El tercer congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido de gobierno, el primero que se hace después del asesinato del Comandante Chávez, dejó en el ambiente el sabor amargo de la incertidumbre. Debía dar respuestas y sólo consiguió ser un aceptable espectáculo de televisión, un diluir en agua de frases manidas los asuntos de fondo, de aquellos que generan movimiento. Atrás quedaron las esperanzas de una profunda rectificación.
CONTEXTO NECESARIO. Después del asesinato de Chávez, la ideología de la pequeña burguesía, el reformismo, tomó el control de la revolución. Temprano se vio su mano sobre el timón. Hizo del crimen de Chávez un hecho meramente luctuoso, despojado de todo contenido político: preparaba las condiciones para la conciliación, esencia de la ideología pequeñoburguesa.
No tardaron mucho en convocar a los capitalistas para que participaran en la planificación de la economía. Alegaron que era necesario elevar las fuerzas productivas, que había que crear riqueza, sin importar cómo, ni cuál, ni para quién. Falsificaron el Plan de la Patria que nos dejó Chávez, lo despojaron de su alma: ¡la lucha contra la lógica del capital! Persiguieron a los críticos revolucionarios… y asumieron el papel histórico de la pequeña burguesía: maquillar al sistema capitalista, hacer cambios superficiales para que todo siga igual, servirle de válvula de seguridad al capitalismo. Así comenzó el tormento de la nueva dirección: debía mantener la imagen de socialismo, justificarse con el sueño de Chávez, pero al mismo tiempo sabotear ese camino, torcer el rumbo, ir al capitalismo, conciliar, favorecer a los burgueses.
Apareció la incertidumbre, la ambigüedad que caracteriza a los reformistas. En la mañana daban un pasito para la derecha, se arrodillaban frente al imperio, y en la tarde lo atacaban con virulencia; se reunían con la burguesía en la tarde, y al otro día decían que era parasitaria. Debían distraer a la masa con retórica encendida y dádivas materiales. Su objetivo central es proteger al capitalismo, a lo sumo disfrazarlo con una careta de humano, dividirlo entre capitalismo malo (el de los gringos) y capitalismo bueno (el de los chinos).
En esas circunstancias, llegamos al congreso del partido de gobierno, del PSUV.
MILITANCIA Y PARTICIPACION REVOLUCIONARIA. Las expectativas eran grandes, se hablaba del congreso del mayor partido de Latinoamérica, de un evento de importancia histórica. Invitados internacionales de alto rango acudieron a la convocatoria. Todo comenzó tal cual lo diseña la pequeña burguesía: democracia, pero no tanta. Había un alto porcentaje (cerca del 50%) de delegados natos, es decir, los miembros del gobierno, gobernadores, ministros, diputados, etc. Después, las unidades de base debían escoger delegados, pero las listas de los postulantes fueron filtradas por la dirección. Allí comenzaron los problemas y las explicaciones.
De un partido que declara siete y más millones de militantes, votaron en la selección de delegados un número que aún permanece desconocido, pero que se estima en menos de 20%. Inmediatamente, los voceros salieron a justificar la alta abstención, argumentaron que votó el núcleo duro y no la masa de militantes. Así, el congreso del partido pasó a ser el congreso del núcleo duro, que no pudo movilizar a nadie más allá de sus propios confines, pero sí es fecundo en proposiciones: llegaron al congreso más de veinte mil ponencias.
Las deliberaciones duraron unos tres días, se tomaron resoluciones internas, se eligió al presidente Maduro como presidente del partido, se asignaron vicepresidentes en diferentes áreas, se escucharon las explicaciones de los ministros y, al final, se aprobaron unas resoluciones del congreso y también disposiciones presentadas por el presidente Maduro.
SOCIALISMO VERBAL, CAPITALISMO EN LA ACCION. Si estudiamos las disposiciones finales del congreso, veremos que no se ataca el problema fundamental, el modelo económico. Se deja para otra reunión, para una conferencia. Es comprensible la incertidumbre, la dirección se encuentra frente a un dilema: su práctica es capitalista, alianza con el capitalismo mundial, con China y, a través de ella, con el resto de la economía del mundo, con Europa, con los gringos; alianza con los capitalistas nacionales, bañarlos de dólares, propiciar y permitir su crecimiento al amparo de la corrupción. Pero, simultáneamente, necesita mantener la retórica socialista y la práctica populista que va unida a esta retórica.
El capitalismo, como forma económica, exige una conciliación de clases, alternabilidad en la democracia burguesa, perseguir a los revolucionarios. Estos requerimientos le imponen al gobierno indefinición teórica y nitidez práctica, socialismo verbal y capitalismo en la acción, todo teñido con un populismo inviable, ya no hay dólares. En esta incertidumbre se retuerce el gobierno de la socialdemocracia avergonzada, esa es la fuente de toda su debilidad.
Pero falta un detalle en todo esto: fue un congreso unánime, todo aprobado por aclamación, todo a mano levantada. Pero, ¿dónde estaba la ideología revolucionaria, alguna disidencia, un grito diciendo, por ejemplo, “investiguen el asesinato del Comandante”?, una pancartica diciendo “Los chinos son capitalismo salvaje, no hay capitalismo bueno”. No apareció nunca. O la excluyeron, o está acobardada o, lo que es peor, no existe.
LO QUE VENDRA. Pasó lo que tenía que pasar, la pequeña burguesía metida a revolución no puede hacer sino congresos bufos, como decía aquel profesor de filosofía que recordamos con cariño: “pirotecnia verbal”.
Ahora bien, el capitalismo necesita definiciones, permanecer en la ambigüedad es peligroso para él, en ese claroscuro puede surgir la revolución verdadera, puede retoñar el socialismo. En el futuro próximo, la incertidumbre debe ceder paso al fascismo restaurador definitivo del capitalismo y su correspondiente político, el reformismo, la socialdemocracia.