Mucho antes de que llegara el Carnaval del año 2006, ya la gente que está ahora en la oposición, se había quitado la máscara. Nombremos a algunos de ellos, porque si los nombramos a todos este periódico se quedaría corto ante tanta gente:
Américo Martín: fue candidato por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria —MIR— en las elecciones de 1973, y mucho antes estuvo en la guerrilla. De repente descubrió que la verdadera lucha por la democracia estaba en apoyar el paro cívico convocado por Carlos Ortega, de la CTV, y Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras.
Pompeyo Márquez: luchador social reconocido por muchos hombres y mujeres del país. Militante del Partido Comunista de Venezuela. Y luego fundador del Movimiento al Socialismo —MAS—. Fue Ministro de Fronteras en el gobierno de Rafael Caldera y ahora apoya las ideas de aquellos que atropellaron y hasta asesinaron a sus antiguos compañeros.
Gabriel Puerta: militante de la lucha armada. Fundador del partido Bandera Roja. Firme creyente del pensamiento: En esta lucha a muerte no hay término medio. Ahora está al lado de la gente que antes combatía.
Andrés Velásquez: fundador del movimiento obrero Matancero, en Sidor. Creador, junto a uno de los hombres más inteligentes de la izquierda, Alfredo Maneiro, del partido Causa R. Gobernador del estado Bolívar. Y candidato, muchos dicen que ganó esas elecciones, en 1993. Ahora marcha al lado de los que tanto criticó.
Pablo Medina: líder obrero y creador del partido Causa R. Fiel defensor de las mayorías nacionales. Elegido miembro de la Asamblea Constituyente de 1999. Estuvo en Miraflores el día del golpe, y todos lo pudimos ver cuando subía en un automóvil para salir de ese lugar el 13 de abril de 2002.
Uno ve a Antonio Ledezma, a Henry Ramos Allup, a Timoteo Zambrano, a Eduardo Fernández, a Enrique Mendoza, y uno sabe que son los mismos. Que no han cambiado. Que están muy preocupados porque han pérdido demasiados privilegios. Porque sienten que ahora no cuentan con los recursos del Estado que antes despilfarraron. Uno los ve todos los días en los medios y uno los entiende.
En cambio, a los otros, sin vergüenzas, se le han venido cayendo las máscaras.