que clase social tributa.
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