Caracas, catorce cuadras hasta donde la vista alcanza… la Plaza de San Jacinto es el ombligo de la fresca y bucólica ciudad… por entre los barrotes de las rejas del ventanal se escapa el flaco muchacho… corre el año de 1793… diez años de edad… totalmente huérfano desde hace uno… no entiende bien lo que pasa, el porque sus tías parecen odiarlo, ello aumenta más su rebeldía… Le aburren de sobremanera los estudios… sólo las historias y las caminatas al lado del maestro Rodríguez parecen divertirlo un poco… Pero ahora se fuga a lo que él considera “La Libertad”… Sale de la cuidad y va rumbo al sur… al Guaire… a donde están las cuadras de caballos… la ranchería de los esclavos… allí están sus amigos…
Hablamos de “Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco”, niño mantuano de inmensa riqueza… heredero de la fortuna de “los Bolívar”, en aquella época la más grande de Venezuela, si no de América, príncipe de esa nobleza goda del Siglo XVIII la cual en Caracas fue llamada el mantuanato… los mantuanos caraqueños son llamados así por el manto usado en las noches frías de la ciudad, formaban la cabeza principal de los “amos del valle” y controlaban la economía colonial… alrededor del niño se mueven las intrigas por el “reparto” de su herencia… sus tíos lo aceptan sólo por ello… el único que parece quererlo es Esteban con quien lo une un afecto especial… con él viajará e España el último año de ese siglo.
En el niño se da una rara actitud, no puede relacionarse con sus iguales, su genio, la crianza recibida le llevan a imponer su voluntad ante niños y mayores, discute y no le gusta perder… no sabe perder… pero ante sus inferiores su actitud cambia… se vuelve comprensivo, comunicativo, en cierta forma hasta didáctico… asume el papel de maestro, tal como Rodríguez lo hace con él… su actitud viene tal vez de la cercanía con los esclavos “de adentro”, los únicos tutores de su tierna infancia, ya que la leche y los brazos de madre que le faltaron al nacer fueron sustituidos por las tetas de Matea y los brazos de Hipólita… Si, el olor del sudor de los negros no le molestaba… le era familiar… le daba sensación de ternura y de seguridad…
Al llegar a las Cuadras de Caballos, corre libre al viento… monta al pelo, y sujeto de la crin galopa, sobre el lomo de un caballo cerrero… incipientes clases de equitación que años más tarde le ganarían el respeto del recio llanero… se detiene a bañarse en las aguas aquel claro río, el Guaire, quien baja borboteante desde las serranías de Antímano… El juego de la picha, del gárgaro y el levantar papagayos fueron la diversión con los amigos… La arepa, asada al escaldar de la braza fue su alimento… El chinchorro usado una y mil noches por el esclavo sirvió para su reposo, y tal vez para el retozo con la negrita de la casa, bajo la complaciente mirada de su padre… Así transcurría ese día de libertad antes de ser mandado a buscar por sus mayores, para volver a las mazmorras que le ofrecían sus tías…
Su vida toma un nuevo rumbo en 1899, su tío Esteban, como dijimos anteriormente, sale con él a Europa… la corte de España… las clases de esgrima… de baile… de normas de etiqueta… al conocer a su prima María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza surge el primer amor formal… ya que antes había retozado con sus primas “las Aristiguieta”, en ese mismo viaje había tenido amoríos con años después la prócer de la independencia mexicana la “Güera” Rodríguez además con encopetadas cortesanas españolas, en ambos casos sus amoríos terminaron en duelos a espada entre media noche y gallos, (estas historias son dignas de otra narración); pero su relación con María Teresa termina con un matrimonio formal, esta unión cambia toda su vida. Ya es un mantuano en toda la extensión de la palabra y está listo para asumir la posición que le corresponde en el mundo de mantuanos de Caracas, en donde el no hacer nada es la principal diversión… a ello vuelve a Venezuela en 1803… su viudez lo hace volver a España el año cuatro y comienza entonces la historia del guerrero que termina veinte años más tarde con los triunfos de Junín y Ayacucho y la salida del último soldado realista del territorio americano…
Pero en ese Bolívar ya hombre, en ese Bolívar guerrero, en ese Bolívar triunfador de mil batallas, quedó la semilla de sus años mozos… germina con el devenir del tiempo, se nutre del grito del soldado, del retumbar de las espadas, de miles de lanzas enarboladas al viento… Así nace pues el Bolívar de “La Patria es La América”… Es ese olor a pueblo de su niñez que se transforma en naciente socialismo a favor de los pobres…
Sus decretos del Cuzco, de Trujillo, y posteriores, a favor de indios, esclavos y desposeídos le traen el odio de aquellos que antes fueron sus pares… La intriga, las campañas en su contra dan frutos de amargura… y aquel niño que correteaba con esclavos por las orillas del Guaire, muere con una camisa prestada en casa de un español, y expulsado de esta Venezuela…
Decía el poeta Andrés Eloy “Venezuela la que algo tiene, y no se sabe donde, que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”…
Pero hoy de nuevo ese niño está presente, corretea por los ríos de la Patria Grande, está de nuevo sembrando socialismo entre su pueblo, entre aquellos que hoy tienen menos… está vuelto espada que recorre las trochas de este continente… está vuelto misiones que favorecen a aquellos muchos que, como él, fueron segregados por pocos, por aquellos pocos que hoy se revuelcan en odio, intrigas y campañas nazistas y xenófilas…
Pero el pueblo no olvida… en el llano, en ese tórrido llano que es tanto colombiano como venezolano, igual que la ardiente Guajira, en la selva, mar de verdor, que compartimos además con Ecuador y Brasil, en el altiplano y serranías andinas que mantienen a América cerca del cielo, en las pampas argentinas, brasileñas, uruguayas y paraguayas donde la vista se pierde entre planicies y ríos de esos , llanos sureños… en fin en toda la América de esa raza de bronce, de níspero y cocuiza, de mazapán y de greda, de esa raza sin manchas laborada sin prisas (como dijo una vez Manuel Vicente Magallanes) en esta América, pues, todo el pueblo llano levanta banderas de igualdad, espadas de amor y lanzas de solidaridad…
“La espada de Bolívar, por América camina”…
JotaDobleVe
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