Precio de libre mercado y precio regulado socialista

El precio de mercado de las mercancías, cuando este es libre y exento de monopolios, es la máxima expresión científica-según la concepción macroeconómica burguesa-que pueda garantizarle a cualquier sistema económicos un equilibrio estable a la economía de un país gobernado por la clase empresarial. El consumidor compra cuánto quiere, cuándo quiere y de la calidad que más le guste. Eso se llama mercado libre.

El precio socialista es una valoración más empírica, si a ver vamos, sobre todo cuando la sociedad siga atada a relaciones burguesas y la producción de los bienes que corra a cargo del Estado no responda todavía a una Planificación Integral de la producción y de las necesidades nacionales. Este mercado suele ser regulado. El Estado establece prioridades o jerarquías de consumidores. Así, las personas más necesitadas tienen prioridad; lo mismo rige para los de menores ingresos.

Todas estas regulaciones en la distribución de la producción suelen ser fuente inevadible de variopintas corruptelas, de amiguismos, de clientelismos y de comercialismos. Esta es una terrible falla social que está caracterizando actualmente a la presente gestión pública.

Por ejemplo, en la Venezuela actual, el gobierno, para enfrentar la presente Guerra Económica, tiene dispuesta una producción sólo ofrecida a los más necesitados y los consumidores de ingresos inferiores, con lo cual deja por fuera a una inmensa población que se ve obligada a caer en manos, ora de los mismos corruptos que engendran esas regulaciones y preferencias anteriores, ora de los comerciantes inescrupulosos a quienes, de paso, el actual Estado y sus instituciones suelen tratar con la misma mano suave que trata a sus enemigos políticos. Se trata, pues, de un mercado socialista que no es libre para la empresa privada y ni siquiera para los consumidores afectos al mismo gobierno.

Obviamente, allí tiene profundas fallas la actual Administración Pública, fallas que empezaron a quebrarle el control político que venía gozando desde el arribo del Presidente Chávez. La drástica pérdida del Poder Legislativo es la prueba más contundente del disgusto que está sintiendo la población venezolana ante esa errónea política económica, misma que se suma a la mala gestión que tuvieron ciertas autoridades financieras del Presidente Chávez cuando empoderaron con de miles de millones de dólares al empresariado que hoy, desgraciadamente, quiere derrocara a la presente Administración.

Si el Estado no abre mercados libres paralelos a nivel de todas las parroquias, según las correspondientes cargas demográficas, estará siempre facilitando la proliferación e corruptelas que son las que inevitablemente estarán ayudando a la derecha en su empeño para derrocarlo.

Los mercados parciales, el favoritismo político y las discriminaciones entre los consumidores en materia de comida y bienes de la dieta básica es la peor política que puede adoptar un gobierno que pretenda continuar en el Poder.

Por eso el libre mercado debe regir para todos los consumidores, que cada uno de ellos escoja según sus ingresos donde comparar y en qué momento hacerlo. En esto consiste el libre mercado que es una estrategia común e independiente del modo de producción, sea este capitalista, sea socialista.

No hay manera alguna que pueda garantizar estabilidad a los numerosos empresarios que gozan de libertad económica para fabricar lo que más les convenga dentro de ciertos parámetros de interés colectivo e internacionalmente convenidos. Aunque los bienes de mala calidad o dañinos salen del mercado o están expresamente prohibidos, en principio, cada productor vela porque sus mercancías sean de buena calidad aunque cada tipo de mercancías tiene sus particularidades en costo, presentación, durabilidad, etc.

Como los costes de producción de cada empresa suelen ser diferentes por el capital invertido, su organización, sus controles de calidad y el trato a sus trabajadores, esos costos sólo servirán para medir la tasa de ganancia particular que estará tendiendo a igualarse con la tasa media. Estas inferencias, modestamente, son científicas, no politiqueras.



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Manuel C. Martínez


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