Los diálogos conflictivos y pacíficos

Desde sus orígenes, la idea del diálogo supone un cruce e intercambio de ideas donde ambas partes van retroalimentado sus alegatos  hasta que el contrario equivocado termina por reconocer su error de partida.

La Dialéctica no es discusión, no es una serie de conflictos ni antagonismos; por el contrario, busca ponerle freno a las desavenencias de cara a conseguir la paz común.

En Política, cuando los dialoguistas pertenecen a mundos o cosmovisiones diametralmente opuestas, como es el caso escenificado entre los defensores del obsoleto capitalismo y los instauradores del novísimo Socialismo, sus diálogos suelen ser más conflictivos que pacíficos.

La gente ya aburguesada, esa que se ha movido entre las bondades individualistas que ofrece el capitalismo con cargo al perjuicio de los demás, jamás podrá dialogar con los socialistas para llegar a ningún acuerdo que pacifique las relaciones sociales entre burgueses y proletarios, entre patronos y asalariados, entre ricos y pobres.

Desde luego, mientras no se tenga conciencia de clase, el proletario reduce sus diálogos a discusiones acaloradas, ruegos, a solicitudes, a convenios con el patrono, a la obtención de favores del rico para mitigar  su pobreza, a lograr mejores salarios para seguir siendo asalariado. Todo ello dentro de una atmósfera de falsa paz.

Tan pronto el trabajador despierta y logra ver en sus patronos a un explotador de su trabajo, empieza a comprender que no habrá salida a su pobreza crónica dentro del capitalismo. Entonces y de allí en adelante todos los diálogos son y serán conflictivos, representan una lucha,   hasta que el trabajador termine venciendo en esa querella y el burgués   deje de convertirse en capitalista, deje de ser patrono y engruese la fila de los cotrabajadores.

De resultas, no es mala la idea política de buscar la paz entre los desfasados de la fenestrada Cuarta República y las grandes masas popular es que han despertado del aburguesamiento y se hallan prestos para abocarse al modo socialista de vida.

Pero, en este caso, el diálogo resulta mejor concretarlo en logros que sigan empoderando a esas masas, que silgan alimentándoles su conciencia de clase, e ir acostumbrándonos a que la burguesía no dialoga para buscar la paz, sino que, al contrario., busca destruir la que ha ido logando el marginado de ayer, sacrificar la tranquilidad de este  paz para retomar los mismos y centenarios privilegios exclusivistas y excluyentes que siempre disfrutó tan egoístamente.



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Manuel C. Martínez


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