La ingenuidad sigue prendida en muchos izquierdistas, quizás empezando por mí mismo. Como yo lo veo, tanto Rusia como China al fin cayeron en la cuenta de que el enfrentamiento capitalismo-socialismo no puede ser antagónico per se.
El antagonismo, según la idea maoísta, aparece en una primera fase, es decir, en un primer nivel de confrontación ideológica y de lucha, entre el proletariado y la burguesía, pero, instalado o declarado el ensayo socialista, aunque se asuma el marxismo, como lo hicieron aquellos en un principio, debe entrarse en una nueva fase transicional de segundo grado y sin el antagonismo prematuro como no lo hicieron aquellos países y es por ahora cuando deciden practicarlo.
Se trata de una rectificación asumida por ambos, habida cuenta, además, de que otrora se declararon socialistas y comunistas aisladamente, individualistamente, valga la contradicción, porque se olvidaron de que, por ejemplo, había un considerable número de países en Asia y América toda, salvo Cuba, sumergidas en las garras de la burguesía, y es por esas consideraciones cuando asumen dicha consideración.
Así, hallamos una China y una Rusia, y ¿por qué no?, una Venezuela Bolivariana, adentradas en esa nueva fase caracterizada por un nuevo nivel de confrontación que no podría ser exitosamente fructífero si se operara antagónicamente contra todo el capitalismo, con todas sus empresas.
De allí la reacción de ciertos izquierdistas cuando prima facie califican de entreguistas los acuerdos transicionales entre el chavismo y el capitalismo, valga decir, la continuidad parcial y final del capitalismo con arreglo a condiciones donde sin perder todavía su interés individual, suspendan transitoriamente su antagonismo con nuestro proceso de cambios graduales, para que, de acuerdo al mismísimo Carlos Marx, vayan cayendo en la cuenta de que ser capitalista ya no valdría la pena porque su ejerció habría perdido rentabilidad. A esta estrategia de conciliación llamó Marx, los alivios del parto que darían nacimiento al comunismo, sin mayores derramamientos de sangre[1].
[1] Carlos Marx, El Capital, Primer Libro, Uno de sus Prefacios.