“Cuando pienso en destruir a otro ser humano, debo pensar que si no lo logro, el daño mayor es para mí y estaría destruyendo mi salud, de la cual yo soy el único responsable. Entonces ¿para qué empecinarme en una odisea donde el más perjudicado soy yo?”
Veía hasta hace pocos días atrás en Venevision una propaganda hermosa, grandiosa, hecha a imagen y semejanza de millones, le pertenece a “El evangelio cambia” donde una niña aparejaba varias piezas de un lego con letras que forma el nombre de mi extraordinario país “VENEZUELA” y la angelical niña decía “Un país no se critica, se construye”. Personalmente estoy impactado por esta “publicidad” –más bien campaña- y quien tiene la responsabilidad de la misma entiendo –así lo creo- es el pastor Javier Bertucci. Por cierto… siempre digo que soy cristiano católico pecador. El mensaje de estaaaa ¿propaganda? o difusión trasciende para mí todo orden humano, porque nos presenta diversos niveles fundamentales de la vida que nos debe tocar el alma. Nos invita a construir, a no criticar, nos enseña a que existe un Dios Padre de todas las criaturas que estamos abajo y que solo unidos podremos lograr los cambios y transformaciones que pueden lograrse si nos vemos de igual a igual sin importar la religión, profesión y posición que cada uno tiene
Pregunto ¿Qué es más costoso en términos humanos? ¿Construir o destruir? ¿Qué es más fácil en términos de hermanos para las buenas relaciones? ¿Criticar o ayudar a construir? La repuestas de tod@s es obvia, entonces ¿Por qué hacerlo tan complicado, tan difícil? Entonces ¿Qué da más satisfacción? ¿Construir o destruir? ¿Que une más a los seres humanos? ¿La crítica o ayudar en las buenas relaciones? Siempre intento inferir en mis artículos la importancia que tiene sobre cada uno de nosotros la pobreza o riqueza espiritual
Van 1367 días de crítica y destrucción a Maduro desde aquel domingo 14 de abril de 2013. Sumemos por ejemplo –una loca aventura de mi parte- que son 7 millones de venezolan@s que lo hacen hoy en día ¡supongamos!, ahora “supongamos” que no solo son de la derecha, sino también de la izquierda, de abajo y de arriba, ricos y pobres. Pregunto ¿Qué han logrado hasta ahora con estas actuaciones egoístas? ¿Podrán estos venezolan@s estar san@s? porque aún viven decepcionados, ya que no han logrado sus objetivos durante todos estos días ¿Estarán viendo el deterioro de sus vidas y las de otras por sus vidas intoxicadas? ¿Qué puede haber entonces en el espíritu de esas personas? ¿A quién están dañando realmente? Considero que es el momento de una gran altura para la reflexión como la publicidad que les nombré al principio del “Evangelio Cambia”.
Sigo reflexionando ¿Cuántas vidas han costado tanto odio por querer destruir a Maduro? Incendios de edificios con bebes y niños adentro, terrorismo mediático a toda la población, paramilitares y sicariato traídos desde Colombia, “Yo pudiera” no querer a Maduro ¿Pero estaría dispuesto a llevarme por delante a los no Maduro de niñ@s e inocentes, a los inmaduros? ¿Cuánto sufrimiento se ha tenido en cada uno de esos cuerpos por querer destruir y criticar sin descanso a Maduro? ¿Cuántos dólares y bolívares se han gastado desde aquel domingo que se mandaron a descargar las arrecheras? ¿Por qué empecinarse con tanta obsesión? ¿No les parece que ya está bueno de taaanta, repetida y prostituida catarsis colectiva?
Much@s están llegando al borde del desespero porque aún no se ha logrado lo que han buscado o deseado tantas almas disociadas. Si seguimos así, podemos llegar a caer al precipicio de la indolencia, a la profundidad de la indiferencia, a la intransigencia de la convivencia y por consiguiente, a una desgracia que no podría ser controlada porque se saldría de los términos aceptables de la tolerancia, lo lamentaríamos de por vida y sería una bajeza humana seguir llevando a toda la sociedad de esta gran nación que es y nos pertenece a tod@s, por tanta sed de venganza, rabia, de egoísmo, de rencor… a una guerra sin límites
Es más grandioso construir una vida, que destruir tantos millones, pero hay una diferencia abismal entre ambas, y la hace, es el AMOR
Nuestro legado… también es sagrado