Finalmente acaba de concretarse el acuerdo que termina por liquidar los sueños de megalomanía, que debemos decir responsablemente, quisieron introducirse de manera circunspecta y zascandil en aquella fracasada reforma constitucional (2007), concretamente en su artículo 153 que casi nadie podía explicar por su ambigua redacción, el cual de manera resumida señalaba: "La República promoverá la integración, la Confederación y la unión de América Latina y del Caribe (...) un solo proyecto Grannacional, (Como nota mía: ¿Qué era esa vaina? ¿Posible unión de Cuba y Venezuela en un solo país por medio de referendo?)¹ al que Simón Bolívar llamó Una Nación de Repúblicas. La República podrá suscribir tratados y convenios internacionales basados en la más amplia cooperación política, social, económica, cultural, la complementariedad productiva Grannacional, (otra vez la misma palabra) la solidaridad y el comercio justo". En otras palabras, el encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama ha enterrado que Cuba y Venezuela puedan unirse (si alguna vez estuvo planteado) en una sola nación “grannacional”; proyecto sobre el cual aún tenía Maduro esperanzas de poder llevarlo a cabo como tabla de salvación.
Los Castro, una vez que muere Chávez, y entendiendo el débil y desacreditado liderazgo de Nicolás Maduro, quien apenas pudo ganar unas elecciones presidenciales, pese a utilizar el fallecimiento del propio Chávez como herramienta política, con apenas 1,5% de diferencia sobre su entonces contendor político, aunado con el quiebre de los precios del petróleo, así como la crisis ineludible que está enfrentando Venezuela, un espejo sobre lo vivido por ellos en época distinta, pero con matices muy similares en un agotado discurso anti-imperialista, sin poder tener la certidumbre de la sobrevivencia de la revolución bolivariana, han optado por una teoría de la certidumbre, y esa teoría es la aplicación del modelo de la lógica del capital en sus actividades económicas, motorizadas por un incipiente turismo, pero con mucho potencial de desarrollo, el cual requiere del apalancamiento en sus áreas agrícolas, financieras e industriales, que también necesitan un fortalecimiento y actualización de sus espacios educativos, de salud, y de aquellos que tantas glorias brindaron en el pasado, y que aunque pasen desapercibidos, representaron en algún momento la cima que su modelo político podía tener éxito; verbigracia, su alto rendimiento deportivo, muy decaído en los últimos tiempos, fundamentalemente por la necesidad tecnológica en todas sus áreas de desarrollo.
Sobre lo que está ocurriendo con las recientes decisiones que está tomando el gobierno cubano con su par norteamericano es parte de lo que Viscardi (2009) refiere en relación con la estructura del conocimiento en el campo de su propio sujeto ante la universalidad; es decir, su objetividad sobre los aspectos metafísicos (esperanza, fe, etc.), que a su vez vinculados con la conciencia, desemboca en otro aspecto que llama “autotransparencia”². Ello no quiere decir que se pierdan las ulteriores vinculaciones sobre el ser. ¡No! Simplemente, en este caso, asocian tales formas de vida encauzadas a través de la naturalidad y sentimientos de las personas desde una praxis que se encuentre asociada con lo que realmente potencie lo metafísico (hasta en los ateos e incrédulos) de lo perdido con una acción tangible.
El inicio de la revolución cubana (1959) coincidió en buena medida con el inicio de un ciclo democrático en Venezuela (aunque éste se haya desviado con el tiempo en sus orígenes ideológicos). Cuba estuvo movida con el apoyo de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y hasta cierto punto con el apoyo romántico de los izquierdistas emergentes de ese tiempo, entre ellos muchos venezolanos, intelectuales de primer orden, quienes veían en la figura de Fidel Castro, a través de sus ideas, una concepción distinta en la conformación de un Estado igualitario de justicia social, libre y soberano, que irónicamente fue fortalecido con un nacionalismo de mucha identidad por los propios errores cometidos desde los Estados Unidos, principalmente, por un bloqueo económico que jamás cumplió, salvo efectos contrarios, la hegemonía de los Castro en el poder.
Hoy, Maduro simplemente ha perdido a su principal aliado de la región en términos de continuidad política. “Planificar” un viaje intempestivo, 24 horas antes de la llegada de Obama a La Habana, lo único que refleja son dos hipótesis ¿O está efectivamente sumido con los designios del gobierno de Cuba, cuando ni siquiera las “masas” fueron movidas para protestar en Venezuela con la presencia del presidente de Estados Unidos en Cuba? ¿O fue a pedir una especie de extensión del contrato anti-imperialista con el rechazo de la isla ante el “decreto” de Obama sobre posibles sanciones en relación con altos funcionarios de nuestro Estado?
Maduro se queda solo. Su ineptitud e ineficiencia impactaron sobre el resultado en las elecciones de Argentina, el referendo de Evo Morales en Bolivia, y ahora en términos de analogía popular, lo que ha realizado el gobierno cubano contra Maduro, es como si el mejor amigo que cualquier hombre puede tener, termina recibiendo de éste junto con su esposa, una traición desde un hecho de infidelidad sexual.
Aquel “cambio de época” que el presidente Correa de Ecuador una vez señaló en varios discursos ha muerto. Cuba ha decidido marcar otra época, otro tiempo. El decurso de la historia anti-imperialista ha marcado, por ahora, cuando menos un paréntesis por necesidad aunque sea de sobrevivencia política. Habrá que ver cuando el dólar se apodere libremente de la economía cubana, tal y como ocurre en Ecuador, y se enfila de nuevo en Argentina, junto con los eventos políticos en Brasil, para saber: ¿Hasta dónde podrá seguir Maduro tolerando su propia agonía? Los Castro han terminado traicionando a Maduro por el Imperio. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
¹ http://www.aporrea.org/
² Viscadi R. (2009) Biovelocidad: El espíritu absoluto de la comunicación. En ontología del declinar. Diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo. Biblos. Buenos Aires.