Popayán, 24 de enero de 2018
Todos sabemos que la vida del planeta tierra está complicada, que el mundo que les heredamos a nuestros hijos y nietos no es el más agradable. Un mundo de obsesión consumista y de insatisfacciones no reconocidas, de apariencias banales y de miserias escondidas, de sueños menores y objetivos muy limitados, de frustraciones ocultas y de ideales que se quedaron a mitad de camino. Una humanidad frustrada que se ahoga en un mar de mercancías y calma conciencia en la nube del entretenimiento digital.
Todo ello se traduce en una civilización deshumanizada, amenazada por la crisis ambiental y el cambio climático, desorientada frente a la crisis global de valores, sumida en violencias planeadas e instrumentalizadas (como la nuestra, la de Colombia), mientras el afán desenfrenado de ganancias y de acumulación de capital sume a millones de personas en la desesperanza y en las más terribles tragedias aumentadas por las economías criminales que han surgido por todas partes.
En medio de la aparente abundancia que se observa por las pantallas de televisión y de teléfonos inteligentes, una gran cantidad de gente no entiende por qué se desencadenan tantos conflictos sociales, económicos, políticos y culturales; guerras planeadas y controladas; agresiones provocadas y ataques planificados; y, tampoco comprenden por qué millones de personas abandonan el "sur" (África, Asia y América Latina) para irse al "norte" a convertirse en migrantes discriminados y humillados. Algo definitivamente no funciona bien.
Al contrario, funciona muy mal. No convence la figura de un Trump racista y xenófobo queriéndonos hacer creer que es el adalid de la libertad y de la democracia frente al amenazante presidente norcoreano Kim Jong-un o al venezolano Maduro, que parecen muñecos inflados desde occidente para seguir asustando a la gente con los supuestos ogros comunistas que hace rato están fuera de escena. En fin, no es el mejor mundo ni es bueno el momento de nuestra humanidad.
Para salir de esa situación tan terrible, que muchos quieren negar para no enfrentarla, tenemos que revisar y evaluar nuestros anteriores esfuerzos. Muchas cosas hicimos mal y, por ello, pareciera que el capitalismo es invencible. Si no identificamos esos errores y equivocaciones, no podremos legarle la tarea a las nuevas generaciones que no conocen muchos pormenores de esas experiencias parcialmente triunfadoras pero que, a la larga, terminaron absorbidas por la dinámica del gran capital y de los intereses supuestamente "nacionales" (o "étnicos", "culturales", "de género", o "de clase").
Siempre hemos luchado por cambios estructurales y hay que seguir haciéndolo. Por derrotar el imperio de la ganancia individual que entierra y niega el bienestar colectivo. Por superar las economías basadas en destruir la naturaleza y la misma humanidad. No podemos doblegarnos y hay que legarle a nuestra juventud la utopía de que un mundo mejor es posible, pero claro, estimulándolos a que nos superen y abran nuevos caminos.
Hoy en Colombia hacemos esfuerzos por clarificar el camino. Al lado de la Coalición Colombia y de Sergio Fajardo intentamos rectificar uno de los errores más comunes: Querer superar el neoliberalismo (capitalismo) con base en voluntarismos individuales y golpes de mano ocasionales. Hoy llamo a ir despacio, a unir y a movilizar a la gran mayoría de colombianos que quieren el fin del conflicto armado pero sin demagogia y sin falsos triunfalismos. Hoy convoco a utilizar la "serenidad democrática" para derrotar a corruptos y guerreristas en las elecciones presidenciales de 2018.
Será todavía un pequeño paso pero hay que darlo bien. Con pausa y paciencia porque vamos para lejos. Con sentido democrático y ética ciudadana. Y sé que es posible hacerlo.
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