“La praxis libre tiene el poder constituir la historia tiene el poder de constituir la praxis libre del sujeto. O constituyo o soy constituido. Es una lucha constante. De aquí que pensemos que la historia es lucha, es antagonismo y es conflicto. Y si no es eso, no es nada. La praxis del agente libre puede ser sometida por la praxis de otro agente libre, en cuyo caso no será libre. Estará enajenado y deberá luchar por recobrar su libertad o someterse. Pero la Historia es el enfrentamiento (que incluye, desde luego, acuerdo y consensos parciales) de los diferentes praxis que la constituyen.
Al ser la Historia eso que los hombres hacen (aunque también los haga a ellos y los enajene: pero siempre son otros hombres los que enajenan a los hombres), la historia es el todo. Al ser el todo es el ser. Al estar la Historia constituida por la praxis podemos afirmar que el ser es la praxis. Cuando Heidegger, en reportaje póstumo de Der Spiegel, dice su frase de campesino quejumbroso: Esto en lo que el hombre vive ya no es la Tierra, tiene razón. Nuestra proposición es: Esto en lo que el hombre vive es lo que el hombre ha hecho de la Tierra. Es el fruto de su praxis libre y cada vez más destructora” (José Pablo Feimann, 2011, El Flaco. “Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner”. Editorial Planeta. Buenos Aires, Argentina, p. 121-122).
“Resulta y acontece”, como suele decir mi amigo Eduardo en las pocas asambleas a que llama el gremio nuestro docente universitario, que gobierno y la oposición se han encontrado y dialogan. ¡Qué maravilla!
Han entrado en ese proceso complejo por demás, que el añejo libro del inútil inglés de los estudios de bachillerato llamaba “Short dialogue”, dicho así para estar más a tono con el amigo de Maduro, Thomas Shannon y quien espolea a la oposición por las costillas, arriéndalos como burros de carga; y, de hecho, parecen estar amarrados en sus propias contradicciones. Recordemos ahora “El burro de la manea”, extraordinaria pieza musical larense con los violines de Pastor Jiménez y Marcial Perozo. O peor, unos u otros pueden estar en una posición semejante a la disyuntiva del famoso “Asno de Buridán”. ¿Lo recuerdan?
Ya saben, “El asno de Buridán es el nombre que se le da al animal que protagoniza un antiguo argumento de reducción al absurdo contra Jean Buridán (1300-1358), teólogo escolástico discípulo de Guillermo de Ockham, defensor del libre albedrío y de la posibilidad de ponderar toda decisión a través de la razón. Para satanizar su posición, algunos críticos imaginaron el caso absurdo de un asno que no sabe elegir dos montones de heno (o, en otras versiones, entre un montón de avena y un cubo de agua) y que a consecuencia de ello termina muriendo de inanición (o de sed).
Se trata, según algunos de una paradoja, ya que pudiendo comer, no come porque no sabe, no puede o no quiere elegir qué montón es más conveniente, ya que ambos montones le parecen iguales. Aristóteles, en el De Caelo, ya se había preguntado cómo un perro confrontado ante dos cantidades de alimento podría comer” (www.es.wikipedia.org/wiki/Asno-de-Buridid...).
En particular los voceros de la Mesa de la Unidad Democrática, así se autocalifican ellos mismos, solo por darse bomba (aunque se sería cuestión de evaluar sus ejecutorias, porque nunca han sido así democráticos, que se diga, ni aun entre ellos mismos, ni de origen o ejecutoria), se mostraban enredados por sus dudas si participar del dialogo o no, hasta que pusieron ciertas condiciones y pusieron un plazo perentorio; y eso que el famoso
Pollo de Carabobo desapareció de la palestra; pues quieren todo o nada, claro ello según algunos hasta que la Embajada USA y dizque el Vaticano los llama a botón y responden: “Mande jeñor…” dejando la pataleta por su dilema de reducción al absurdo (referéndum ya, adelanto de elecciones aun pasando por encima de la Constitución que ahora dicen amar cuando antes la rompían y hacían fo, renuncia de Maduro…).
Desde el gobierno tampoco es que sean una maravilla y van midiendo sus decisiones. Pero ha mantenido en sus trece, como dice Savater; sabe que debe responder a ese pueblo que le ha puesto el pecho a la revolución, aun con estas dificultades tan duras, no deja de sorprender que se lancen a la calle o hasta se arriesguen a traspasar las verjas del Palacio Federal e irrumpir en pleno hemiciclo de la AN. Y, lo que es mejor, sin violencia de su parte, aunque muchos pusieron el grito al cielo llamándolos, cuando no, hordas y los compararon con los hechos trágicos de 1848. La revolución bolivariana no será exterminada ni entregada.
Aunque no hay que negar que al menos cuatro o cinco familias venezolanas deben de estar alegres porque gracias a los denodados esfuerzos de la MUD (“Si, Luís”) algunos políticos comprometidos con “La Salida”, guarimbas y planes terroristas más recientes están libres; bueno, hasta la próxima ejecutoria violente siempre in mentis, ya que según Diosdado Cabello: Perro “guevevero” no deja la maña ni que le den en el hocico…
Entendemos que este “short dialogue” gobierno-oposición debe contribuir a la instauración de un orden social justo, para decirlo así citando de memoria a Omar Astorga en su libro “Ensayos de filosofía y cultura” (Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca. Caracas, 2014), recuperando los elementos fundantes de un proyecto ético-político compartido en sus lineamientos mínimos, (Ética de mínimos, se llama un libro de Adela Cortina), mediado por el pacto suscrito que es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999); pero ello supone de base una actitud moral que al menos cumpla con las fases fundamentales o estructura del acto moral, a saber, (recordando a Eduardo Sánchez Vásquez en su libro Ética): ¿el objeto elegido es noble, elevado y bueno?; ¿la intención es sincera o torcida?; ¿cuál es su grado de libertad que tienen uno y otro sector dialogante? ¿O son coaccionados? Y ¿qué o cuáles consecuencias se habrán de derivar de las decisiones tomadas en esas mesas de diálogo?
Las consecuencias del fracaso de estas mesas de diálogo ya las ha señalado Claudio María Celli, el acompañante especial que ha enviado el Vaticano:
“Si fracasa el diálogo nacional entre el Gobierno venezolano y la oposición, no es el Papa sino el pueblo de Venezuela el que va a perder, porque el camino podría ser el de la sangre” (Correo del Orinoco. La Artillería del Pensamiento. N° 2.554. Domingo 6 de noviembre de 2016, p. 7).
Finalmente, hay que estar claro que establecer consensos básicos sobre un modelo económico, político y social para Venezuela compartido por el chavismo y la oposición no sólo es difícil, sino imposible. Lo plausible sería que hubiera reconocimiento de uno y otro, que coexistan paralelamente, hasta que uno de ellos alcance hegemonizar la mayoría, Hans George Gadamer (Marburgo, 1900-2000), citado por Rubén Wisotzki en Correo del Orinoco, ob cit) señala que:
“La cuestión de la incapacidad para el diálogo se refiere a la apertura de cada cual a los demás y viceversa para que los hilos de la conversación puedan ir y venir de uno a otro (…) Cuando se encuentran dos perdonas y cambian impresiones, hay en cierto modo dos mundo, dos versiones del mundo y dos forjadores de mundo que se confrontan (…). La condición decisiva es sin duda que se sepa ver al otro como otro. En este caso los intereses reales del otro que contrastan con los propios, percibidos correctamente, incluyen quizá unas posibilidades de convergencia” (ídem).