1. El valor de la iniciativa estratégica
Un aspecto clave del mandato de Hugo Chávez fue el interés permanente de mantener la iniciativa estratégica. Esto representó un carácter revelador de su estilo de liderazgo en varios sentidos. Primero, muestra la voluntad de orientar la acción política colectiva de acuerdo con un programa explícito, en contraste con la alternativa de hacerlo según las líneas de un programa tácito moldeado según una moda o una corriente teórica abstracta. Segundo, demuestra conciencia de que la acción estratégica se desenvuelve en un plano dinámico, en el que existen rivales que a su vez están realizando sus apreciaciones estratégicas, y que el escenario se desenvuelve a través de un conjunto de iteraciones entre las cuales pueden cambiar el terreno y la correlación de fuerzas. Tercero, se aprovecha la ventaja de definir los referentes y las pautas del Proyecto desde la posición de autoridad, lo que permite ubicar a los opositores en el contexto de la lucha social.
A más de un año de la partida física de Chávez, el Movimiento Bolivariano se encuentra en la tarea de retomar la ofensiva estratégica. En una situación de conflicto que describe un golpe blando (insurrección organizada, campaña mediática, guerra económica) nos hemos visto en la necesidad de responder ataques puntuales de la oposición mientras se reorganizan las fuerzas y se ordenan las filas. Por eso la respuesta de la dirigencia bolivariana debe apuntar a responder los retos concretos al mismo tiempo que se crean las condiciones generales para la profundización de la revolución social y de su defensa por parte de las mayorías populares. Una tarea que debe atenderse en varios frentes simultáneos.
2. Proyecto, Plan, Programa
La ofensiva estratégica requiere que se visibilicen los términos del Proyecto o de la Gran Política Bolivariana para este período ("Plan de la Patria"), así como las líneas generales en el corto y mediano plazo: el Plan de Política Bolivariana (“Golpe de Timón” – “12 Líneas Estratégicas de Gobierno de Nicolás Maduro”). Si concordamos en que los términos del Proyecto se encuentran en el Plan de la Patria, se deben formular las acciones para su construcción más allá de la coyuntura particular y de la respuesta que merecen los enemigos internos y externos. Además, se deben establecer las dimensiones y los momentos de su implementación para construir los hitos que permitan la definición y el avance de una estrategia que corresponda a cada frente y a cada momento político (Programas de Política Bolivariana).
Por otra parte, es necesario que se visibilicen los referentes político-ideológicos que orienten la ejecución del Proyecto. La construcción de referentes no es un asunto meramente conceptual o simbólico. Al contrario, los referentes permiten definir la narrativa histórica, los conceptos y los ejemplos que guiarán y facilitarán la apropiación colectiva de las estrategias planteadas por la dirigencia. El Socialismo Bolivariano y el Buen Vivir son grandes referentes que ayudan a que militantes y simpatizantes se apropien de forma creativa de las líneas generales del Proyecto. En ausencia de referentes conceptuales y sin un Proyecto claro, el Plan es una construcción abstracta que no puede ser adoptada políticamente por quienes apoyan al movimiento.
La definición de momentos para el reimpulso de la ofensiva estratégica debe conjugarse con el interés de concretar las alternativas materiales para la superación de cada escenario. Por ejemplo, si tenemos como meta la transformación de los modos de producción y redistribución del valor en el sistema socioproductivo, hemos de concebir numerosas acciones estratégicas y tácticas que permitan que emerja tal transformación como efecto sustantivo de la conjunción de factores impulsados como parte del Plan estratégico. Con esto, lo que se afirma es que el cumplimiento del Plan no es una cuestión lineal o mecanicista, sino el resultado de numerosos factores sobre los cuales se tiene diferente grado de control o gobernabilidad.
Estos aspectos se pueden considerar como parte de un horizonte estratégico general. Desde esta perspectiva, las estrategias nacionales son comprendidas como procesos complejos definidos de forma orgánica y sustantiva, y no de forma fragmentada y mecánica. La voluntad de definir el Plan en función del Proyecto, los esfuerzos para buscar la ventaja estratégica, el cultivo y la divulgación de los referentes políticos y la persistencia de crear condiciones de viabilidad del Plan, representan aspectos de la orientación estratégica en un contexto de construcción y confrontación como el que vivimos en Revolución.
3. Eficacia política y calidad revolucionaria
La consolidación de la iniciativa estratégica sugiere revisar el escenario en términos de lo que Alfredo Maneiro en sus “Notas Políticas” denominaba “eficacia política” y “calidad revolucionaria”. Actuar con eficacia política significa tener la capacidad para alcanzar y mantener el poder. Pero el poder no se “toma” sino que se construye socialmente, por lo que “mantener el poder” debe entenderse como la capacidad para garantizar un conjunto de condiciones favorables para el cumplimiento de las decisiones de la dirigencia. Por lo tanto, la ofensiva estratégica debe observar los modos de construir las bases y ligazones del poder social para la distribución progresiva del poder y el cumplimiento de las decisiones.
La calidad revolucionaria representa la capacidad de proporcionar contenido político transformador a las acciones que viabilizan el desarrollo de cada escenario. La estrategia organizada a través del Plan y de los referentes conceptuales constituye la base que proporcionará dirección y contenido transformador a las acciones emanadas de la dirigencia y adoptadas por todo el órgano de ejecución, es decir, por el movimiento social.
La construcción del poder social (eficacia política) y la definición del contenido transformador (calidad revolucionaria) se encuentran relacionados entre sí, mas no de forma instrumental. La formulación de los fines y las acciones para alcanzarlos se corresponde con la creación de condiciones de apoyo social. Y así mismo, la posibilidad de crear condiciones de apoyo social se corresponden con los fines propuestos por los dirigentes. Por lo tanto, toda estrategia y táctica de transformación que no pretenda legitimarse por el monopolio de los medios de administración, debe cuestionarse si construye las condiciones de apoyo social que permiten afirmar que su estrategia emana del bloque histórico revolucionario y que no se encuentra separada de las bases orgánicas, es decir, si sus decisiones son resultado de la construcción del poder social y de la edificación de condiciones para la viabilización de la estrategia de transformación.
4. Irreverencia en la discusión, lealtad en la acción
El despliegue del Plan debe ser dinámico en el sentido de que prevé la evaluación, la crítica y la rectificación. En esto también representa un ejemplo extraordinario el liderazgo del Comandante Chávez. La rectificación es parte integral del despliegue de una visión estratégica y no debe considerarse siempre con una carga negativa. Por ejemplo, si estamos forjando condiciones de viabilidad para el Plan es de esperarse que el momento táctico 1 tenga como referencia al escenario 1. Sin embargo, el momento táctico 2 ya no tendrá como referencia al escenario 1, sino al escenario 1.1 o 2, y así sucesivamente. El carácter situacional de la estrategia requiere una revisión constante de las condiciones de lucha, la cual originará, de ser necesaria, una revisión táctica. Todas estas revisiones deben darse en el contexto del horizonte definido por el Plan. En contraste, la revisión de los fines estratégicos, del Proyecto, será resultado de volver a definir los términos para la construcción del poder social y el contenido de la estrategia para la creación de condiciones para su cumplimiento.
Es previsible que los movimientos tácticos generen turbaciones entre los simpatizantes del movimiento. Por lo tanto, es de esperarse que emerjan las críticas al curso seleccionado. Para afrontarlas deben crearse mecanismos para expresar democráticamente la disconformidad de un modo que pueda conciliarse con el ejercicio de la autoridad. “Democráticamente” en el sentido de una democracia radical y en el sentido de que toda crítica debe ser evaluada en el terreno de la construcción de las alternativas políticas y, como hemos señalado, este es un proceso organizado colectivamente. El carácter democrático del debate también denota que la opinión de quienes tienen mayor representación y mayor responsabilidad en el movimiento tiene mayor peso ponderado que la opinión de personalidades particulares, aunque todas las opiniones deben ser escuchadas. El manejo de la crítica y del disenso es una cuestión de política práctica y de articulación del mando.
5. El despliegue táctico involucra un ejercicio de poder
Esta exposición quizá nos ayude a sondear las discusiones que se nos presentan en el escenario actual. Es claro que el Gobierno Bolivariano debe tomar medidas para corregir problemas de nuestra situación económica y que tales medidas tienen un costo político y social. Si bien es cierto que nos encontramos en un contexto de guerra económica también es verdad que debemos restarle al sabotaje sus puntos de apoyo: por ejemplo, la dependencia de las importaciones y la ineficiencia en el control de divisas. Algunos movimientos importantes deben hacerse obligatoriamente a discreción del Estado Mayor, siempre en armonía con los fines estratégicos del Socialismo Bolivariano, para vigilar que la distribución de los costos de las decisiones sea equitativa y no tergiverse el sentido del Proyecto.
Se deben construir las condiciones de viabilidad de las acciones y entre éstas se encuentran la movilización de los apoyos sociales, comprendida en términos de la construcción del poder social. Esto exige una discusión abierta del programa de medidas que se considera necesario. Tal discusión va enmarcada en el Proyecto, el Plan y los referentes político-ideológicos, y se dirige a hacer corresponsables a los militantes de las tácticas a seguir. Debe formularse el programa de acciones en el contexto del Socialismo Bolivariano y el mismo debe ser socializado en los órganos de discusión interna para facilitar su despliegue. Éstos pueden ser aspectos que nutran el debate en el III Congreso del PSUV, así como en todos los espacios de organización de la alianza bolivariana.
Por otra parte, los movimientos ejecutados por la dirigencia deben prevenir que quienes se sientan desplazados por los mismos reaccionen atentando contra la unidad del movimiento. La discusión abierta y programática contribuye a alejar la sombra del desacuerdo entre “cúpulas”, y la misma debe fluir a través de los canales normales de la organización. Los cambios que se propone realizar deben explicarse en términos de programas, enmarcados a su vez en el momento estratégico y en el Proyecto Nacional (Gran Política Bolivariana).
6. Contra el reduccionismo en la discusión
Concebir los momentos tácticos y los programas como parte del horizonte estratégico del movimiento debe contribuir con evitar el reduccionismo en el debate. Ni radicales ni pragmáticos. Se deben discutir cuáles son las medidas necesarias en el contexto del Socialismo Bolivariano para restarle apoyo a los rivales y afianzar la profundización de la Revolución. Esto debe elaborarse en términos de planes y programas, no en términos de etiquetas y mucho menos en la forma de “corrientes” que proyectan la imagen de que existen diferentes agendas en el grupo dirigente y que por tanto éste no responde del todo a las necesidades del momento histórico.
El reduccionismo en la discusión atenta contra el valor político del debate. Por ejemplo, la contraparte del “pragmatismo” es que deja de lado la deliberación política en función de la creencia en la eficacia de un plan tácito que supuestamente responde a nuestra situación económica (p.e. "apertura de mercados"). A su vez, la contraparte del “radicalismo” es el burocratismo, porque el discurso radical puede servir de refugio para una praxis conservadora que se apoya en el control de la administración para la defensa de privilegios a cualquier costo. Desde una posición reduccionista, no sería posible observar los límites políticos y programáticos de cada posición. En cambio, al generalizar los diferentes enfoques en la forma de sistemas ideológicos y programas, pueden discutirse abiertamente de forma que favorezcan el avance del proceso bolivariano.
En suma, es necesario discutir las diferencias en función del momento estratégico para observar que se reúnan las condiciones de viabilidad que requiere el Proyecto, así como también para que la discusión sirva al fortalecimiento político-ideológico del órgano dirigente, del Partido-Movimiento. En un nivel más concreto, también se debe activar la movilización de apoyos sociales a través de la discusión programática, como parte del impulso para consolidar la iniciativa estratégica en función de logros de amplio alcance como los que plantea el Socialismo Bolivariano.