Es perfectamente entendible, digerible, aceptable y todo lo demás, que un sector de los venezolanos no comparta las políticas y los principios de la revolución bolivariana. Que critique con argumentos valederos y bien sustentados las ejecutorias del gobierno bolivariano, que lidera el presidente obrero Nicolás Maduro. Que al proyecto de país, visualizado por el comandante eterno Hugo Rafael Chávez Fríass y los mas de seis millones que lo secundaron en esa concepción de patria, oponga también su proyecto de país, que lo lleve a la palestra pública para la discusión, para convencer a quienes así lo acepten y haga uso de los medios de difusión y de todos los espacios posibles para su divulgación, pero sin olvidar su nacionalidad, su origen.
Ser opositor a una concepción y visión política del país, no necesariamente tiene que colocarnos al margen del amor, por nuestra patria y arrastrarnos a los píes de potencias extranjeras y mucho menos celebrar y añorar las posibilidades de una agresión militar externa contra nuestra soberanía, como instrumento para defenestrar un gobierno democráticamente electo por la voluntad mayoritaria de un pueblo que está en capacidad de darse el gobierno que mejor le convenga.
Oponerse a un gobierno, como es normal en el sistema democrático, no puede implicar colocarnos al servicio de intereses foráneos, denigrando de nuestro origen, para halagar a quienes desde el exterior siembran odio en nuestro pueblo y envían mensajes guerreristas, en busca de la desestabilización del país, para justificar la invasión, la agresión y el robo de nuestros recursos naturales, como es el caso de Venezuela, frente al imperio del norte y sus aliados europeos.
Disfrutar de manera orgásmica la posibilidad de una agresión contra la República Bolivariana de Venezuela y lo que es peor hacerlo en una sentida eyaculación a través de un vergonzoso titular: “Tremendo guamazo recibió Maduro”. El potencial futuro presidente del Congreso de Estados Unidos, es enemigo acérrimo de Venezuela”. La alusión responde nada más y nada mnenos que al regocijo que siente este editor, porque los HALCONES del Pentágono, barrieron en las elecciones parlamentarias de Estados Unidos y ahora el odio de la ultraderecha norteamericana, contra Venezuela tendrá más poder y desde ese interventor parlamento se puedan generar agresiones contra nuestro país, como las que desde hace 50 años mantiene Estados Unidos de Norteamérica contra la hermana república de Cuba.
Cuando observamos este aborto de la disociación psicótica de un pequeño sector de venezolanos, no pudimos menos que detenernos a reflexionar, sobre tal aberración , para al final sentir pena ajena, por quien habiendo nacido en mala hora en esta tierra de gracia y de héroes, tenga tal desprecio por su terruño.
Y es que por más que rebuscamos en nuestra imaginación, e incluso nos situamos en el sitio de opositores, com o lo fuimos durante los 40 años de crímenes, desapariciones forzosas, robos, chantajes, persecuciones y exclusiones, que como políticas de Estado se proyectaban desde Miraflores, no alcanzamos a ubicarnos. Fuimos opositores a esos años de ignominia y como comunistas defensores del modelo socialista, jamás fuimos a la URSS o a Cuba, a pedir que invadieran a nuestro país. Incluso en la oportunidad que la ultraderecha paramilitar de Colombia, intentó mancillar nuestra soberanía, metiendo a la Fragata Caldas en aguas del Lago de Maracaibo, cerramos filas en defensa de la patria y lejos de aplaudir aquella afrenta la condenamos.
Luego de una profunda reflexión, llegamos a la conclusión, que esa vergonzosa posición contra la patria y todo cuanto ella representa, para quienes nos sentimos orgullosos hijos de Bolívar y dignos herederos del legado de Hugo Rafael Chávez Frías y para la inmensa mayoría de venezolanos, no tiene calificación, ni siquiera se puede decir que es una locura, que es un arrebato de rabia. No, es simple y llanamente la estulticia de un editor.