Precio de mercado y libre mercado

Estos conceptos, muy relacionados entre sí, son de difícil comprensión por el lego.

Desde luego, si el mercado no es libre, no hay precio de mercado[1], pero no es válida la proposición en contrario: tiene que haber precios de mercado en mercados abastecidos inclusive por empresas del Estado.

Si no hay mercado libre en manos de empresas privadas, y cuando aquel es abastecido por el Estado o por comunidades no capitalistas, aun así, debe seguir privando el precio de mercado porque, de lo contrario, anárquicamente regirían precios particulares como si los todos productores fueran artesanos y pretendieran ofertar sus mercancías manufacturadas sui géneris o para que sus clientes o usuarios obtengan mejores satisfacciones personales en la cobertura de una misma necesidad común para todas las personas.

Inclusive, en los posibles bazares o mercados a cielo abierto donde concurran varios productores para el abasto de mercancías semejantes, digamos hortalizas, aun así, decimos, en ese bazar, en ese mercado a cielo abierto, debe regir un precio de mercado, aunque la dinámica de la producción propenda a modificarse en el tiempo, hacia arriba o hacia abajo, pero un precio temporalmente único para todos los productores y consumidores. Se trata de un precio referencial en torno al cual funcionarían los famosos regateos determinantes de los precios de venta final.

Bien, el precio de mercado que según dijimos arriba , es una constante en los mercado vecinales y extravecinales, también rige en el Mercado Exterior. Se trata de los precios promedios como resultado de los diferentes costes de producción de las empresas que operan cada una por su cuenta, con sus propios medios de producción, sus diferentes organizaciones y dotaciones de mano de obra especializadas.

En ausencia del precio de mercado, por ejemplo, fabricarían un pan más alimenticio que otros; un traje exclusivo, unas medicinas que curarían-supuestamente-mejor la misma enfermedad, cosas así.

Un poco de historia: Cuando no había aparecido el mercado en el sentido amplio y voluminoso como el que se destapó a partir del tropiezo de Colón con nuestro continente "atravesado" entre Asia y Europa de oeste a este, las mercancías reunían aquellas características de exclusividad. El trabajo estaba muy lejos de dividirse dentro de los talleres y en consecuencia cada productor tenía una demanda cautiva por razones técnicas y fundamentalmente personales; ese mercado era de hecho un mercado de estrechas fronteras y el productor era un miembro más de esa comunidad vecinal.

El mercado, pues, como el que conocemos desde hace unos 5 siglos, tiene como productores u ofertantes personas jurídicas, intangibles, que pueden vender aquí y "hacer vida" en las antípodas; hablamos, por ejemplo, de las compañías anónimas, esas figuras productoras de mercancías, exentas de sanciones por delitos comerciales contra proveedores y contra sus demandantes, más allá de la pérdida reducida al monto de sus acciones en las empresas que, por cierto, las tienen diseminadas dentro de una localidad, una región y hasta a nivel transnacional.

Bien, en ese mercado debe haber libertad para producir y ofertar según los intereses de cada productor o inversionista capitalista; en sus planes no entra en juego el consumidor al que es considerado simplemente un potencial cliente a quien colocarle hasta sus porquerizas. Esa libertad, los capitalistas las autorrestringen en función de su poder económico y la mayor o menor contrata de mano de obra en relación al empleo de capital constante. Así, las empresas de alta composición orgánica suelen emplear poca mano de obra en relación al valor empleado en maquinarias, por ejemplo. La competencia que se establece entre fabricantes es para redistribuirse, término medio, la plusvalía del capital globalmente involucrado en la fabricación de una mercancía o entre ramas de ellas.

En los mercados libres, la producción no tiene límites hacia abajo ni hacia arriba; todo dependerá de la demanda [2] y mejor conveniencia del dueño de la empresa en juego.

Las condiciones morales del comerciante o productor no aparecen reflejadas en los registros de comercio, razón por la cual hasta los pillos tienen autorización constitucional para ejercer esa manera de vivir de los demás, particularmente los comerciantes al detalle que viven de sus vecinitos a quienes esquilman sin piedad. A lo sumo, deben estar sujetos a sus Estatus de Constitución que generalmente llevan el sello capitalista, burgués o debidamente coadmitido por la sociedad de cómplices en lo que suele convertirse casi toda la sociedad burguesa. Se les dice que son mala gente, pero no, simplemente soncomerciantes que es el eufemismo correspondiente.


[1] Precio de mercado significa precio promedio o imperante en el mercado como resultado de la competencia realizada entre los mismos oferentes. Este precio se confunde con el precio de venta. Este no es más que el resultado posterior de la puja entre compradores y vendedores; se le conoce como precio de regateo o convenido entre ambos transaccionistas, pero derivado del precio de mercado.

[2] La demanda, por cierto, suele ser manipulada o inducida como parte de la competencia misma que se da entre todos los capitalistas. Establecen una auténtica guerra a muerte por la sobrevivencia del capital individual, de allí que hablemos de la personalidad capitalista como el otro yo de la persona del burgués.



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Manuel C. Martínez


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