El III Congreso que en pocas semanas culmina el PSUV, ha tenido su desarrollo en el marco de una coyuntura caracterizada por un marcado proceso inflacionario, escases de productos alimenticios y del hogar, acaparamiento y voraz especulación. Todo ello como factores determinantes en el evidente deterioro de los sueldos y salarios que hoy lucen arrinconados, a pesar de la afanosa acción del Ejecutivo Nacional y de la Asamblea Nacional para aprobar acciones y leyes para atacar los negativos factores anteriormente referidos.
Pasan los días, semanas y meses, y la incertidumbre se convierte en común denominador. Ni el discurso ni el accionar han logrado frenar estas determinantes negativas en la calificación de la gestión gubernamental. Los factores productivos no asoman hechos ni cifras que nos permitan ser optimistas en el corto plazo, a pesar de los anuncios de inversión que hace nuestro Presidente en cada acto público.
En cada rincón de la patria encontramos experiencias productivas que alarman y deben ser motivo de profundo debate en el III Congreso del PSUV. También hay las exitosas, gracias a compatriotas que han convertido la lealtad en responsabilidad, compromiso y respeto por los valores familiares y de su comunidad.
Ante un cuadro económico con muchas debilidades, consecuencia de los desvaríos que hemos heredado y reproducido del rentismo petrolero, se hacen urgentes medidas que den aliento a la población y contribuyan a frenar los desproporcionados ataques y planes de una oposición que en sus actos, igual ha estado al borde de la locura.
Los asistentes a este III Congreso están obligados a convertirlo en referencia del futuro de la Revolución Bolivariana. Estamos hablando de un antes y después de este evento. Hablamos que la parafernalia y el alarde del discurso, afirmando en cada acto que somos el primer país del mundo con reservas petroleras y cuantiosos depósitos de gas, entre otras materias primas, han de tener un asentamiento terrenal, realista. Se trata de comparar con la realidad ese palabrerío, que seguramente no asusta a los imperios. Se trata de reflexionar con frialdad el momento y su repercusión, sin menospreciar que es tarea del Congreso debatir y definir el carácter de la Revolución y el partido que queremos.
Si la elección de delegados del domingo 20 sirve para elegir hombres y mujeres de compromiso con la causa Bolivariana, será bienvenida. Si todo el esfuerzo, gasto de recursos y llamado a la movilización es asumido como un acto mediático de los tantos, sería una pena. Como sería lamentable que la pugnacidad interna, a la vista, derive en elegir delegados que conviertan en vulgar vacilón un evento tan trascendental y decisivo para el futuro del PSUV y de la revolución latinoamericana.