Lo más parecido a un escuálido saboteador de oficio,
es un indolente burócrata escudado en su silencio.
Pensamiento del Autor
No decir nada u obviar a quienes demandan una respuesta ante un órgano público, personero gubernamental o burócrata intermedio, suele ser la conducta asumida por aquellos que valido del poder que les da la posición que circunstancialmente ocupan, consideran que los usuarios y/o demandantes de alguna solicitud, por cansancio o resignación dejaran de insistir.
Tal situación es cuando menos detestable, pues no solo atropella al solicitante, sino que demuestra una incapacidad manifiesta para asumir responsabilidades en los funcionarios que asumen dicha conducta. Cosa que los delata como saboteadores de derecha, cuya misión es causar insatisfacción cuando no desprecio en quienes esperan un simple "SI O NO" como respuesta.
En ese sentido, los revolucionarios tenemos el deber de la sinceridad y la acción oportuna, pues no es ético mantener en ascua a quienes demandan una respuesta. Si bien decir NO es desagradable, no es menos cierto que dicha respuesta ayuda al demandante a tomar nuevas estrategias.
Ahora bien, ser revolucionario es una lucha continua por la sinceridad, equidad y la justicia para todos por igual sin distingo de raza o credo. Se aprende en la vida, cuando se vive a plenitud la responsabilidad que ello implica y no admite conductas contrarias al alto nivel que demanda dicha condición. De allí que las medias verdades, el silencio o la omisión ante alguna solicitud, no tienen cabida porque contradice la condición humana que debe distinguir a un revolucionario.
Pero más allá de la reivindicación material o espiritual que la revolución dispensa, si el socialismo aspira la transformación del hombre en cuanto a sus valores humanos, éticos y morales. Lo que va a constituirse en una Utopía que ha de marcar el horizonte en las aguas violentas del sistema capitalista mundial al cual como hecho natural muchos se subordinan. Los revolucionarios debemos por lo menos parecernos a los valores que predicamos y no escondernos tras el poder que otorga la posición que ocupemos.
Cuidado con el síndrome de la indolencia gubernamental que envenena y mata las esperanzas. No olvidemos que la actitud particular de quienes están al mando de alguna dependencia publica, afecta a lo colectivo y por tanto atenta contra la revolución.